Sin grandes sorpresas: las esperadas elecciones gallegas –que algunos consideraban representativas de unas hipotéticas extensibles a todos los españoles– han despejado las dudas y consolidado la mayor parte de los pronósticos: la derecha, encabezada por el PP y reforzada por un escaño de Democracia Orensana, se reafirma como clara ganadora y se mantiene en el poder de la Xunta que viene ocupando desde hace casi cuarenta años, con solo dos momentos en los que gobernó la izquierda.

La izquierda, en este caso representada por el Bloque (BNG) —partido de ámbito regional e ideas progresistas e independentistas— que había despertado algunas esperanzas de cambio entre sus seguidores, aumentó sus resultados tanto en votos como en escaños, pero desde su segundo puesto se quedó bastante lejos de las aspiraciones que contemplaba. Los grandes derrotados —dejando a un lado a los extremistas VOX y Podemos que quedaron lejos del 5% mínimo necesario para obtener representación parlamentaria, fueron el PSOE y Sumar, representantes de la izquierda e integrantes del Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez, y que sufrieron una verdadera debacle. 

Sumar —con una líder gallega siempre con grandes aspiraciones—se quedó también fuera mientras los socialistas, la habitual alternativa, no sólo se mantuvieron muy lejos con sus exiguos 14 de los 38 necesarios para la mayoría, sino que ha perdido otros cinco a pesar de ser oposición: es el mayor descalabro que se recuerda, un desastre que superó incluso las previsiones más pesimistas de las encuestas. Muchos de sus votos se los arrebató el BNG, uno de los socios que le sustentan en el Gobierno. Los primeros análisis, que en los próximos días se irán perfilando más, atribuyen la derrota a la influencia que están teniendo en la sociedad general las polémicas iniciativas que está llevando a cabo el presidente Sánchez.

La precampaña y la campaña de las elecciones gallegas habían despertado un especial interés y no tanto por sus resultados en Galicia, una comunidad autónoma importante, como por el reflejo que podrían adelantar de la compleja situación política nacional. Los gallegos, se escuchó con frecuencia, van a votar en nombre del resto de los españoles, anticipando una premonición de lo que podrían ser unas elecciones generales. Los resultados también se habían planteado como un anticipo de la suerte de los líderes de los dos principales partidos enfrentados, Sánchez muy cuestionado por amplios sectores de la opinión pública y Núñez Feijoo todavía en sus dubitativos comienzos. La pérdida del gobierno en su tierra, donde gobernó tres legislaturas, habría sido muy negativo para su afianzamiento al frente de la principal alternativa nacional que se contempla.

Ahora toca esperar a conocer las reacciones de los partidos implicados. Los socialistas ya reconocen que fue un desastre sin paliativos atribuible de manera muy concreta al indirectamente derrotado Pedro Sánchez. Volverá a recordarse que el PSOE, al que dividió con sus estrategias para hacerse con el poder, ya había sido ampliamente derrotado, tanto en votos como en escaños, en las pasadas elecciones generales del mes de julio. A la coalición que improvisó con siete partidos, cinco independentistas y algunas con ideas contrapuestas, resultados como este desastre no le augura estabilidad.

Todo lo contrario. Las dos elecciones próximas, las autonómicas de Euskadi y las europeas en junio, serán dos nuevos retos que pondrán al borde su continuidad en La Moncloa.