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La Fageda, cuatro décadas empleando personas con discapacidad: "Trabajar me aporta estabilidad, tener la mente ocupada"

Toni en La Fageda, donde lleva veinte años trabajando.
Toni en La Fageda, donde lleva veinte años trabajando.
Cedida por La Fageda
Toni en La Fageda, donde lleva veinte años trabajando.

Cuando Anna se ha despertado hoy ha pensado que sus vacaciones terminaban y tenía que volver al trabajo. Ha sentido una cierta pereza, nada raro en el común de los trabajadores. Pero a ella se le ha pasado en cuanto ha llegado y ha visto a la gente. “Me he sentido feliz. Ahora la pereza se me ha ido”.

Anna sabe lo que es que te hagan sentir inferior. “Que no te valoren, pero aquí me siento querida, que valgo, a veces me cuesta porque tengo la autoestima muy baja pero aquí he crecido y eso me hace sentir bien”.

Anna trabaja en La Fageda, “un proyecto social que impulsa actividades empresariales para generar puestos de trabajo y servicios de calidad para personas vulnerables”, explica Esther Carreras, una de sus responsables de comunicación. La Fageda está en la comarca de La Garrotxa (Gerona) y a través del trabajo busca dignificar y mejorar la calidad de vida de las personas. “El trabajo como herramienta terapéutica y rehabilitadora”, cuenta Esther. La mayoría de estas personas vulnerables tienen discapacidad intelectual o un trastorno mental severo. Gracias al trabajo pasan de ser sujetos pasivos que reciben asistencia a sujetos que contribuyen activamente a su entorno. Además de que “les posibilita tener la mente ocupada y cobrar un sueldo como todo el mundo. Su rol da un salto cualitativo. El empleo les favorece”, cuenta Esther.

Anna Cargol tiene 33 años y lleva siete trabajando en la cocina de La Fageda. Con 14 empezó a trabajar en restaurantes los veranos y los fines de semana, pero su experiencia laboral no se parecía a la que tiene ahora. “Aquí he cambiado, me he abierto mucho, me siento más yo”.

Toni Rodríguez tiene 37 años y lleva más de veinte en La Fageda. “Tiempo atrás me hubiera gustado estudiar pero por circunstancias familiares no pude, se me escapó esa oportunidad”, cuenta. “En la escuela no estaba a gusto con el bullying con el tema de la discapacidad y estuve en un periodo de estancamiento”. Toni dejó los estudios sin terminar y comenzó a ir a La Fageda. Tiempo después consiguió terminar la ESO en la escuela de adultos. Originariamente estaba en la fábrica de La Fageda, pero tuvo problemas de espalda y le dieron la oportunidad de empezar a trabajar en las oficinas, que es donde sigue hoy.

La Fageda nació en 1982 gracias al psicólogo Cristóbal Colón. La creó para dignificar las vidas de las personas con un trastorno mental. “Él trabajó en psiquiatría en una época en que las condiciones eran infrahumanas”, cuenta Esther. “Creó La Fageda impactado por lo que había visto ejerciendo su profesión”. Todo empezó con quince personas y hoy son más de ciento cincuenta y otras quinientas vinculadas al proyecto. Con el tiempo están ampliando las personas de colectivos vulnerables a las que atienden y están añadiendo parados de larga duración o personas recién llegadas. Lo que tienen todos en común es que son de la comarca de La Garrotxa.

Hay que derribar muchos muros todavía porque existen prejuicios en relación a las capacidades de las personas que trabajan en La Fageda. “Aquí derribamos esos prejuicios con un trabajo de productos de calidad en el sector alimentario: yogures, helados, mermeladas. Un indicador del trabajo bien realizado es que nuestros productos son muy valorados en la comarca”, defiende Esther. “Esos prejuicios no tienen sentido si pones a las personas en el entorno adecuado”.

En el trabajo de Anna hay momentos de estrés como la hora de la comida, cuando ciento veinte personas acuden a comer en tres turnos. “También preparamos la comida que se tiene que llevar a una residencia que tenemos. Hay gente que vive allí y les llevamos la comida en cajas”. Anna trabaja a jornada completa de lunes a viernes con otras siete personas que incluyen una monitora y una cocinera.

A Toni le encanta su trabajo. “Pongamos que me gusta diez de diez”, dice con una sonrisa. “Muy a gusto de seguir adelante, con interés y ganas de aportar. Tengo responsabilidades y tengo que ser consciente de la faena que hago. Me da estabilidad, concentración. Me gusta ser eficiente”. Él también trabaja a jornada completa de lunes a viernes. Desde que dejó la fábrica, hace labores de transporte y también gestiona recados de la empresa como ir a correos o a realizar operaciones bancarias.

“Me cambió la vida trabajar”, cuenta Anna. “Me aporta estabilidad, tienes la mente ocupada. Tienes una rutina, algo que hacer. Eso es muy importante. Yo soy de rutinas y si no estuviera trabajando se me caería la casa encima. Para mí lo más importante es la salud y la familia, pero el trabajo es importante porque si no trabajo mi salud mental estará mal”, cuenta. “Para mí ver a la gente es un regalo. Lo que menos me gusta es cuando me pongo nerviosa”, dice riéndose. “Quiero mirar demasiadas cosas y me pongo nerviosa. Entonces digo Anna, cálmate y ve paso a paso. A veces soy demasiado exigente”. Cuando aparecen los nervios y Anna tiene un mal día sale al aire libre. La Fageda está en un entorno rural. “Voy un momento fuera, respiro hondo y estoy más tranquila. Te sientes en paz, libre, no se puede explicar. Pienso que este día ya ha pasado y mañana será otro día”.

Proyecto de vida

“Para algunas personas La Fageda es un proyecto de vida”, cuenta Esther. En la residencia que ha mencionado Anna viven personas sin familia o cuyas familias no pueden cuidar de ellos. “Allí hay personas que empezaron a trabajar con nosotros hace cuarenta años y ahora están jubiladas pero siguen vinculadas a La Fageda gracias a la residencia”, explica Esther.

También tienen pisos asistidos y en uno de ellos vive Toni. “En un piso compartido, somos tres personas. Saber gestionarme mis gastos y ahorrar es importante para quizás comprarme un piso en un futuro”, cuenta Toni. Anna vive sola en un piso y los fines de semana recibe la visita de su pareja.

Los cinco ejes sobre los que gira el proyecto son el trabajo, la vivienda, el ocio, la salud y la formación. Hay planes de ocio para los fines de semana y el verano, también hay atención sanitaria psicológica, de fisioterapia, podología, etc. Y cuentan con una escuela de nuevas oportunidades.

En La Fageda tienen claro que el trabajo es un instrumento de inserción social muy potente. Esther se pregunta: ¿dónde estarían estas personas si no existiera La Fageda? “Cuando respondes a esa pregunta, encuentras todo el sentido del proyecto”.

Anna en La Fageda, donde lleva trabajando siete años.
Anna en La Fageda, donde lleva trabajando siete años.
Cedida por La Fageda

“Empecé siendo un crío, pero con el tiempo he sabido valorar las cosas más y veo que el trabajo es importante para mí, me viene bien”, cuenta Toni. “A mí me han dicho que no sirvo para estudiar, que no sirvo para trabajar y sienta muy mal. Pero también hay gente que te ayuda, te asesora, que te apoya aquí y en servicios sociales. He tenido nuevas esperanza. Amigos, compañeros de trabajo y todo eso ayuda”.

Para Toni es importante la familia, tiene un sobrino con discapacidad y sueña con apoyarlo. “Enseñarle el camino como me lo enseñaron a mí. Yo más que nada tengo agradecimiento, he tenido altibajos y todo el apoyo que he tenido es muy de agradecer. El soporte que me han dado es de mucho valorar. Como nos dicen en La Fageda, tenemos que cuidar la esencia del sitio donde trabajamos y ser un modelo a seguir para gente con dificultades. La gente se tiene que concienciar de que a pesar de las dificultades, con ayuda se puede salir a flote: dejarse ayudar y salir. Estoy muy contento en general con mi vida”, concluye Toni.

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