OPINIÓN

Sánchez, la verdad y la realidad

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Europa Press
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

La sentencia es de Aristóteles en su "Metafísica", y asienta uno de los grandes principios del razonamiento lógico: "No hay medio entre la afirmación y la negación. La misma cosa no puede ser y no ser”. Resulta paradójico hasta el escarnio que se atreva a citar al filósofo de la desaparecida ciudad de Estagira alguien que, como Sánchez, encarna el puro desafío a lo que aquél nos enseñó. Y es que desde su sangrante "no pactaré con Bildu" o su "no indultaré a los encausados del procés", hasta su peculiar defensa de la democracia, que consiste en evitar al precio que sea la posibilidad de la alternancia en el poder, o su encendida defensa en Davos de la misma alianza entre socialistas, liberales y populares que rechaza pertinazmente en España, todo el sanchismo es en esencia una concienzuda enmienda a la totalidad de la lógica aristotélica, una contradicción sistemática, un zafio sofisma, un atentado contra el silogismo verdadero.

Es por esa razón obvia por lo que resulta especialmente chusca su famosa apelación a Aristóteles en esa tan traída y llevada invocación a la verdad y a la realidad en las que no cree. Si en algo ha consistido y sigue consistiendo a día de hoy la política sanchista es en una contumaz falsificación de la realidad, que va desde los datos distorsionados del paro hasta la patética utilización del espantajo del fascismo para justificar su adherencia de lapa a la poltrona presidencial. Si en algo se

ha distinguido la etapa política que se abrió en España el 1 de junio de 2018 con la moción de censura contra Rajoy y que dura hasta nuestros atribulados días es en la radical abolición de la realidad por decreto oficial. Hasta esa fecha y desde el 2008, en que se hicieron notar en nuestro país los efectos de la crisis financiera, los informativos no hicieron más que hablar del ascenso de la prima de riesgo, de los desahucios y de las colas crecientes en los comedores de Cáritas.

Sí. Ni siquiera el zapaterismo, con todo su mediático despliegue de propaganda y demagogia, se atrevió a maquillar los datos económicos como lo ha hecho el sanchismo. Hay que decir también que a esa falsificación de la verdad y de la realidad contribuye la propia pasividad y la insólita apatía de una oposición política y sociológica que solo ha sabido salir a la calle por una motivación exclusivamente ético-jurídica -el desafío a la legalidad constitucional que conlleva la amnistía-, pero no por el despilfarro de los fondos europeos ni por el desempleo real ni por la inflación ni por el endeudamiento público ni por la subida de los impuestos. Comparemos esta época de Sánchez y sus socios populistas en el Gobierno con la del Movimiento 15-M y la acampada de Sol; con los escraches, las marchas, las manifestaciones, las algaradas y los cercos al Congreso que amenizaron la época que la precedió y que fue la comprendida entre los últimos días de Zapatero y los siete años en los que gobernó el Partido Popular.

La única verdad es la realidad. Bien, asumamos ese axioma que negaron los platónicos y los cartesianos al cuestionar las apariencias. El problema está en que esa afirmación responde a dos categorías inamovibles y fiables. ¿Qué pasa cuando esa realidad no es tal sino un producto de la mentira? Se ha dicho que con Sánchez las palabras han perdido todo su valor. Es cierto. Pero no solo las palabras, sino también los hechos.

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