Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Un horizonte incierto y oscuro

Los intensos bombardeos israelíes se concentraron en la última jornada en Jan Yunis.
Los intensos bombardeos israelíes se concentran en Jan Yunis.
Anadolu via Getty Images
Los intensos bombardeos israelíes se concentraron en la última jornada en Jan Yunis.

En mi época de bachiller, hace ya más de cincuenta años, un libro de historia titulaba el encabezado del capítulo referido al final del imperio visigodo “Incierto y oscuro se anunciaba el reinado de Witiza”. Más de mil trescientos años después, así vemos hoy el mundo desde nuestra perspectiva, se mire hacia donde se mire.

Ecuador, Myanmar, Pakistán, Afganistán, Ucrania, Armenia, Níger, Mali, Yemen, Israel, Gaza, Cisjordania, Siria, Iraq, Líbano, República Democrática del Congo, Somalia… son nombres que en nuestra conciencia están asociados, en mayor o menor medida, a violencia, desorden, guerra y caos. Aunque sea muy difícil establecer un hilo conductor que nos permita desentrañar el porqué de esta situación de creciente inestabilidad y riesgo de desbordamiento de los conflictos del ámbito local al regional, y de éste, al global, podemos analizar algunas de sus causas:

- En primer lugar, un modelo de gobernanza global en crisis, con una pérdida de la capacidad de disuasión de las principales potencias, el auge de nuevos actores que reclaman su espacio y protagonismo o sucesivas crisis encadenadas que han empobrecido, más si cabe, a una ya depauperada masa de países que son estados fallidos o están en trance de serlo.

- En segundo lugar, las crisis de subsistencias producto de los conflictos actuales, el cambio climático y sus consecuencias sobre la producción de alimentos, y la especulación extractiva de algunos países sobre antiguas colonias y zonas de influencia menguantes, todo hay que decirlo, por voluntad de los que se sienten explotados.

Hacemos oídos sordos a una creciente ola de descontento y radicalización que recorre el mundo y a la que creemos combatir desde el buenismo y el apaciguamiento

- En tercer lugar, una pugna por establecer un renovado modelo de liderazgo basado en los principios antagónicos de seguridad/autoridad y libertad/democracia que se exacerban puntualmente según la crisis a la que se hace frente.

La sensación general es parecida a aquella que se experimentó en la llamada “belle époque”, periodo que media entre el fin de la guerra franco prusiana de 1871 y el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914. Estamos viviendo un tiempo en el que el relativismo es la interpretación dominante para los fenómenos polemológicos que experimentamos, pretendiendo, en vano, que están acotados en espacio y tiempo y que pueden ser controlados a merced de nuestra voluntad y esfuerzo.

Hacemos oídos sordos a una creciente ola de descontento y radicalización que recorre el mundo y a la que creemos combatir desde el buenismo y el apaciguamiento cuando la realidad reclama acciones directas, determinación y unidad de esfuerzo... ¡ahí es nada!

Transcurridos más de cien días de guerra en Gaza, camino de los setecientos en Ucrania, con el tráfico marítimo en los llamados mares de colores -Rojo y Negro- en situación precaria o interrumpida, y con el estrecho de Formosa en trance de aumentar la inestabilidad fruto del resultado de las recientes elecciones en Taiwán, parece llegado el tiempo de adoptar una actitud decidida por parte los actores principales de este drama, y que no son precisamente los que están directamente enfrentados. Se requiere cultura estratégica y pensamiento estoico, la búsqueda de un equilibrio posible alejado de posturas maximalistas que solo conducen al enfrentamiento, la aplicación de la lógica y el retorno del compromiso firme, exigible y asumido por quienes lo contraen.

En el recién inaugurado Foro del World Economic Forum (WEF) 2024 conocido como foro de Davos, se ha presentado por Ucrania una iniciativa de paz respaldada por 81 países. Es un número muy considerable y desde luego, a tener en cuenta. Lo relevante no es quiénes intervienen sino qué apoyan realmente y cómo piensan lograrlo. Mientras no exista una percepción rusa de necesidad —o virtud impuesta como entiendo que se interpreta ahora— no hay paz posible, y eso no parece estar en un horizonte próximo de sucesos. Lo mismo cabe decir para Israel en su guerra con Hamás, la decisión de un alto el fuego, liberación de rehenes e intercambio de prisioneros, y el inicio de unas conversaciones para lograr una solución duradera (definitivo no hay nada salvo la muerte), está más allá de la voluntad de los contendientes. Las oportunidades tienen que crearlas los estadistas, impulsarlas las organizaciones internacionales y explotarlas los contendientes convenientemente incentivados.

Un último apunte, si no somos capaces de proyectar un mundo estable y en condiciones de asumir los retos venideros, tendremos pocas posibilidades de desarrollar sociedades abiertas, dinámicas y con capacidad de asimilar los cambios disruptivos que se avecinan.

Si no somos capaces de proyectar un mundo estable y en condiciones de asumir los retos venideros, tendremos pocas posibilidades de desarrollar sociedades abiertas y dinámicas

El empleo de la fuerza es resolutivo en el corto plazo y cuando no hay más remedio. La historia nos enseña que es contraproducente en el medio, por lo que de permanente sangría de personas y recursos supone sostener un esfuerzo bélico dilatado en el tiempo. Y, por supuesto, demoledor en el largo, véase Gibbon y su “Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano”.

No se puede triunfar contra todos y todo el tiempo; es más útil y provechoso buscar zonas de prosperidad común y aunar esfuerzos en pos del imperio de la razón que en el de la perpetuación de la fuerza. El reinado de Witiza y los augurios que se avizoraban en su inicio con los que comenzaba este artículo, son un buen ejemplo de las consecuencias de ignorar la realidad, diferir sus consecuencias e intentar atajarlas divididos y enfrentados.

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