Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Yo no entiendo así la libertad

Archivo - Una sanitaria protegida con guantes y mascarilla en la entrada de Urgencias del Hospital de Fuenlabrada.
Una sanitaria protegida con guantes y mascarilla en la entrada de Urgencias del Hospital de Fuenlabrada.
Eduardo Parra - Europa Press - Archivo
Archivo - Una sanitaria protegida con guantes y mascarilla en la entrada de Urgencias del Hospital de Fuenlabrada.

Justo una semana antes de Nochebuena, el sábado 16 de diciembre, me acerqué a una tienda a la que suelo ir para comprar cosas relacionadas con deporte. Es una tienda pequeña, ubicada en un polígono industrial, sin ventanas ni ventilación. La descubrí no hace mucho y habré estado unas 3 o 4 veces allí, comprando siempre regalos para mi marido o mi hijo. El caso es que ese día, el dueño estaba con un buen constipado, o eso creí yo. Durante un rato le vi sonarse la nariz, ir con el pañuelo de allí para acá. En un momento dado le dije: "Vaya resfriado que llevas". Y él, sin cortarse un pelo, me dijo: "No, es covid". No llevaba mascarilla. No había avisado a los clientes que estábamos en su tienda. No se inmutó. No supe reaccionar, me quedé paralizada, de hecho pensé que estaba bromeando.

Otro cliente, que estaba esperando a que le atendiera y que había ido en moto, se tapó inmediatamente con la braga que llevaba al cuello. Yo había estado pegada a él, mirando la etiqueta de uno de los regalos que estaba comprando. Quedaba una semana para Nochebuena. Su reacción cuando se lo recordamos fue de traca: "Quien quiera protegerse que venga con mascarilla, yo no tengo por qué ponérmela".

Una semana después, en Nochebuena, yo estaba en la cama, con un buen trancazo que acabó derivando en una laringitis aguda por la que me tuvieron que poner medicación. No pude cenar con mi familia ni comer tampoco el día de Navidad. No sé si ese hombre me contagió o no (pasé en su tienda algo más de media hora, insisto, en un espacio pequeño y sin ventilación). Pero lo que si sé es que jamás volveré a comprarle nada.

Me pareció de una irresponsabilidad y de un egoísmo supinos. Le importó un pimiento lo que nos pasara a los que íbamos a comprar a su establecimiento. Es más, se jactaba de que, "total, ahora la covid es como una gripe más".

Ponerse o no mascarilla no debería ser una imposición. Debería ser un gesto más que asumido cuando estamos enfermos, cuando tenemos alguna de las enfermedades respiratorias que nos afectan en invierno. Con la covid aprendimos que ponernos la mascarilla nos protege pero también protegemos a los demás. Evitamos contagiarles con nuestros virus, los que sean.

Algunos insisten en apelar a la libertad, pero a veces esa libertad atenta contra la de todos los demás. Creo que muy pocos cuestionan que usar mascarilla ayuda, creo. Pero sigue habiendo descerebrados a los que lo de vivir en sociedad, y preocuparse y ocuparse por los que viven con él o ella, les importa muy poco. Y ojo, porque ni siquiera con una imposición, como la obligatoriedad de usarla en determinados espacios, parece que les apele. Pero, tal y como estamos, parece que no queda otra. Por mucho que a algunos les parezca inoportuno o una sobreactuación. La mascarilla funciona. No hay dudas.

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