El 2024 tendrá 29 de febrero: por qué existen y son tan importantes los años bisiestos

Calendario de un año bisiesto.
Calendario de un año bisiesto.
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Calendario de un año bisiesto.

A pocos días del inicio de 2024 ya sabemos que este año será especial pues, después de esperar durante cuatro años, febrero volverá a tener 29 días. Pero, ¿Por qué son tan importantes los años bisiestos? 

Los años bisiestos ocurren cada 4 años y cuentan con 366 días, a diferencia de los años normales que tienen 365. Este día extra se conoce como 'día bisiesto' y es el 29 de febrero. Según explica Live Science, normalmente, los años bisiestos son aquellos que pueden ser divisibles por cuatro, por ejemplo 2020 y 2024. 

En los años normales, la misma fecha sola avanza un día entre años consecutivos. Sin embargo, en el caso de los años bisiestos, cada fecha avanza dos días más con respecto al año anterior. Es decir, el 1 de marzo de 2023 fue miércoles, pero en 2024 caerá en viernes. 

El calendario gregoriano (modelo oficial en casi todo el mundo), no es el único que cuenta con años bisiestos.  Los calendarios hebreo, islámico, chino y etíope, también tienen su propia versión de este fenómeno, aunque con algunas diferencias. En estos casos, los años bisiestos no siempre ocurren cada cuatro años y no siempre tienen un día más, sino que cuentan con un 'mes bisiesto acortado'. 

Por otra parte, quienes se guían por el calendario gregoriano añaden  unos cuantos segundos más en años esporádicos (los más recientes 2012, 2015 y 2016), estos se conocen como segundos intercalares. No obstante, desde la Oficina Internacional de Pesas y Medidas (IBWM), acabarán con esta práctica a partir de 2035. 

¿Por qué son tan importantes los años bisiestos?

En un primer momento podría parecer un sinsentido, pero los años bisiestos son muy importantes. No añadir un día más al calendario podría hacer que nuestros años acabasen siendo muy diferentes a como los conocemos. 

Un año en el calendario gregoriano es algo más corto que un año en el calendario solar, es decir el tiempo que toma la Tierra en dar una vuelta al sol. Aunque pensamos que este proceso toma exactamente 365 días, lo cierto es que dura 365 días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos.

Sin la existencia de los años bisiestos no se tendría en cuenta esta pequeña diferencia y se generaría una brecha en la que cada año se ampliaría en 5 horas, 48 minutos y 56 segundos. De este modo, experimentaríamos las estaciones de manera completamente distinta. Sin 29 de febrero, dentro de 700 años el verano en el hemisferio norte tendría lugar en diciembre. 

Un día dura aproximadamente lo mismo que la diferencia de horas entre calendarios acumulada durante cuatro años. Sin embargo, el sistema no es perfecto. Ganamos 44 minutos cada cuatro años, por eso y con intención de regular, nos saltamos los años bisiestos cada año centenario (excepto los divisibles por 400). 

¿Por qué existen los años bisiestos?

El inicio de los años bisiestos se remonta al 45 a. C., fue en este momento en el que el emperador romano Julio César instauró el calendario juliano. Este calendario, precursor del gregoriano, constaba de 365 días divididos en 12 meses. 

Ya por aquel entonces Julio César incluyó los años bisiestos en su calendario, los cuales ocurrían cada cuatro años y se sincronizaban con las estaciones gracias al 'último año de confusión' del 46 a.C., que incluía 15 meses con un total de 445 días. 

El calendario juliano fue utilizado durante siglos y funcionó perfectamente. Sin embargo, a mediados del siglo XVI, los astrónomos se dieron cuenta de que las estaciones empezaban hasta 10 días antes, pues la Pascua ya no coincidía con el equinoccio de primavera. 

El calendario gregoriano fue introducido en 1582 por el Papa Gregorio XIII para remediar los 'errores' del juliano. Este nuevo calendario era igual que el implementado por Julio César, pero con la exclusión de los años bisiestos en la mayoría de los años centenarios. 

Italia y España fueron de los primeros países en adaptarse al nuevo calendario, pues al inicio solo fue utilizado por los países católicos. Más tarde, los países protestantes también se adaptaron a él, como por ejemplo Gran Bretaña que lo adoptó en 1752. En este momento, muchos de los países tuvieron que salarse días en su cambio al calendario gregoriano para poder sincronizarse con el resto del mundo. 

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