El 70% de las jóvenes se identifica con un trastorno alimentario: "No recuerdo haber tenido nunca buena relación con la comida"

En torno a 400.000 personas sufren un trastorno alimentario en España.
En torno a 400.000 personas sufren un trastorno alimentario en España.
Carlos Gámez
En torno a 400.000 personas sufren un trastorno alimentario en España.

A Andrea Pérez le diagnosticaron un trastorno de conducta alimentaria (TCA) hace cinco años, pero su problema viene de mucho atrás. "No recuerdo haber tenido nunca una buena relación con la comida. Ni siquiera una buena autoestima. Recuerdo ser muy pequeña y decirle a mi madre a la hora del baño: 'Mamá, soy la gorda de clase'", cuenta a 20minutos. Esta madrileña es una de las 400.000 personas que padecen algún TCA en España, de los cuales 300.000 son jóvenes de entre 12 y 24 años. Se trata, de hecho, de la tercera causa de enfermedad crónica en la adolescencia, según datos de la Fundación Fita.

Bulimia, anorexia, trastorno por atracón… los TCA van calando poco a poco y de forma silenciosa. Muchas veces se tarda años en identificarlos, incluso por la persona que los padece. Y superarlos acarrea tiempo y esfuerzo, en un largo proceso que implica reconciliarse con las inseguridades. Porque un TCA no es tanto una relación tóxica con la comida, sino más bien con uno mismo. Pérez tiene 25 años y todavía sigue en ello. Está mejor, dice, aunque reconoce que los pensamientos continúan apareciendo de vez en cuando: "Son lo último que se va". 

Ella recuerda detectar los primeros síntomas en Bachillerato, con atracones agravados por la ansiedad de los exámenes. De ahí, pasó a obsesionarse con la comida sana y entró en un bucle peligroso: no comía y, cuando lo hacía, volvían los atracones. Y de los atracones empezaron los vómitos. "El vómito es una cosa muy adictiva. Fue ahí cuando supe que tenía un problema, porque es algo que crees que no vas a hacer en la vida y de repente te ves haciéndolo", reconoce. 

Las redes sociales potencian los TCA

La salud mental ha empeorado para los jóvenes en todos los sentidos. Un estudio reciente de la Fundación Manantial revela que, además, la relación con el cuerpo y la comida es mucho más grave entre las chicas: el 71% de las jóvenes se identifica con un TCA, frente al 27% de los chicos. La situación es grave, y se ha agudizado desde la crisis sanitaria: los ingresos se dispararon un 20% durante la Covid. Más de uno de cada cinco adolescentes muestra signos de algún trastorno alimentario, según un estudio publicado en la revista JAMA Pediatrics"Son casos más graves y más complejos, donde inciden otros factores que tienen que ver con las redes sociales", explica a este periódico María Carrera, psicóloga clínica y presidenta de la Asociación Española para Estudio Trastornos Conducta Alimentaria (Aeetca).

No hay más que entrar en cualquier red social para ver cómo se difunde continuamente un ideal de delgadez y hábitos que no siempre son saludables. Un estudio pionero en España demuestra que, a mayor uso de redes sociales, mayor probabilidad de desarrollar un TCA. La investigación —publicada en la revista International Journal of Mental Health and Addictionsostiene que la exposición a "imágenes de individuos que se ajustan a los cánones de belleza dominantes" puede llevar a la "comparación social" y, por ende, "aumentar la insatisfacción corporal" y potenciar los trastornos alimentarios. 

Hay, de hecho, un TCA muy vinculado a las redes sociales, que es la ortorexia nerviosa, la obsesión por comer sano. Pérez pasó también por esta fase. De hecho, dice, fue el germen de todo lo posterior: "Estaba en la universidad ya, y me iba bastante bien. Ahí descubrí el Real Fooding que, a mí, personalmente me ha hecho mucho daño. Me obsesioné, y a nadie le alarmó porque seguía sacando buenas notas, estaba más segura de mí misma... era la luna de miel de la enfermedad. Pero claro, llega un momento en que el peso no baja como tú quieres. Y está también el miedo a comer ciertos alimentos. Había veces que intentaba comer un bollo, por ejemplo, y pensaba que me iba a matar al momento. No podía ni verlos. Entre eso y el que quería seguir adelgazando llegó un momento en el que necesitaba restringir cada vez más, empecé a hacer ayunos muy fuertes... y de ahí a la anorexia. 

La adolescencia, factor de riesgo

La pandemia y la expansión del uso de las redes sociales ha sido, por tanto, el caldo de cultivo para esta "avalancha" de casos de la que habla Carrera, quien incide en que, además de verse casos cada vez más graves, se dan en edades más tempranas: "Antes la edad media de inicio de anorexia era sobre los 14 años y de bulimia un poco más tarde. Ahora tenemos a bastantes menores de 12 años". Que los trastornos aparezcan ahí, explica, "no es casual", pues se trata de una etapa de cambio, tanto a nivel físico como a nivel emocional, en el que cualquier estímulo es determinante e influyente. "Todo eso configura que la adolescencia sea una etapa de riesgo para este tipo de trastornos", afirma. 

Coincide con ella Andrea Arroyo, psicóloga y profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), quien asegura que la adolescencia y la primera juventud son "poblaciones diana" muy vulnerables, pues todavía no han acabado de forjar su identidad y "no tienen recursos para enfrentarse a según qué realidades". 

Según explica Arroyo, hay también otros factores que propician desarrollar estos trastornos. "Existe desde una predisposición genética hasta factores predisponentes como el tipo de personalidad. Suelen ser personas muy perfeccionistas y autoexigentes, que tienen un concepto más débil de sí mismas, son más vulnerables a los estímulos externos y no tienen un concepto de ellos mismos tan sólido", detalla.

Así se define Andrea Pérez. "De pequeña era muy exigente conmigo misma y tenía la autoestima muy baja, siempre necesitaba tener una amiga que fuera mi referente y esconderme detrás de ella. Además, lo pasaba fatal con el tema de las notas. Hubo un tiempo en el que ni siquiera me podía presentar a los exámenes por los ataques de ansiedad", relata. Pérez cuenta a este periódico cómo el trastorno aparecía o se agravaba cada vez que tenía que enfrentarse a algo que le diese medio o inseguridad. "Y claro, cuando te quitan todas las vías de escape a través de la comida, pues aparecen otras. Al final me acababa autolesionando y he tenido varios intentos autolíticos", dice. 

El Gobierno anunció en la legislatura pasada la creación de un Observatorio de Trastornos de Conductas Alimentarios para estudiar los casos y su impacto en España. Pero, un año después, sigue sin haber noticias. "Cuando se incorpore la nueva Comisionada de Salud Mental valoraremos de qué manera enmarcar la acción sobre los TCA", dicen fuentes del Ministerio de Sanidad a 20minutos

"Llegó un punto en el que no vivía"

Desarrollar un TCA afecta a todos los niveles. Puede acarrear problemas metabólicos, hormonales, digestivos... y, según detalla la psicóloga de la UOC Andrea Arroyo, "también puede traer muchísimas complicaciones mentales". Al final, añade, "todo eso acaba afectando en la calidad de vida y provoca malestar general, cambios de ánimo, ansiedad... por algún lado tiene que salir"

Algo así le ocurrió a García en el segundo año estudiando en la universidad el grado de ingeniería química. "No conseguía estudiar porque estaba pensando todo el rato en la comida. En el cuerpo, en si había cambiado. Llegó un punto en el que ya no vivía. Tuve periodos en los que no quería existir. Quería morir", reconoce. Fueron precisamente sus amigos de la universidad los primeros en darse cuenta. "Al final eran las personas con las que más tiempo pasaba. Y veían que Andrea se iba al baño después de comer. Andrea tira la comida... y hablaron conmigo y me dijeron de ir al médico", cuenta la joven.

Ahí empezó un proceso en el que todavía sigue. Estuvo yendo a diario y durante tres años a un hospital de día, de nueve a tres de la tarde. Ya el año pasado la pasaron a un ambulatorio, en el que tiene reuniones grupales dos veces a la semana e individuales cada 14 días. Ahora, dice, está mucho mejor. "Hace tiempo que ya no vomito ni dejo de comer tan restrictivamente. Los pensamientos siguen estando, porque es lo último que se va, y sabes que siempre vas a tener esas líneas rojas. Pero la enfermedad se cura, estoy segura, porque he visto a muchas compañeras que ahora están muy bien", afirma. 

Ese es, precisamente, el mensaje que Andrea lanzaría a una joven que esté pasando por lo mismo. "Le diría que hay cura. Que las recaídas son normales. Pero, sobre todo, que salir del ciclo solo es imposible. Que pidan ayuda. Y, a la gente de su entorno, le diría que tenga mucha paciencia y que sean muy empáticos. Que simplemente hay que estar para que esa persona no se sienta un bicho raro. Con decirlo 'no te preocupes, que yo estoy aquí', ya es suficiente", concluye. 

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