Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

Toda crítica es excesiva

La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, durante el discurso por el Día de la Constitución.
La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, durante el discurso por el Día de la Constitución.
EFE/Mariscal
La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, durante el discurso por el Día de la Constitución.
¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

La leyenda de la viñeta de El Roto aparecida en la página de opinión del diario El País del miércoles 3 de julio de 2019 sentenciaba la insaciabilidad del poder al escribir que: "Toda crítica es excesiva y todo elogio, insuficiente". El Gobierno, todo Gobierno, toma venganza contra los tibios cuando advierte falta de calor en el elogio y sabe discernir al instante cuando están trufados de insinceridad. De ahí, por ejemplo, la recomendación que los veteranos adiestren a los noveles para que se ejerciten de modo que nunca sean los primeros en dejar de aplaudir. 

Explica El Roto que "lo esencial de los argumentos son los decibelios". Miguel Ors Villarejo escribió en The Objective sobre el inquietante protagonismo del aplauso en la política española, tendencia en abierta contradicción con la advertencia formulada por Rafael Sánchez Ferlosio para quien la ovación está fuera de lugar en el Congreso y en los cementerios. Para nuestro admirado autor su prohibición en ambos lugares sería muy saludable, pero entendía que resultaba virtualmente imposible de poner en práctica.

Cabría imaginar cómo cambiaría la dinámica de los plenos de la Cámara si la presidencia, en el caso presente ocupada por la señora Francina Armengol, ejerciera la facultad que le confiere el artículo 70.3 del Reglamento para llamar a la cuestión al diputado que se alejare de la misma. Inútil esperarlo, a lo más que ha llegado es a llamar al orden o advertir, conforme al artículo 103.1 de la citada norma, cuando los oradores "profieren palabras o vierten conceptos ofensivos al decoro de la Cámara o de sus miembros, de las instituciones del Estado o de cualquiera otra persona o entidad".

Claro que quienes siguen las sesiones desde la Tribuna de Prensa o se aplican a la lectura del Diario de Sesiones que las transcriben están cansados de escuchar, en el primer caso, o de leer, en el segundo, expresiones ofensivas a las instituciones del Estado y a quienes las simbolizan, empezando por el rey, sin que la presidencia haya cumplido nunca con su deber de llamar al orden al diputado del que proceden.

Afortunadamente, la falta de respeto, que mediante esta penosa tolerancia el Congreso se dispensa a si mismo, no se ha contagiado a otros parlamentos autonómicos, como el catalán o el vasco, donde en absoluto hubiera sido aceptada semejante licencia ni pasividad de la presidencia para corregirla.

Porque aquí, en el hemiciclo del palacio de la Carrera de San Jerónimo, se diría que se ha proclamado el 'vale todo', venga o no a cuento. ¿Recuerdan, por ejemplo, los lectores al portavoz del grupo de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, en actitud chulesca, criticando la infiltración de agentes encubiertos de la policía en los grupos indepes al amparo del artículo 282 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, señalando que ese proceder estaba fuera de lugar y sugiriendo que hubiera sido más adecuado que dichos agentes encubiertos hubieran sido infiltrados en la Zarzuela, a la que daba en considerar organización criminal?

Pues así fue, y ni la presidenta Armengol apreció falta de decoro ni tampoco motivo para para llamar al orden al señor Rufián ante semejantes expresiones ofensivas. Tampoco el Gobierno, siempre perspicaz para apuntar que quienes desde la derecha defienden al rey más bien le perjudican, tuvo nada que replicarle a su aliado parlamentario integrado en el denominado bloque progresista de la investidura en el que tiene puestas tantas complacencias. Continuará.

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