Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

El berrinche de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la sesión de Control al Ejecutivo que celebra el Congreso este miércoles.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la sesión de Control al Ejecutivo que celebró ayer en el Congreso.
Chema Moya / EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la sesión de Control al Ejecutivo que celebra el Congreso este miércoles.
¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

Eran las 8:30 horas y el comienzo del pleno de la Cámara donde había de comparecer el Gobierno estaba fijado para las 9.00. Iban apareciendo las señorías más madrugadoras que hacían su entrada en pequeños grupos, de cinco en fondo. Ellas más arregladas, ellos más desastrados. Se observaba la progresiva aceptación de la mochila en colores oscuros, de gran volumen, que van desplazando a bolsos y carteras. La temperie invernal de Madrid les había inducido a protegerse con prendas de abrigo de las que algunos no sabían desembarazarse dada la escasez de percheros, de modo que algunas terminaban colgadas en los respaldos de sus asientos, con el mal efecto visual consiguiente.

Las tres vicepresidentas, la ministra de Hacienda, el de Exteriores, el de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, la de Defensa y el de Interior se habían sentido autorizados a hacer una incursión en la zona reservada al Gobierno en el palacio de San Jerónimo para entonarse con un café, pero salían raudos de manera que la llegada de Pedro Sánchez les pudiera encontrar sentados en el banco azul en perfecto estado de revista.

La comparecencia se iba a producir de conformidad con lo dispuesto en el artículo 203 del Reglamento, que concede al presidente del Gobierno tiempo ilimitado mientras que el máximo atribuido a los representantes de los grupos parlamentarios es de diez minutos. Quienes disponen de menos tiempo tienden a considerarse perjudicados cuando la escasez podría resultarles ventajosa, si aprendieran a cultivar el arte de la brevedad.

La ocasión de ayer permitía debatir acumuladamente tres solicitudes: la cursada a petición propia por el presidente del Gobierno para informar del balance de la Presidencia española del Consejo de la UE y de las conclusiones de los consejos europeos del 29 y 30 de junio y del 26 y 27 de octubre y las del celebrado los días 14 y 15 de diciembre; y las dos presentadas por la señora Cuca Gamarra Ruiz-Clavijo para que se diera cuenta del Consejo Europeo extraordinario del 17 de octubre, tras el ataque terrorista perpetrado por Hamás, y la que reclamaba conocer las conclusiones del Consejo Europeo celebrado en Bruselas el 29 y 30 de junio y los días 26 y 27 de octubre.

Suficiente enredo para que con tan grande polvareda perdiéramos a don Beltrán, es decir, para que el toro de Europa fuera devuelto intacto al corral. Estamos, otra vez, en campaña electoral, ahora para las europeas. Por eso, Pedro Sánchez, después de contarnos su viaje a Kiev -en cuyo parlamento abundaban banderas españolas- y de hacer algunos apuntes sobre las prioridades del semestre español -reindustrialización, transición ecológica, mayor justicia social y reforzar la unidad europea-, se fue directamente al grano para explicar las diferencias que le adornan.

Porque, ¡atentos! Frente a una derecha que gravita hacia la extrema derecha y que nunca ha hecho aportación alguna a nuestro país en los últimos cinco siglos, su Gobierno de coalición progresista tiene la virtualidad de hacerlo todo compatible, sin tener que enfrentarse a dilema alguno y, así, de modo sincronizado, sabe aumentar los salarios, la rentabilidad, las inversiones, los beneficios, reducir las emisiones, el déficit presupuestario y la deuda pública.

En sus intervenciones para sus socios en el Gobierno y en el Parlamento todo fueron flores, sin aducir siquiera dulces objeciones, pero respecto a Feijóo, con quien el viernes tendrá conversaciones para acordar sobre reformas imprescindibles, exhibió puño de hierro y mandíbula de cristal; solo tuvo reproches, acusándole de vivir instalado en el berrinche. Tanto insistía y tanto reiteraba el vocablo berrinche que parecía estar rindiendo homenaje a un nuevo speech writer por habérselo brindado.

Pero si la afluencia de periodistas a las tribunas reservadas en la galería superior del hemiciclo sirviera de termómetro para medir el interés periodístico que fueran a despertar las sesiones del pleno, el vacío de informadores y cronistas registrado el miércoles 20 habría permitido sospechar que se aproximaba a cero.

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