Cristina tomaba hasta 10 bebidas energéticas cada sábado: "Lo dejé cuando fui al hospital con taquicardias y no volví a beberlo más"

Imagen de archivo de una joven bebiendo.
Imagen de archivo de una joven bebiendo.
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Imagen de archivo de una joven bebiendo.

Cristina M. esperaba a que llegara el sábado para deleitarse con una de sus costumbres favoritas: tomar bebidas energéticas. Durante una década, sobre todo los últimos seis años (desde los 24 a los 30), esta joven vasca llegaba a ingerir hasta diez refrescos de este tipo en sus reuniones con amigos en un solo día. Por las tardes, solas, con la caída de la noche, acompañadas de alcohol. 

"Me gustaba mucho el sabor, muy dulce, a jarabe, cuando lo mezclaba con alcohol mucho más", señala Cristina. "Además, me bebía todo eso y dormía como un lirón. No me hacía nada, por eso seguía tomándolo", explica la joven. No le hacía nada o eso pensaba ella. Después de una década consumiendo este tipo de producto, Cristina M. tuvo un susto. "Fui al hospital con taquicardias y me dijeron que tenía un soplo en el corazón", comenta. El médico no pudo determinar que la causa era la ingesta de estas bebidas, pero sí le recomendó que parara. "Me asusté mucho y no volví a beberlo nunca más", sentencia.

El caso de Cristina no es único y los expertos sanitarios y las comunidades autónomas ya empiezan a reaccionar. Según la encuesta ESTUDES del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, en 2021 casi la mitad de los estudiantes de entre 14 y 18 años habían tomado refrescos de este tipo en los últimos 30 días, siendo la prevalencia mayor en los chicos (50,7%) que en las chicas (39,0%). Comunidades autónomas como Galicia ya han tomado medidas al respecto prohibiendo su venta y consumo en menores. Otras como Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha, Navarra y el País Vasco estudian hacer lo mismo. 

"Nos preocupa que haya aumentado su consumo, algo que no es nada nuevo, se viene arrastrando desde hace tiempo", sentencia Félix Notario, presidente de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia (SEMA). El doctor, especialista en Pediatría, se muestra contento porque se haya puesto el foco en este mal hábito, aunque recuerda que estas bebidas llegaron desde China ya el siglo pasado. "Lo que sí llama la atención es que adolescentes, incluso niños, cada vez empiezan antes a beberlas", dice, y explica que  "estas bebidas son muy inadecuadas por su proporción. Hacen estimular el sistema nervioso, cerebral y cardiovascular y de ahí vienen sus problemas y efectos secundarios. Amén de otras situaciones, como puede ser su mezcla con el alcohol". 

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LAS PROPORCIONES DE LAS BEBIDAS ENERGÉTICAS 

  • Las bebidas energéticas contienen cafeína, azúcares y otras sustancias como taurina, glucuronolactona (carbohidrato), inositol (nutriente) o vitaminas. Tan solo una lata supera el 5% de azúcar en adultos recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según la Agencia catalana de Seguridad Alimentaria, estos refrescos contienen 320 mg/l de cafeína, lo que equivale  a 2 tazas de café exprés, 4 latas de bebidas de cola o 4 tazas de café filtrado.

Entre las consecuencias físicas que pueden llegar a provocar estos productos están, según Notario, ansiedad, insomnio, nerviosismo o irritabilidad. En consumos altos cabe la posibilidad de que se desarrollen taquicardias y haya aumento de la tensión arterial. "El azúcar y la sacarina actúan sobre el sistema nervioso central y los neuromediadores (sustancias químicas producidas naturalmente que transmiten mensajes entre las neuronas)", apunta el doctor. Además, el alto contenido en calorías puede llevar a padecer obesidad.

Adicción a otras sustancias 

Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, la ingesta de 1,4 mg de cafeína por kilo de peso al día ya se relaciona con insomnio y reducción de la duración del sueño. Si se pasa de 3 mg hay riesgos cardiovasculares, hematológicos y comportamentales. "Esto quiere decir que, más o menos, con dos latas al día un adulto entra en niveles de riesgo médico", desgrana Pablo Llama, psicólogo en Proyecto Hombre Madrid, donde elaboran campañas de prevención sobre el consumo de estos refrescos.

Pero las cosas pueden ir más allá. Llama tiene claro que "cuando alguien se acostumbra a estar bajo los efectos de estos estimulantes se genera cierto abuso y eso puede abrir la puerta a que en el futuro haya más tendencia a desarrollar problemas adictivos".  El psicólogo hace hincapié en que si el menor o adolescente "sigue con esas tendencias, puede desarrollar adicción a otros estimulantes como la cocaína o el speed".

En su opinión, las bebidas estimulantes "están muy extendidas y su consumo está normalizado cada vez más en menores". Para él, el empaquetado de las mismas, con colores llamativos, es ya un reclamo para ciertos grupos de edad como los niños y adolescentes. Así, Llama recomienda "mucha educación sobre el tema y poner el foco en que tienen componentes malos para la salud". "Se venden alegremente y se debe intentar que los menores no se acostumbren a ello", añade.

 "Debemos llamar la atención de todos y tomar medidas colectivas", agrega Notario, que no entiende por qué la normativa reciente se hace por comunidades y no a nivel nacional. "La prohibición me parece adecuada como medida de salud pública, pero, por supuesto, es una medida de ámbito nacional, de ámbito general", reitera, y recomienda "trabajar en la información, en la educación, en la alimentación y en los estilos de vida saludables". 

Estimulante vs depresor

Entre tímidas medidas y reclamos de los especialistas, otro de los puntos que preocupa a médicos y psicólogos es la mezcla de estos productos con el alcohol, ya que su consumo también se ha extendido en botellones. "Hacer esto multiplica la toxicidad de las dos sustancias", pone de manifiesto Llama. "Combinado con el alcohol hace un efecto trampa, ya que el alcohol es un depresor del sistema nervioso y las bebidas energéticas son estimulantes. Produce la sensación de que una cosa compensa a la otra pero la realidad es que es más tóxico", reitera.

Según el estudio ESTUDES, el 16,1% de los estudiantes de 14 a 18 años ha consumido esta mezcla en los últimos 30 días, cifra que es superior entre los chicos. Tanto en el grupo masculino como en el femenino, la mayor proporción de consumo se registra entre los alumnos de 18 años, con una prevalencia de consumo de 22,7% y 18,4% respectivamente.

En este sentido, Notario corrobora lo dicho por el psicólogo. "Cuando se mezcla con alcohol todos los efectos secundarios se pueden acentuar mucho más porque los estimulantes enmascaran. Es relativamente fácil ver a adolescentes en los servicios de Urgencias con altibajos de nerviosismo o con convulsiones por el efecto sumatorio de estos mediadores neuro bioquímicos", desgrana. En definitiva, según el médico, "estas bebidas no aportan nada, absolutamente nada". 

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