Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

La 'voceona'

Manifestación del 25 convocada por el Foro de Madrid Contra la Violencia a las Mujeres por la Gran Vía madrileña.
Manifestación del 25 convocada por el Foro de Madrid Contra la Violencia a las Mujeres por la Gran Vía madrileña.
EFE
Manifestación del 25 convocada por el Foro de Madrid Contra la Violencia a las Mujeres por la Gran Vía madrileña.

Vivir a veinte pasos de la Gran Vía madrileña, como es mi caso, tiene ventajas e inconvenientes. Entre las ventajas está en que algunos usos y derechos democráticos, que no existían cuando yo nací, se vuelven perfectamente normales y aun cotidianos. Es el caso del derecho de manifestación. Salvo durante la pausa de la pandemia, hace años que no pasa una semana sin que junto a mi calle se celebre al menos una; por lo general son dos o tres.

Yo soy poco 'manifestero', pero al principio, hace mucho, solía bajar a ver qué ocurría, qué se reclamaba, cuál era la protesta, qué le pasaba a aquel gentío que llenaba la calle y cortaba el tráfico cada dos por tres. Si eran de izquierdas o de derechas, si gritaban contra el Gobierno, contra el aborto, contra la guerra, contra los gais (aquella famosa de hace años, con los obispos al frente) o contra qué. Porque en las manifestaciones, en todas, siempre se grita contra algo. Para eso están.

Ya no lo hago. Primero porque todas se parecen mucho, sean del signo que sean, y segundo porque en menos de un minuto, sentado en mi casa, adivino de qué signo son. Y eso es gracias a ella.

No la conozco, no la he visto nunca, no sé quién es ni cómo se llama. Pero me parece admirable esa mujer. Le he tomado cariño, qué quieren que les diga. Tiene que tener ya cierta edad porque hace muchos, pero muchos años que está en todas las 'manis' progresistas, ecologistas, feministas o, si ustedes me permiten la generalización, "de izquierdas". No se pierde una. Y es siempre la misma, eso sin la menor duda. Es imposible confundirla con nadie más. El secreto está en su voz.

Tiene esta señora –soy muy aficionado a la ópera– un timbre de soprano lírica, aunque algo ajado, sin duda por la edad y por el tremendo esfuerzo que hace; es muy buena en la zona media, pero sus agudos son insuperables. Y, esto sobre todo, está dotada de la potencia vocal de un elefante. Salvo en Mónica Naranjo y en la sirena de los bomberos, yo no he oído en mi vida cosa igual. Estoy tratando de no llamar a la cosa por su nombre: chilla esta señora como una condenada, como si se estuviese cayendo por un barranco o como si hubiese visto al demonio. Tiemblan los muebles en casa, en serio se lo digo. Oírla produce el mismo efecto que arañar un encerado: pone los pelos de punta.

¿Qué grita? Ah, eso es lo de menos porque siempre son las mismas jaculatorias. "Madrid será la tumba del fascismo" (otra prueba de su edad, ese eslogan es de hace casi noventa años). "Que viva la lucha de las mujeres". "Basta ya de tanto chorizo". "Lo llaman democracia y no lo es". "Nosotras parimos, nosotras decidimos". "No pasarán". "No nos mires, ú-ne-te". Esas cosas. Lo tremendo es que esta mujer prodigiosa se mete muy bien en su papel, lo interioriza, lo asume y lo hace suyo, lo mismo que Maria Callas o Montserrat Caballé; quiero decir que al cuarto o quinto bocinazo se viene arriba, se entusiasma, fuerza los agudos todavía más y su voz se vuelve un puro alarido. Dos decibelios más y rompe los cristales esta buena señora.

Le han regalado (digo yo que se lo habrán regalado, igual es suyo) algo que no necesita en absoluto: un megáfono. Eso convierte sus intervenciones vocales en algo sin la menor duda contrario a la Convención de Ginebra. Si con su sola voz se la oye perfectamente desde el Guadarrama, imagínense con el megáfono. Que además es contraproducente, porque arma tal estrépito que no se oye a nadie más: da lo mismo que a la 'mani' hayan ido doscientas personas que veinte mil. Solo se la oye a ella. Imagino que el resto de los manifestantes estarán tapándose los oídos para no enloquecer, y es difícil corear eslóganes con los oídos tapados.

El pasado 25 de noviembre, día de la no violencia contra la mujer, pasaron por mi calle dos manifestaciones (a horas distintas, desde luego), porque ya saben ustedes que las organizaciones feministas están partidas en dos grupos que no se pueden ni ver. Bueno, pues esta admirable mujer, a la que yo llamo cariñosamente la 'voceona', estuvo en las dos. Megáfono en ristre, no faltaba más; menuda es ella. Gritaba esencialmente lo mismo, pero era asombroso que el durísimo esfuerzo vocal de por la mañana no hubiese hecho la menor mella en su laringe: por la tarde chillaba todavía más.

Yo rogaría al nuevo ministro de Cultura, que seguramente la conoce, que provea para esta señora una beca para estudiar canto. Condiciones le sobran para la lírica (me la imagino cantando a Wagner y me dan ganas de llorar, pondría en fuga al tenor en seis segundos) y se me ocurre que sería una buena forma de sacarla de las manifestaciones callejeras, donde atruena sin ningún provecho.

Una beca, sí. Pero en la Ópera de Sydney, Australia, donde hay una espléndida escuela de canto. Más que nada por si se arrepiente; que le pille un poco lejos de la Gran Vía, que los vecinos necesitamos descansar.

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