Sánchez dará la batalla ideológica al PP: el PSOE vuelve a enarbolar la bandera española e insiste en que gobernará cuatro años

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante un acto del partido para celebrar el nuevo Ejecutivo, este domingo en Madrid
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante un acto del partido para celebrar el nuevo Ejecutivo, este domingo en Madrid
EFE/ Kiko Huesca
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante un acto del partido para celebrar el nuevo Ejecutivo, este domingo en Madrid

Es uno de los propósitos de Pedro Sánchez para la legislatura que acaba de echar a andar. Gestionar bien, explicar mejor. Y, a veces, la mejor comunicación -o explicación- la da una imagen: la del acto que protagonizó ayer el presidente del Gobierno en Ifema, un evento multitudinario que estuvo repleto de banderas de España, símbolo que también unía las palabras 'España avanza', el lema actual del PSOE. Porque el jefe del Ejecutivo pretende disputar la batalla cultural de los símbolos a la derecha y evitar la apropiación de la rojigualda. También, dar la certeza de que gobernará los cuatro años marcados por la legislación pese a la dificultad de su mayoría parlamentaria. 

"Nosotros también somos españoles", lanzó Sánchez ante las más de 10.500 personas que el PSOE logró reunir en el recinto ferial madrileño en lo que pretendían que fuera una exhibición de fuerza y un levantamiento de moral para la militancia, "asediada" -en palabras del secretario general de los socialistas- en las casas de pueblo por las movilizaciones contra la amnistía cuyo epicentro está situado en la calle Ferraz, donde está la sede del PSOE. A ellas han acudido líderes de Vox como Santiago Abascal o Juan García Gallardo, vicepresidente de Castilla y León, o Esperanza Aguirre, la expresidenta 'popular' de la Comunidad de Madrid. Algunas de estas concentraciones, que parece que pierden intensidad con los días, se han saldado con detenciones y enfrentamientos entre manifestantes radicales y la Policía Nacional.

Fuentes socialistas confirman que fue la organización quien las repartió. Además el presidente hizo hincapié en ese detalle en su discurso, que se alargó durante media hora. "A mí me encanta ver banderas de España aquí", incidió Sánchez, que reivindicó la España "abierta, tolerante, amante de la justicia social, feminista, ecologista". Este mensaje lo repitió después en su cuenta de la red social 'X', por si habían quedado dudas.

Esta no es la primera vez que Sánchez enarbola la bandera española. Lo hizo también en 2015, cuando apenas llevaba dos años liderando el PSOE -ahora va camino de la década, con la interrupción del fatídico Comité Federal del 1 de octubre de 2016-. Y no eligió un acto poco importante, sino que era el día en el que presentaba su candidatura a la Presidencia del Gobierno. "Lo que quería es que el PSOE sienta esa bandera como propia, es tan nuestra como del resto", dijo después. Antes lo había hecho Felipe González en el cierre de su campaña del año 1982. No obstante, quizá el gesto de Sánchez tenga más significado ahora, pues varios de sus aliados parlamentarios rechazan la enseña nacional.

Cabe destacar, además, que la española no fue la única presente en el acto. También hubo muchas de la Unión Europea. Da la casualidad de que ambas enseñas adornaron la masiva manifestación contra la ley de amnistía que protagonizó en Cibeles la sociedad civil el pasado 18 de noviembre y que tanto PP como Vox trataron de hacer suya. Además, la pantalla roja que Sánchez tenía de fondo también mutó a la bandera multicolor del colectivo LGTBi al tiempo que Sánchez insistía en su compromiso de aprobar un Pacto de Estado por las personas LGTBi.

Ayer, el presidente completó la defensa de la España "abierta" con la afirmación de que "no habrá ni Trump, ni Milei, ni Bolsonaro, ni el holandés Builder, ni Feijóo, ni Abascal". "Va a haber cuatro años de Gobierno progresista, de avances sociales", apuntó el jefe del Ejecutivo, que también quiere trasladar un mensaje de estabilidad de su gabinete pese a las dificultades que se avecinan. Cierto es que cuando Sánchez firmó la coalición con Podemos en 2020 también se cuestionó la duración de aquel pacto, que finalmente tuvo una vigencia de más de tres años y medio -el Gobierno más duradero desde la mayoría absoluta de Mariano Rajoy en 2011-.

No obstante, esta legislatura se antoja aún más complicada. Porque a la ya difícil mayoría de la investidura se ha sumado esta vez el Junts de Carles Puigdemont, expresident de la Generalitat ahora fugado de la Justicia. Y porque en esa suma están incluidos cuatro partidos que compiten entre sí con posicionamientos económicos contrapuestos: por un lado, PNV y EH Bildu; por otro, Junts y ERC. Además, si PP y Vox tenían 141 escaños la legislatura pasada, ahora tienen 170 (al que se ha de sumar uno más, el de Unión del Pueblo Navarro). Esto hace indispensable que Sánchez necesite el sí de Sumar, ERC, Junts, EH Bildu, PNV y BNG en todas las votaciones. Solo una de estas formaciones podría abstenerse si Coalición Canaria, con un escaño, vota también a favor.

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