• Ofrecido por:
Beatriz Gómez Gil Maestra de Educación Especial
OPINIÓN

Réquiem por los maestros

Profesora durante una clase a los alumnos de un colegio.
Profesora durante una clase a los alumnos de un colegio.
Europa Press/Archivo
Profesora durante una clase a los alumnos de un colegio.

"Leemos de Platón el Magno que, como estuviese a las puertas de la muerte, se hizo colocar todos sus libros delante de él; los besó a todos, los abrazó y ordenó que fueran tratados siempre con gran reverencia. Y se dirigió a ellos con estas palabras: "¡Padres míos, guías y luz de mi vida! A partir de ahora ya no podré estar con vosotros, ya que me voy con mi Dios, que me llama sin dilación. Os agradezco cuanto sé, así como el gran honor y crédito que me habéis dado en el mundo, y suplico a mi Dios que os ponga bajo la custodia de personas que os amen, honren y respeten de todo corazón en todo momento, así como yo he hecho a lo largo de mi vida". Y dicen que a continuación se volvió a sus discípulos y les dijo: "Hijos míos, está será la última palabra que oiréis de mí: Amad su sabiduría, después de a Dios, y no escatiméis dinero en buenos maestros ni en buenos libros. Ninguna de estas dos cosas tiene precio, ya que hacen hombre a quien las ama y en ellas está guardado todo el tesoro y riqueza y nobleza de este mundo". Francesc Eiximenis, Tractat de regiment dels Prínceps i de Comunitats.

Libros y maestros. Lectura, conocimiento, amor a la verdad y libertad.

Cuando pienso en las personas que han influido a lo largo de mi vida en la conformación de mi curiosidad, de mi pensamiento o de mi carácter, encuentro entre ellas a mis primeras maestras que ejercieron su labor en un colegio rural sin apenas medios e incluso, sin apenas libros más allá de los de texto. Maestras esforzadas que cada día daban lo mejor de sí mismas, jugando un papel decisivo en nuestra transformación de niños a ciudadanos.

Ejercían su papel de instruirnos transcendiendo con el conocimiento que nos aportaban nuestra realidad inmediata y ayudándonos a cruzar ese puente que une familia y sociedad.

Por aquellos años, recuerdo que admiraba su conocimiento como un superpoder. ¡Lo sabían todo! Evidentemente, todo aquello que yo necesitaba aprender.

Libros y maestros. Con el paso de los años contemplo con perplejidad cómo ha sido denostado su propósito. En muchos casos desde la propia escuela que implosiona desde dentro al asumir tesis como que todo el conocimiento está accesible en internet y, por lo tanto, para qué necesitamos a los libros y al maestro, reducido su papel al de mero facilitador o agente de transmisión cultural; tesis como que la memoria no es importante en el aprendizaje; tesis como que hay que poner al niño en el centro, olvidando que en un aula no puede haber tantos centros como niños a no ser que pongamos un maestro para cada niño. Y sustituyendo palabras con una gran fuerza etimológica como puede ser lección: “lo que se aprende leyendo, cosechando”, por expresiones un tanto cursis como: “paisajes de aprendizaje”. En definitiva, obviando todo el esfuerzo que requiere cualquier aprendizaje serio tanto a nivel de estudio como de práctica. Si pensamos en un guitarrista o un violinista, ¿cuántas horas diarias dedica para conseguir el conocimiento y el dominio de su instrumento? Igualmente, si pensamos en un deportista de alto nivel. Esfuerzo, dedicación y afán de superación necesarios en cualquier aprendizaje guiados por un experto en la materia, guiados por un maestro.

Maestros que desdibujada su función primitiva y cargada esta de enorme burocracia enredada en currículos llenos de objetivos ininteligibles, contenidos de dudosa imparcialidad, competencias clave, competencias específicas, proyectos significativos, situaciones de aprendizaje, criterios de evaluación, descriptores, indicadores de logro y demás parafernalia, entierran su dedicación diaria y la magia de la relación con sus alumnos en el día a día, en tablas y más tablas que pretenden estabular algo que sucede cuando hay libertad, pasión, dedicación y amor por un trabajo diario y que no es cien por cien medible, como se pretende desde cierto sector de la Pedagogía y desde las altas instancias gubernamentales encargadas de decirles cómo hacer su trabajo.

Pretenden estabular algo que sucede cuando hay libertad, pasión, dedicación y amor por un trabajo diario 

Instancias gubernamentales que monopolizan -o eso creen- eso que entre todos llamamos educación pública y que no rinden cuentas a sus usuarios ni a los contribuyentes que la financian con sus impuestos.

Tuve el placer de escuchar a Antonio Canova hace aproximadamente un año en una conferencia organizada por el Instituto Juan de Mariana, a propósito de la siguiente cuestión: “¿Está emergiendo un orden espontáneo y disruptivo en la educación?” En ella, exponía como a través de una investigación en Venezuela, país con una emergencia humanitaria compleja y con una economía hiperinflacionaria, habían descubierto -sólo en un periodo de tres semanas- más de cincuenta escuelas privadas de bajo costo, manejadas por miembros de las comunidades que cobraban incluso menos de 1$ al mes a las familias. Familias que preferían estas escuelas privadas sobre las públicas estatales, constatando el fenómeno ya descubierto por James Tooley en otros países como India, Nigeria, Ghana, Sierra Leona, Sudán, Kenia, la China rural y que confirmaba que, contrariamente a lo que se cree, la educación privada no es para las élites o las clases sociales altas. En estos países la mayoría de los niños pobres (entre el 77-80%) asiste a estas escuelas privadas locales donde sus maestros son cuidados por la comunidad, respetados en su trabajo el cual pueden ejercer con mucha más libertad que en las escuelas estatales y cobran mejor salario. Las razones de las familias para elegir estas escuelas libremente es que atienden mejor a los niños, son más seguras para las niñas y la enseñanza es de mayor calidad.

Y al final: ¿qué entienden por una enseñanza de mayor calidad? Obviamente, no que sus hijos jueguen y estén entretenidos mientras ellos, sus padres, trabajan, sino que adquieran en esas escuelas conocimientos poderosos. Conocimientos que necesitan para comprender e interpretar el mundo. Conocimientos que si careces de ellos, te harán dependiente de quienes sí los posean. Conocimientos superiores cognitivamente a los que necesitas para desenvolverte en la vida diaria. Conocimientos que transcienden la realidad inmediata y te liberan de los límites de tu experiencia cotidiana.

Conocimientos que no deberían olvidarse ni aparcarse en esa escuela que nos gusta decir de todos y para todos.

En este día del docente, mi reconocimiento a esos muchos maestros olvidados que ejercen su oficio en lugares hostiles con vocación, firmeza, honestidad y en libertad.

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