Nadia Calviño, la tecnócrata bruselense que pilotó la recuperación económica en España y que ahora aspira a volver a la UE

La vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño
La vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño
Carlos Gámez
La vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño

Nadia Calviño volverá a estar a los mandos del Ministerio de Economía durante una legislatura más. Pedro Sánchez ha vuelto a apostar por uno de sus perfiles más técnicos para dirigir la política económica de España, aunque la número dos del Gobierno ha ido cultivando una faceta cada vez más política, sobre todo en el tramo final de la anterior legislatura. Calviño inaugura un renovado mandato que, no obstante, podría ser breve. Su candidatura para presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI) está a punto de decidirse y si logra los apoyos necesarios pondrá rumbo a Luxemburgo, dejando vacante la jefatura de la política económica.

Calviño (A Coruña, 1968) tiene uno de los currículos más nutridos de todo el Consejo de Ministros. Licenciada en Economía primero y después en Derecho, conoce el ministerio que dirige desde hace muchos años. En él ha ocupado una subdirección y una dirección general y, además, es funcionaria de carrera. Forma parte del cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado, uno de los grupos de élite de la administración pública.

¿Qué te parece que Sánchez no haya reducido ministerios en su nuevo Gobierno?

Su vertiginosa carrera funcionarial continuó en la Comisión Europea, donde ocupó varios altos cargos durante los doce años que estuvo en Bruselas y aprendió cómo funcionan los entresijos de las instituciones comunitarias. En Bruselas, llegó a ser la funcionaria española con mayor rango de las instituciones europeas.

Sin embargo, su debut en política no se produjo hasta 2018, cuando Sánchez la reclamó para dirigir el ministerio de Economía. Calviño es también de las pocas ministras que ha repetido siempre en los Consejos de Ministros desde 2018. Solo Margarita Robles, Fernando Grande-Marlaska, Luis Planas, Teresa Ribera y María Jesús Montero comparten ese hito.

Su marcado perfil técnico y un profundo conocimiento de las instituciones europeas son sus dos grandes activos políticos, facetas que a la postre se demostrarían clave durante la legislatura plagada de incendios. La pandemia fue el primero de ellos. Calviño se encargó de pilotar la recuperación de una economía que se hundió más que ninguna otra en Europa, perjudicada por el gran peso de sectores de alto contacto  humano como el turismo o la hostelería.

Después llegarían los fondos de recuperación y la agenda de reformas que los acompañan. En este apartado, la experiencia europea de Calviño resultó crucial para que España se hiciera con 160.000 millones del mecanismo de recuperación y resiliencia. Sus contactos en la Comisión también han sido clave para pactar el plan e ir cerrando las reformas comprometidas, que han pasado todas por su mesa. Los ERTE, el ingreso mínimo vital, las subidas del salario mínimo llevan también la impronta de Calviño, dicen quienes la conocen. 

El cierre completo de la herida pandémica no llegaría hasta bien entrado 2022, lo que convirtió a España en uno de los países que más trato en volver al nivel de PIB prepandemia de la UE. Después de la pandemia llegaría la guerra en Ucrania y los decretos de respuesta a la crisis inflacionaria que se acentuó tras la invasión rusa. Desde marzo de 2022 el Gobierno ha aprobado siete paquetes de medidas para mitigar los efectos de la guerra, todos ellos coordinados desde el departamento que dirige Calviño.

El papel central de su ministerio como director de la política económica del país ha provocado que Calviño haya sido una de las ministras que más ha chocado con los socios de la coalición. Especialmente con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. Calviño y Díaz han tenido sonados encontronazos y a menudo se han situado en posiciones antagónicas. El alcance de las medidas de alivio hipotecario, los márgenes de beneficios de los supermercados, las subidas del salario mínimo o la propia reforma laboral han sido motivo de discordia entre las dos vicepresidentas, con Sánchez como árbitro.

Quienes conocen a la ministra dicen que Calviño está muy alejada de la imagen de burócrata gris que a menudo se proyecta de ella. Destacan su afabilidad, su forma rigurosa de trabajar y la definen como una persona que se arremanga hasta que las cosas salen bien. 

En el tramo final de la legislatura, Calviño cultivó una imagen más política y beligerante, con intervenciones parlamentarias sonadas y un destacado protagonismo en la campaña para la reelección de Sánchez. En su historial queda, no obstante, la mancha del polémico intento fichaje de su marido por Patrimonio Nacional que tuvo que renunciar a la plaza entre acusaciones de nepotismo.

Ministra con aspiraciones internacionales

La ministra que pilotó la recuperación tras la pandemia y diseñó la respuesta a la guerra de Ucrania afronta ahora el reto de mantener el pulso de la economía española en una Europa que lleva ya un año estancada. Con la brecha pandémica ya superada, las previsiones sitúan a la economía española como una de las que más crecerá de toda la UE en los próximos dos años. Si las últimas proyecciones de la UE se cumplen, España se convertirá en 2025 en la gran economía española que más habrá crecido desde la pandemia.

Sin embargo, la coyuntura sigue plagada de riesgos. Los hogares españoles sufren de lleno el impacto de los tipos de interés en forma de hipotecas cada vez más caras y una inflación que todavía no ha desaparecido del mapa. Además, la ministra tendrá que afrontar esta situación con el corsé de las reglas fiscales europeas que volverán a estar en vigor en 2024. Desde Bruselas ya han pedido a España que no renueve las medidas de apoyo energético. 

No obstante, todos estos desafíos deberá abordarlos otra persona si Calviño logra su ansiada plaza en el Banco Europeo de Inversiones (BEI). La ministra ha peleado en varias ocasiones por lograr puestos de relevancia en instituciones internacionales. Ya lo intentó en el FMI cuando Christine Lagarde salió rumbo al Banco Central Europeo en 2019 y estuvo a punto de hacerse con la presidencia del Eurogrupo —el foro informal de debate de los ministros de economía y finanzas de la eurozona— en 2021 que se le escapó por poco. 

Si logra la presidencia del BEI, la recién elegida ministra de Economía se convertirá en la tercera española que ocupa un puesto de peso en las altas instituciones europeas, solo detrás de Josep Borrell (jefe de la diplomacia europea) y Luis de Guindos (vicepresidente del BCE).

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