Mejor más horas o suficiente con la tarde: pugna generacional entre vecinos por el encendido de la calefacción central

Es una práctica poco aconsejable por varios motivos. Por un lado, porque dormir a más grados de lo necesario dificulta el sueño. Por otro, nuestro cuerpo baja la temperatura y se regula gracias al edredón a una temperatura agradable que nos permitirá descansar apropiadamente. Por último, dado que habremos tenido la calefacción durante buena parte del día, el calor se mantendrá sin problema.
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Pixabay / TBIT
Es una práctica poco aconsejable por varios motivos. Por un lado, porque dormir a más grados de lo necesario dificulta el sueño. Por otro, nuestro cuerpo baja la temperatura y se regula gracias al edredón a una temperatura agradable que nos permitirá descansar apropiadamente. Por último, dado que habremos tenido la calefacción durante buena parte del día, el calor se mantendrá sin problema.

A medida que los días se hacen más fríos, en algunas comunidades de vecinos sube la temperatura. La de la calefacción, pero también de los ánimos entre quienes viven en vecindarios que todavía tienen calefacción central y donde, como cada invierno -aunque especialmente desde que hace dos-, el precio del gas trepó a máximos históricos, se evidencia un cambio generacional, entre personas de distintas edades y maneras de vivir, y se refleja en una pugna grado a grado por las horas a las que unos y otro querrían tener encendida la calefacción. Y con ella, el gasto en energía.

Aunque cada vez son más los domicilios con calderas individuales de gas, cuando no es el empleo de tecnologías renovables, también unifamiliares, como la geotermia, en España quedan todavía miles de hogares que comparten caldera y calefacción con sus vecinos. Según la Asociación Española de Repartidores de Costes de Calefacción (AERCCA) calcula que hay 1,6 millones de vecindarios en esta situación, que estos días conviven con la 'fractura generacional' que separa a quienes están todo el día en casa y querrían tener la calefacción la mayor cantidad de horas posible y quienes salen de casa a primera hora de la mañana y no vuelven hasta la tarde, a quienes les bastaría unas horas en las últimas horas del día.

"Sí, es verdad que en las comunidades de propietarios hay dos opiniones muy distintas, la de reducir las horas en momentos en que no se está en casa y las de que no. No es solo es generacional, también familiar", afirma Isabel Ocaña, vicepresidenta del Colegio de Administradores de Fincas de Madrid, que también ejerce como tal y que no es ajena a discusiones, más y menos enconadas, en los vecindarios estos días por este motivo.  "Son niños y los mayores los que hacen el mayor horario de calefacción", asegura.

Precio del gas e inflación

La intensidad con la que se viven estas discrepancias es variable, según la experiencia en varias comunidades de vecinos que ha pulsado este periódico. Van desde una discusión no acalorada pero muy frecuente en las juntas de vecinos a ajustadas votaciones por el reparto de gastos comunes de calefacción en las que ganó la mayoría pero que dejaron el poso de que, en esta cuestión, los vecinos más jóvenes "van a por" los más mayores.

Al principio, las comunidades con calefacción central era más homogéneas, con vecinos con de edades similares o para los que, al menos, tener encendida la calefacción todo el día -en ocasiones, hasta pasar calor en pleno invierno- era natural. Las diferencias llegaron con el paso de los años, con la rotación de vecinos en muchos de esos pisos que dieron lugar a una 'doble velocidad', la de vecinos 'de toda la vida' pero con más años y en edad de jubilación y la de los nuevos inquilinos, jóvenes y con trabajos fuera de casa durante la mayor parte del día.

Esta evolución ha dado lugar a una pugna generacional sobre la calefacción central, que se acentuó a partir de 2021, con el precio del gas por las nubes primero y con la subida de la inflación después que llevaron las facturas a niveles insostenibles, tanto para sueldos como para pensiones en barrios de clase media. En este contexto, algunos miran al radiador para recortar gastos que consideran innecesarios, aunque son esenciales para otros.

"Se ha notado mucho más desde el año pasado, porque al reducir las horas de calefacción ha habido más quejas que en años anteriores", explica Ocaña, sobre una discusión habitual en las comunidades de vecinos, que "los más mayores demandan siempre más calor que los jóvenes que no están prácticamente en casa".

Derrama o infiernillo

Esto es lo que ocurre en un edificio de viviendas del distrito de Carabanchel, en Madrid, donde conviven vecinos mayores y ancianos con otros que han ido llegando llegando después. Según un asiduo asistente a sus juntas vecinales -a las que los administradores denuncian que cada vez más va menos gente-, la proporción entre unos y otros ya está "al 50%". Unos apelan a la necesidad de tener la casa calentita cuantas más horas mejor; los otros en el elevado coste que tiene eso.

"Se debate, la mayoría de gente dice que por lo menos esté encendida para la hora de la comida, pero hay gente más joven que dice que si el dinero, pero lo que pasa es que ellos se van de casa a las ocho de la mañana y no vuelven hasta las seis o las siete de la tarde", explica.

De momento, en esta comunidad, el acuerdo es que la caldera esté en funcionamiento de tres de la tarde a diez de la noche, una hora más que hasta hace unas semanas, cuando todavía no había entrado el frío y se esperaba hasta las 16 horas. De todos modos, de años anteriores se sabe que el verdadero jarro de agua fría no tiene que ver con el frío, sino con la cuestión económica. "Luego llega el administrador [de la finca] y dice que no hay dinero y se hace una derrama. Lo que no puede ser es que por que no haya derrama la gente este con infiernillos eléctricos", dice este vecino, partidario de tener encendida la calefacción de todo el día. 

Administrador, presidente y vecinos forman parte de la jerarquía de toda comunidad con calefacción central, el primero como 'controller' financiero y el segundo como autoridad y ejecutor de los acuerdos que se toman en la junta. En el último peldaño está, cuando lo hay, el portero, a quien van todos los comentarios y quejas de que en las casas haga demasiado calor o demasiado frío, así sea la posición de cada vecino dentro de este conflicto particular. "Esta cuestión la he visto desde hace 20 años que llevo aquí", dice el de esta comunidad de Carabanchel. Los  comentarios al respecto son el pan suyo de cada día, también las peticiones de subir o bajar, según sea el caso y tiene muy claro que el motivo clave es el económico. "Al que va más holgado no le importa. El que está más apretado está a ver si se puede recortar un par de horas", dice este portero. Podría hacerlo, porque la caldera es manual, él tiene las llaves y sabe como hacerlo, pero ni se le pasa por la cabeza. "Si no lo dice el presidente, nada".

Recortar gastos comunes

Ni siquiera la obligación por ley desde 2020 para instalar repartidores de costes, para que cada vecino pague la calefacción en función de su consumo, aunque haya caldera central, ha servido para hacer desaparecer esta cuestión. En este caso, las disputas de escalera se han trasladado desde reducir horas de calefacción para disminuir la factura colectiva al porcentaje de gastos fijos que de todas formas tienen que pagar entre todos los vecinos, para el mantenimiento de la instalación. "Significa que si tienes todos los radiadores cerrados, aunque no consumas nada de calefacción, tienen que seguir pagando la parte correspondiente al mantenimiento de la caldera, la electricidad de la sala de calderas o las piezas que haya que reparar y esos los tiene que pagar todo el mundo", explica el Ignacio Abati, presidente de AERCCA. Del 1,6 millones de hogares que viven en comunidades con calefacción central, la estimación es que ya tienen contadores individuales unas 900.000, quedan otras 600 o 700.000 que no, algunas de ellas , como esta de Carabanchel, porque pueden acogerse a excepciones cuando no sea "técnicamente viable y económicamente rentable".

La ley dice que estos gastos comunes deben oscilar entre el 25 y el 35% del coste total y estos diez puntos de diferencia se han convertido en un campo de batalla en comunidades como otra a varios kilómetros de distancia, en las orillas de Madrid Río, una construcción de los años 70 que con el paso del tiempo pasó de ser un colectivo de familias jóvenes con hijos pequeños que fueron creciendo y abandonando el nido, a otra de matrimonios no tan jóvenes, ya jubilados, que empezaron a convivir, cada vez más, con otros núcleos familiares más jóvenes o con pisos inhabitados cuyos inquilinos viven en otras ciudades y que, más aún que los que pasan el día trabajando, se preguntan por qué tienen que aportar tanto a la caja común para pagar la calefacción.

Estas diferencias dieron lugar a una ajustada y tensa votación el año pasado en la que terminó imponiéndose la opción de pagar el mínimo legal en común y que ha dejado un clima de desconfianza entre unos y otros que todavía no se ha disipado.

En medio se puso Margarita, que está jubilada y vive sola y es forma parte del grupo de "los viejos", entre los que se incluye, de vecinos que querría más calefacción pero que terminó votando a favor "de los jóvenes" de recortar gastos comunes al mínimo legal. "Me parecía lógico", dice, contenta porque saben que el consumo de gas se ha reducido casi a la mitad con los contadores individuales y porque con la posibilidad de regular la temperatura su factura no se ha movido demasiado, "como máximo 70 euros", dice Margarita. Por el contrario, inquilinos más recientes, que han renovado casas e instalado "radiadores hasta en los pasillos" pusieron el grito en el cielo el año pasado con facturas de 300 y 350 euros mensuales, que primero intentaron recortar disminuyendo las horas de calefacción -de 13.30 a 21 horas y hasta las 22.30 este año, "con la bajada del precio del gas"- y después intentado reducir al máximo los gastos comunes.

Después de tantas tensiones, la situación parece calmada al principio del invierno, con una solución que no es la hace años pero tampoco deja las horas centrales sin calefacción. "En casa se está a gusto, confortable y tampoco es cuestión de estar en manga corta como pasaba antes", dice Margarita.

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