La adicción al porno, un problema que afecta a más del 6% de la población: "Veía a las mujeres como objetos para conseguir placer"

Foto de archivo de un hombre con un ordenador.
Foto de archivo de un hombre con un ordenador.
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Foto de archivo de un hombre con un ordenador.

"Yo fui expuesto por accidente a la pornografía cuando tenía unos cinco años. Estaba en casa de un amigo y rebuscando entre las cosas de su hermano mayor sacamos una cinta, la pusimos en el reproductor y era una escena sexual bastante dura", cuenta Daniel Ribeiro. Ese momento sería el germen de un problema que le acompañaría en los siguientes años y que en España afecta a entre el 6 y el 10% de la población: la adicción a la pornografía. Durante los días siguientes, Ribeiro se sintió extraño. "Notaba malestar hasta en el estómago. Tenía como vergüenza, pero no sabía por qué, porque tampoco nadie me había dicho nada acerca de estos temas", relata a 20minutos

Ribeiro tiene 36 años. En ese entonces no había internet, ni redes sociales, ni tablets, ni móviles. Su historia empieza como la de muchas otras personas con adicción a la pornografía, tras toparse de forma accidental con ella, pero ese riesgo se disparó en cuanto entró en juego el mundo online. Si antes el acceso accidental era de entre un 30 y un 40% en adolescentes, ahora puede llegar al 70%. "El acceso a las pantallas cada vez ha crecido más; por tanto, la forma que tiene un adolescente para llegar a este tipo de contenidos ahora está más disponible que nunca", señala Alejandro Villena, psicólogo experto en sexualidad.

"Cuando entró internet en casa es cuando mi problema empezó a alcanzar otra dimensión. Si antes tenía que ir a un videoclub, alquilar una cinta o comprar una revista, de repente tenía acceso a todo eso a punta del ratón, en la pantalla", explica Ribeiro. Fue a partir de ese punto, a sus 18 años, cuando —dice— su adicción "subió de nivel". Accedía a este tipo de contenidos cada vez con mayor frecuencia, incluso sabiendo que estaba entrando en una espiral perjudicial. 

"Me di cuenta de que tenía un problema cuando fui consciente de que esto no me estaba causando ningún bien. De que no era capaz de mirar a una mujer sin sexualizarla. Era muy difícil no ver a una mujer, aunque fuese una amiga, como un objeto para conseguir placer. Era muy complicado hacer esa desconexión porque eso es lo que te enseña la pornografía, que la mujer es un medio para conseguir un fin, que es mi placer", cuenta. Aun cuando era consciente de todas las razones por las que debía dejar de consumir pornografía compulsivamente, no era capaz de decir que no. "Ahí fue cuando dije: no tengo el control", reconoce.

No tanto el cuánto se consume, sino cómo se hace

En España, la edad media del primer acceso al porno está entre los 8 y los 9 años. Generar una adicción depende de muchas variables, pero, según cuenta Villena, "el contacto temprano es un factor de riesgo". El psicólogo lleva más de una década curando este tipo de adicciones y explica que la clave para identificar un consumo patológico es cuando este ya no da placer. 

"Digamos que no tiene tanto que ver con el cuánto, que también, sino más bien con el cómo: la manera en que una persona utiliza la pornografía. Si lo utiliza para regular emociones, por ejemplo, para compensar carencias afectivas, gestionar el estrés, la frustración...", subraya. También la falta de control, el no poder pararlo o recaer constantemente, son factores a tener en cuenta para detectar una adicción; o analizar los conflictos que ello genera en la vida sexual, social, laboral o familiar de una persona. 

¿Las consecuencias? Niveles de soledad y aislamiento altísimos. Puede afectar también a la autoestima, al autoconcepto sexual, tras comprarse con un material "irreal", según cuenta Villena, también director clínico y de investigación de la asociación Dale Una Vuelta. "Puede generar un impacto en las relaciones sexuales, haciendo que sean menos satisfactorias. Genera dificultades para la excitación o para el orgasmo, haciendo que sea un sexo más impersonal, con menos empatía, con menos intimidad, y más basado en dinámicas de poder, de control, de dominancia y de sometimiento", añade. Así lo constata también un estudio llevado a cabo por la Universitat de les Illes Balears que alerta de que un 50% de jóvenes reconoce haber incrementado sus prácticas de riesgo tras consumir pornografía. 

Una alternativa al porno y la educación sexual

Irene García-Martínez se dio cuenta de la magnitud del tema cuando empezó a investigar sobre ello. Lo hizo después de que confluyeran dos situaciones importantes en un momento dado: por un lado, recibir un trabajo de fin de grado sobre la adicción a la pornografía de una de las alumnas de su universidad, y, por otro, haber sufrido ese problema en su ámbito personal, a través de la que entonces era su pareja. 

"Llegó un momento en el que hablando con mi expareja, en broma, salió el tema de que algunas personas se masturbaban en el trabajo. Y él me dijo que lo hacía. Cuando le pregunté por qué, me dijo que porque le relajaba. Y ahí algo me hizo click, de decir: ¿En qué momento tu sexualidad ha llegado a tu trabajo?", relata García-Martínez, de 30 años. Ella es directora de fotografía, aunque también ejerce la docencia en la universidad, y desde ese momento, en 2020, arrancó un proyecto en el que todavía sigue: EntenderSex. 

"Pensé: si hay un problema tan gordo del que nadie habla, ¿por qué no hacer algo audiovisual y alternativo a la educación sexual y a la pornografía? Había que ofrecer una alternativa desde la industria audiovisual", explica. Se trata de un proyecto de divulgación, de un docu-reality que ofrece una alternativa educativa basada en las relaciones empáticas sexoafectivas, a través de un grupo de 10 visitantes que entran en el "museo de la sexualidad asertiva". 

"Un problema de salud pública"

En estos últimos tres años, García-Martínez ha ido investigando y concienciándose sobre el asunto, también a raíz de conversaciones con otras personas. Una de las conclusiones, dice, es que tiene que abordarse el asunto también desde las experiencias y los relatos de las mujeres. 

 "Cuando saco el tema, las mujeres empiezan a reflexionar sobre cosas que les ha pasado y que quizás no son conscientes. Una me contó que se tenía que curar la vagina con Betadine recurrentemente; otra, que cuando empezó con su pareja le contó que tenía una adicción al sexo y que si no cumplía con sus necesidades, que eran acostarse siete veces al día, tendría que buscarlas en otra parte. A otra le pedía un Excel para ir anotando las veces que necesitaba hacerlo...", relata. 

Además, sostiene la fotógrafa, el problema es más grave de lo que se conoce. "No hay grupo de control", dice. "En Ciencia, los grupos de control son los que no están contaminados. Si estás estudiando el tabaco, necesitas un grupo de control de gente que no fume. Pues los profesionales no están encontrando un grupo de control de hombres para poder analizar la adicción a la pornografía. Es un problema de salud pública, está claro", asegura. 

Educación sexual para huir de la violencia

Entra ahí otro factor clave, y es el tipo de contenidos que suelen visualizar. "Estamos inflando un algoritmo que es cada vez más violento. Al final, lo que te recomienda para ver suelen ser los que tienen más reproducciones. Y la gente que consume habitualmente va escalando, porque cuando algo no te soluciona el problema de una manera rápida, escalan de contenidos hacia otros cada vez más agresivos", dice García-Martínez. 

Este es un asunto muy debatido en los últimos años, sobre todo por el efecto que tiene en el desarrollo cognitivo y, en general, en el aprendizaje de los propios adolescentes que acceden a este tipo de contenidos y luego intentan reproducir en la vida real. "Parece evidente que hay un efecto de imitación que reproducen esos modelos de pornografía, basados en estereotipos de género y que cosifican a la mujer", explica Villena, al ser preguntado por el aumento de agresiones sexuales entre menores de edad. 

La clave, coinciden todos, está en la educación sexual. Una educación que no se base únicamente en la prevención del embarazo o las enfermedades de transmisión sexual; sino que también aborde el respeto, la empatía y la afectividad en las relaciones. Una educación "sexualmente sensible", como le llama Villena, quien también incide en la urgencia de impulsar una reforma legislativa que vete el acceso de los menores de edad a la pornografía. 

"Yo siempre cuento mi historia diciendo lo diferente que habría sido si hubiese tenido la oportunidad de hablar de esos temas antes. Ese monstruo habría sido mucho más pequeño y mucho más fácil de matar si yo hubiese compartido esa carga con alguien más. Si hubiese entendido que hay otro patrón más saludable acerca de la sexualidad. Y eso ya ayuda a abrir ese tema de conversación y sacarlo del agujero donde nadie lo puede tocar. Que fue lo que pasó conmigo", concluye Ribeiro veinte años después de superar su adicción.

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