Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Más pobres y más ignorantes

La partida se juega en un tablero que no somos capaces de ver.
La partida se juega en un tablero que no somos capaces de ver.
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La partida se juega en un tablero que no somos capaces de ver.

Un estudio basado en datos de Eurostat muestra cómo España cerró el año 2022 con menos poder adquisitivo que en el año 2000. Ocupamos el puesto número veinte de la lista de los veintidós países europeos. Sólo Grecia e Italia están por debajo. Esto quiere decir que la subida de precios no se equipara a la subida de salarios y que, en general, somos más pobres que hace veinte años.

Ir a hacer la compra es alarmante. Los precios de la gasolina, el gas o el aceite no acaban de bajar y, por supuesto, los salarios no dan más de sí. El ciudadano no mira hacia arriba para pedir explicaciones. En España existe una disociación ideológica entre la política y la economía que no acabamos de superar. La política mueve nuestra emoción como si miramos un partido de fútbol y la economía no la entendemos, creemos que es magia. Ya cambiará, pensamos, como cambia el tiempo.

Mantenemos la curiosa idea de que el estado genera empleo y no somos conscientes de la insoportable e ineficiente maquinaria burocrática que alimentamos. El gasto público es un escándalo y existen cientos de ejemplos de ineficiencia alarmante que pasan desapercibidos sin dimisiones, oposición y muy poca crítica. Quizá, con un poco de suerte, el español medio logre ser funcionario y por las tardes se pueda dedicar a sus aficiones, pero eso no genera riqueza. La industria y la pequeña empresa hacen lo que pueden en un mundo paralelo hasta que ya no pueden más.

Cada vez está más claro lo que las generaciones jóvenes se están jugando en sus estudios y en su formación. Aunque ellos no lo piensen, sus padres empiezan a ser conscientes de que, si sus hijos no espabilan, pueden ser expulsados del paraíso artificial de la clase media y asomarse al abismo de la precariedad y la pobreza. El mileurismo no te salva, ni te permite muchos lujos más allá de la mera subsistencia.

En España existe una disociación ideológica entre la política y la economía que no acabamos de superar.

La ministra de empleo, Yolanda Díaz, habla de que los muy ricos tienen un plan para irse de La Tierra en naves. Ella sabe que la realidad es otra. Los dueños de las grandes empresas tecnológicas, las grandes fortunas y los fondos de inversión están acaparando cada vez más dinero y no hay ningún político en el mundo con valor para enfrentarse a eso. Es más, parece que están ayudando y poniendo de su parte para lograr que el incremento de esta transmisión de riqueza que se adivina en el horizonte se haga sin problemas porque ellos se llevarán su mordida. Son, al fin y al cabo, siervos.

Mientras, a la gente de la calle, le encanta la ideología barata, la identidad, el sentimiento, el pinganillo, las futbolistas enojadas y la tontería de turno. La emoción nos mantiene girando en la rueda del hámster mientras la gran partida se juega en un tablero que no somos capaces de ver. Aunque hay miles de fuentes de información, somos cada vez más ignorantes. Somos más pobres y más tontos. 

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