La crisis energética golpea de nuevo la economía: frena la bajada de la inflación y amenaza el crecimiento de 2024

Imagen de archivo de una refinaría de petróleo en Alemania.
Imagen de archivo de una refinaría de petróleo en Alemania.
DPA / EP
Imagen de archivo de una refinaría de petróleo en Alemania.

A estas alturas del año pasado, los gobiernos europeos se lanzaban en tromba a comprar gas en los mercados para llenar sus reservas y poder superar el primer invierno con el grifo ruso cerrado. El miedo a un desabastecimiento —que finalmente no se produjo— hizo que muchos invocaran el fantasma de la recesión, que tampoco llegaría. La eurozona encara este año la temporada fría con más confianza: el precio del gas es ahora cinco veces más bajo que a estas alturas de 2022 y las reservas de gas están llenas. Sin embargo, aunque los peores temores no llegaron a materializarse, la crisis energética no ha desaparecido del Viejo Continente. Aunque esta vez es el petróleo —y no el gas— el protagonista. 

La importante escalada que ha protagonizado el precio del crudo durante el verano ha interrumpido el proceso de bajada de la inflación que comenzó, precisamente, en el estío de 2022. El barril de Brent cuesta ya un 28% más que a finales de junio y la expectativa es que el precio siga subiendo en los próximos meses. Los conductores y transportistas españoles ya lo notan. En ese mismo periodo, la gasolina 95 se ha encarecido un 9% y el diésel lo ha hecho casi un 15%. Además, el precio de los contratos futuros de gas natural en Europa también se ha incrementado, aunque en menor medida.

Estos dos elementos, junto a la esperada desaparición de las medidas de apoyo energético en 2024 y el conocido como 'efecto base' estadístico, hacen pensar al Banco de España que los precios del consumo volverán a acelerarse de nuevo hasta mediados de 2024. En consecuencia, el supervisor bancario ha revisado al alza sus previsiones de inflación para 2023 y 2024 hasta el 3,6% este año (tres décimas más que antes del verano) y todavía un 4,3% el próximo (siete décimas más). No obstante, el repunte que se espera será mucho más leve que el que se vio entre marzo de 2021 y julio del año pasado.

Si no hay gobierno que lo impida, los españoles empezarán 2024 pagando una factura de la luz y del gas notablemente más abultada que con la que acaben 2023. Tanto las rebajas fiscales a la factura de la luz, cuya fiscalidad está prácticamente en el mínimo legal, como la excepción ibérica decaen en diciembre de este año. Esto provocará un incremento brusco y casi instantáneo en la factura de la luz y gas de hogares y empresas ya en enero.

Además, hay que tener en cuenta que la métrica más habitual para medir la inflación —comparar los precios de un mes y su equivalente el año anterior— hace que los datos estén muy condicionados por el pasado. Esto es lo que se conoce como 'efecto base' o 'efecto escalón'. En el caso de la energía, los precios comenzaron a reducirse notablemente a partir de septiembre de 2022 y siguieron haciéndolo hasta mayo de este año. En consecuencia, los próximos meses la inflación energética irá subiendo, no solo por el efecto del alza del petróleo, sino porque las comparaciones se harán cada vez con precios más bajos y, por tanto, resultarán más desfavorables.

Menos crecimiento

La escalada de la inflación que pueda provocar el incremento en los precios de la energía condicionará también el crecimiento económico durante 2024. El Banco de España ha revisado a la baja su previsión de incremento del PIB para el año próximo en cuatro décimas (del 2,2 al 1,8%). Entre los factores que explican esa revisión se encuentra también las subidas previstas del precio de la energía, que se suma al efecto de las fuertes subidas de tipos de interés y a la debilidad de las economías de los socios europeos.

La evolución que registren los precios de la energía en el futuro será determinante en la velocidad de avance del PIB. El principal motor de crecimiento en los próximos años será, según el Banco de España, el consumo privado, una variable que dependerá de la velocidad a la que se reduzca la inflación. Buena parte de las expectativas de consumo están puestas en que los trabajadores puedan recuperar algo del poder adquisitivo perdido durante la crisis y para que esto pueda ocurrir la desaceleración de los precios es crucial.

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