En 1974 un pescador alemán liberó miles de alevines de esta especie bigotuda en el río Ebro. Y no fue el único. Todos esperaban poder capturar a uno de estos peces enormes, alguna vez, cuando crecieran y, sin darse cuenta de las consecuencias que esto tendría en los ecosistemas, convirtieron al siluro en una especie invasora en nuestro país. 

Un abuelo de 3 metros de largo y 200 kilos

Este monstruo con bigote, originario de Europa del Este, ha conquistado los ríos de al menos 10 países de Europa Occidental y Meridional, y lo que algún día fue una oportunidad para la pesca deportiva, hoy supone un problema en los ríos que, paradógicamente, perjudica también las actividades pesqueras, al reducir las poblaciones de otras especies. 

Las cuatro especies de peces desaparecidas que vuelven a poblar el Manzanares

Además de sus barbillones peribucales de pez-gato, lo que más sorprende de esta especie de agua dulce es su tamaño, ya que habitualmente supera los dos metros y los 100 kilogramos, aunque puede llegar a alcanzar los tres metros y pesar hasta 270 kg.

Palomas al vuelo, el mejor alimento del pez-gato

En dos cosas parece diferenciarse esta peculiar especie de las del resto de su hábitat: ni tienen escamas -su cuerpo está cubierto de una mucosa-, ni se alimenta de plancton, o al menos, no solo, porque se comen a otros peces.

La hembra produce hasta 30.000 huevos por kilogramo de peso corporal y viven 30 años de media, aunque se cree que, posiblemente, puedan vivir hasta los 80 años. 

Jara y Sedal

Aunque sin duda, para los expertos, lo más sorprendente fue descubrir, a principios de este siglo, que estos invasores acuáticos no solo atacan a peces migratorios en peligro de extinción, como el sábalo común y el salmón del Atlántico, sino que también cazan -de un salto- y comen palomas.