Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

El paraguas comunitario

Von der Leyen, en el discurso del estado de la UE:
Von der Leyen, en el discurso del estado de la UE.
20MINUTOS
Von der Leyen, en el discurso del estado de la UE:

Acabo de volver de Estonia y Letonia, dos de los países incorporados a la Unión Europea ya en el siglo XXI. Me recordaron a la España de los 90 cuando los fondos europeos empezaron a regar las infraestructuras del país hasta modificar para bien su fisonomía. No siempre recordamos que antes de nuestro ingreso, las carreteras, los puentes, las redes ferroviarias y otros elementos de obra civil que elevan la calidad y el nivel de un territorio nada tenían que ver con los que ahora tenemos. No todo se hizo con fondos europeos, pero las sumas ingentes que recibimos para el desarrollo impulsaron miles de proyectos que obraron el cambio.

Esos fondos fueron también en gran medida los causantes de la metamorfosis experimentada en nuestras ciudades y pueblos ahora orgullosos de su presente y luciendo como nunca su pasado. Este proceso es el que viven de unos años acá esas repúblicas bálticas. Su red viaria está siendo mejorada a marchas forzadas y capitales como Riga o Tallin acometen grandes obras que pondrán en valor sus extraordinarios atractivos

La UE es lo mejor que les ha pasado: el progreso económico experimentado desde su incorporación y la estabilidad geoestratégica que les proporciona la pertenencia al club comunitario les dio la vida a estos países torturados por la historia. Otro tanto podría decirse de Eslovenia, Eslovaquia, la República Checa, Malta, Chipre, Rumanía, Bulgaria e incluso Polonia y Hungría, cuyos gobiernos, sin embargo, no les hacen a día de hoy merecedores de pertenecer a una alianza que exige el respeto a las libertades y los derechos humanos.

El proyecto europeo está lejos de ser perfecto y puede achacársele excesos de burocracia y un déficit de operatividad para abordar los problemas. No siempre es fácil conciliar intereses muchas veces contrarios de sus socios, pero hay que estar muy ciego para no ver un balance general positivo para todos y cada uno de sus componentes.

Solo los nacionalismos retrógrados y los populismos ultramontanos pueden exhibir su eurofobia ajenos a cualquier sentido de la realidad. Nacionalistas y populistas fueron quienes lograron a golpe de falsedades y demagogias sacar al Reino Unido de la UE en un aciago referéndum. Siete años después de aquel plebiscito, las encuestas certifican que solo un 9% de los británicos considera que el Brexit ha sido más un éxito que un rotundo fracaso. Aquel ejercicio de estulticia colectiva se ha llevado por delante a varios gobiernos, entre ellos el encabezado por el atrabiliario Boris Johnson, principal responsable del desastre, sumiendo al país en una errática deriva económica y reabriendo heridas en Irlanda y Escocia que creían cicatrizadas. Hasta Gibraltar se siente gravemente damnificada por la salida de la Unión. Su primer ministro acaba de declararse públicamente "hasta los cojones del Brexit" lo que da idea de cómo les va fuera de la UE.

Aquí en España, inmersos como estamos en la incertidumbre política, cabría preguntarse cuánto se agravaría esta situación de no permanecer bajo el paraguas comunitario que, con todos sus defectos, nos garantiza un marco de rigor y estabilidad.

Solo los nacionalismos retrógrados y los populismos ultramontanos pueden exhibir su eurofobia ajenos a cualquier sentido de la realidad

El pasado miércoles en su discurso sobre el estado de la Unión la presidenta Ursula von der Leyen citó los grandes retos que Europa ha de afrontar y que van desde su ampliación al cambio climático, pasando por la guerra de Ucrania, la crisis migratoria y la económica. Asuntos que certifican la trascendencia de este curso político. Las elecciones al Parlamento Europeo del próximo mes de junio no deberían tomarse como unos comicios menores. En la UE nos jugamos también el futuro.

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