Sara, atrapada en Marruecos: "Volamos poco después de producirse el terremoto y nadie nos avisó; aquí no nos han ofrecido ni agua"

Turistas hacen cola en la terminal de salidas del aeropuerto de Marrakech el 10 de septiembre para intentar coger un vuelo que les saque de Marruecos tras el terrible terremoto del 8 de septiembre. En el recuadro arriba a la derecha, imagen de Sara Franco.
Turistas hacen cola en la terminal de salidas del aeropuerto de Marrakech el 10 de septiembre para intentar coger un vuelo que les saque de Marruecos tras el terrible terremoto del 8 de septiembre. En el recuadro arriba a la derecha, imagen de Sara Franco.
EFE / CEDIDA
Turistas hacen cola en la terminal de salidas del aeropuerto de Marrakech el 10 de septiembre para intentar coger un vuelo que les saque de Marruecos tras el terrible terremoto del 8 de septiembre. En el recuadro arriba a la derecha, imagen de Sara Franco.

Sara Franco y su pareja madrugaron mucho este sábado. Su destino era el Toubkal, una montaña de 4.167 metros de altura -la cima más alta de Marruecos- a la que querían subir desde la pequeña localidad de Imlil, a escasos diez kilómetros del epicentro del devastador terremoto que la noche del viernes al sábado sacudió el país dejando hasta el momento más de 2.100 víctimas mortales y otras tantas personas heridas.

Su vuelo despegó a las 7.40 de la mañana de este sábado, cuando la prensa española comenzaba a recoger las noticias que llegaban del país vecino. Sin embargo, Sara y su pareja, ambos ingenieros residentes en Madrid de 28 años, despegaron desde Barajas con normalidad en un vuelo de una compañía de bajo coste. Sin saber que volaban a un sitio que acabada de ser sacudido por la energía de la tierra. 

"Nadie nos avisó de que la noche anterior se había producido un terremoto. Y era obvio que lo sabían. Como de costumbre, nos desearon un feliz vuelo. Si me hubieran advertido de que volaba a ese destino bajo mi responsabilidad, no habría volado. Otras personas decidieron poner en riesgo nuestras vidas", relata por teléfono a 20minutos desde el hotel de Marrakech donde ha pasado su primera noche en Marruecos.

Al aterrizar en un destino en el que ahora se siente atrapada, en el aeropuerto internacional de Marrakech, tras pasar "con normalidad" el control de pasaportes, empezó a ver cosas que le extrañaron como "dos vidrieras rotas" y "mucha gente durmiendo" en las instalaciones. En el autobús de camino al centro de la ciudad, desde donde pensaban continuar en un taxi compartido su viaje hacia el pueblo alpino de la cordillera del Atlas de Marruecos, observaron varios edificios derruidos que acrecentaron sus sospechas. 

Una vez en Marrakech y tras hablar con varios taxistas locales, se enteraron de lo ocurrido ni 12 horas antes. Con la conexión a internet ya recuperada, sus móviles se coparon de mensajes de familiares y amigos. El primero era de las 7.35 de la mañana, cuando estaba a punto de despegar y con el teléfono ya en modo avión, de una amiga que le advertía de lo sucedido y le preguntaba qué había hecho.

Sobre las 10.00 horas llegaron al Instituto Cervantes, que había sido abierto para dar cobijo a los españoles que se encontraran en Marruecos y lo necesitaran. Franco lamenta el "abandono", la "dejadez" y el "trato poco humano" que ha recibido tanto por parte del director del centro como por parte del consulado, que se limitó a decirle, según el testimonio de esta joven, que "es lo que hay". "Cuando llegamos al Instituto Cervantes no había nadie, solo más españoles buscando ayuda. No nos dieron ni agua. Hasta las 20.00 no llegó el director del centro, que nos dijo que lo iban a cerrar. Desde el consulado nos instaron a buscar un hotel y hacer turismo por Marrakech, pero ¿qué clase de persona quiere hacer turismo en medio de tanto dolor?", se pregunta desolada. 

Según cuenta, en el Instituto Cervantes reinaban los nervios. Entre los españoles allí resguardados se encontraba un matrimonio octogenario que había viajado con su hija y nieta a Marrakech y habían sentido el terremoto. Ellos, relata Franco, ya se encuentran en el aeropuerto porque este domingo tenían el vuelo de vuelta. Un aeródromo en el que encontraron muchas personas durmiendo en el suelo. "Miedo" y "angustia" eran las palabras que más repetían los turistas españoles llegados este sábado a Valencia desde la ciudad marroquí. 

Para Sara Franco, el Toubkal otra vez será. Ahora la prioridad de la joven montañera es volver a España: "No he venido para estar en un hotel de cuatro estrellas comiendo. Y no voy a quedarme en una ciudad que está destruida", afirma Franco. La primera opción para volver es coger un vuelo de regreso, pero "se han puesto a unos 1.500 euros y, además, cuando intentas comprarlo te da error". La vía más factible que ahora contemplan ella y su pareja es llegar en autobús a Tánger para desde allí subirse a un ferry que les devuelva a suelo español, en Tarifa. "Queremos volver ya, no me voy a quedar a hacer turismo en un país que acaba de decretar tres días de luto", lamenta. Su vuelta, en principio, estaba prevista para el próximo sábado.

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