Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Cazadores, señaladores y pasadores de lista

Imagen alegórica de las preguntas de algunas ruedas de prensa.
Imagen alegórica de las preguntas de algunas ruedas de prensa.
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Imagen alegórica de las preguntas de algunas ruedas de prensa.

Están por todas partes. Por norma general y cuando la causa encaja con sus ideas de veleta posmoderna se vuelven locos por la libertad de expresión. Salen a la calle, apoyan a quien toca, tragan sapos, defienden causas que envejecen con ridiculez y se sienten vivos, activos y activistas. Cuando los suyos meten la pata, callan sin ningún tipo de pudor, esperan a que pase la tormenta, se meten en la cueva porque saben que un clavo saca a otro clavo.

Sin embargo, de vez en cuando, pasa algo que les resulta intolerable, una tormenta perfecta, algo que observan con claridad de científico, como una evidencia empírica, un nuevo dogma que, como todos, genera fieles y paganos. Cuando llega ese momento, no hacen prisioneros. Pueden tener una parte de razón, pero no importa. Se apaga la luz, se encienden las luminarias rojas de emergencia y se suspenden las reglas del juego. Empieza la caza.

No les gusta que algunos no se sumen a su argumento, a su sentencia evidente y, como en los peores momentos de la historia, hacen listas.

Saben cómo hacerlo y también saben cuándo. Van a cazar disidentes, van a buscar la duda, la negación del otro para poder reafirmarse ellos. No esperan a que la justicia haga su trabajo. Hay una justicia antes de la justicia, una ley antes que el legislativo y una ejecución previa al ejecutivo. Después de cazar, señalan. No les gusta que algunos no se sumen a su argumento, a su sentencia evidente y, como en los peores momentos de la historia, hacen listas.

Como el delegado pelota de la clase que hace una lista en la pizarra con los que se portan mal cuando se va el profesor, los cazadores hacen también listas y las comparten en el barrizal de Twitter donde intentan lapidar e intimidar a los que no piensan como ellos. Están convencidos de que la vida es eso y, quizá por eso, no salen de allí, para no darse cuenta de que son espectros sectarios con fecha de caducidad.

Le preguntan a Rafa Nadal, a un escritor, a un político y a un entrenador de fútbol. Quieren tener la certeza de que todos los apoyan. No entienden que dentro de la libertad está el silencio y que nunca el silencio fue tan importante y valioso como lo es ahora. Son una inquisición cutre, un grupo de monjas con guitarra que busca imponer el modo de pensar de los demás y son un reflejo de la falta de cultura, del sectarismo, el borreguismo y el miedo a los que piensan por libre. Aunque hagan tanto ruido, tienen la batalla perdida. 

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