El Imperio Romano fue una de las civilizaciones más poderosas y extensas de la historia. Durante más de cinco siglos, desde el siglo I al V después de nuestra era, Roma extendió su dominio desde Europa hasta Asia y África.
Es esencial entender, sin embargo, que el término 'españoles' en la antigüedad adquiere matices distintos a los de la actualidad. El nacimiento de España como entidad política y geográfica tiene sus raíces en un proceso histórico mucho más complejo que la delimitación actual de fronteras. Los territorios que hoy conforman España experimentaron una amplia variedad de influencias culturales y administrativas a lo largo de los siglos, lo que hace que el término español resulte un anacronismo para referirse a personalidades de la antigüedad que nacieron en esta región.
Trajano, Adriano y Teodosio I, tres de los emperadores que guiaron los destinos del Imperio Romano, vieron la luz en el suelo de la península ibérica, que abarca en gran medida lo que hoy son España y Portugal. Cada uno de estos gobernantes dejó un legado profundo en la historia de Roma y del mundo, forjando acontecimientos y políticas que trascendieron a su época.
Trajano: el primer emperador hispano
Marco Ulpio Trajano, nacido en el año 53 después de nuestra era en Itálica, una ciudad en la provincia romana de Hispania Bética, que corresponde a la actual Andalucía.
Trajano se labró una carrera militar bajo el gobierno de Vespasiano y Tito, destacando en campañas contra judíos y dacios. Su distinción le ganó la adopción por parte del emperador Nerva, sucediéndolo en el trono en el año 98 después de nuestra era.
Como emperador, Trajano llevó a cabo una serie de conquistas que llevaron al Imperio Romano a su máxima extensión territorial. Anexó regiones como Dacia, Armenia, Mesopotamia y Arabia, consolidando su reputación como líder militar. Construyó numerosas obras públicas, como acueductos, puentes, carreteras, termas, monumentos y el Foro de Trajano, el mayor complejo arquitectónico de Roma, que albergaba una biblioteca, basílica, mercado y una columna conmemorativa.
Trajano murió con 64 años, mientras regresaba de una campaña contra los partos, un grupo iranio. Fue sucedido por su sobrino y adoptado Adriano, a quien había nombrado heredero poco antes de su muerte.
Adriano: el emperador viajero
Nacido en el año 76 después de nuestra era también en Itálica, Publio Elio Adriano fue un pariente de Trajano. Su educación se completó en Roma después de mudarse allí a los catorce años tras la muerte de su padre.
La trayectoria de Adriano, similar a la de Trajano, lo llevó a una carrera militar y política, participando en campañas militares y ocupando cargos como cónsul, tribuno y gobernador. Tras la muerte de Trajano, Adriano, quien entonces se encontraba en Siria como gobernador, recibió el respaldo del ejército y del Senado para asumir el trono imperial.
A diferencia de su tío, Adriano optó por fortalecer en lugar de expandir el imperio, erigiendo murallas como la icónica Muralla de Adriano en Britania y negociando tratados de paz con los partos y dacios. Como emperador viajero, recorrió las provincias imperiales para supervisar asuntos administrativos, culturales y militares. Admirador de la cultura griega, impulsó el helenismo y fomentó las artes y las ciencias, dejando un legado en estructuras como el Panteón de Roma, la Villa Adriana en Tívoli y el Templo de Zeus en Olimpia.
Adriano murió en el año 138 con 62 años. Designó a Antonino Pío como sucesor, dando inicio a la dinastía de los Antoninos.
Teodosio I: el último emperador de un imperio unido
Teodosio I el Grande, nacido en el año 347 después de nuestra era en Cauca, en la provincia romana de Hispania Tarraconense (hoy Segovia), fue el último emperador romano en gobernar sobre el imperio en su conjunto antes de su división permanente entre Oriente y Occidente.
Teodosio también siguió la carrera militar, y se distinguió por su valentía y habilidad. Su legado histórico se centra en su influencia sobre el cristianismo y el Imperio Romano. En el año 380, promulgó el Edicto de Tesalónica, estableciendo el cristianismo niceno como la religión oficial y prohibiendo otras prácticas religiosas. Esta medida detuvo las persecuciones a los cristianos y fortaleció la Iglesia.
Teodosio I falleció en 395 a los 48 años, habiendo reunificado temporalmente el imperio bajo su liderazgo. Dividió el imperio entre sus hijos: Oriente para Arcadio y Occidente para Honorio. Esta división, definitiva y simbólica, señaló el inicio del declive del Imperio Romano.
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