El devastador incendio forestal que ha tenido lugar en las últimas semanas en Tenerife, así como otros que han tenido lugar este verano (Grecia o Canadá, entre otros), están vinculados al calentamiento global.

Cada incendio de este tipo presenta sus singularidades, y en este caso, las condiciones meteorológicas son, probablemente, el factor más determinante en su propagación y evolución. En este momento es donde entra en juego el cambio climático, según Meteored.

Pero, ¿qué condiciones exactas han propiciado este incendio? Los expertos aseguran que la situación de las temperaturas y la sequedad extrema, favorecidas por el contexto climático actual, han sido las circunstancias que han contribuido a la formación de estos incendios haciéndolos imparables. 

Incendios de sexta generación 

Estos incendios se conocen en los últimos tiempos dentro de una categoría denominada sexta generación. Este concepto recoge los fuegos que modifican las condiciones climáticas del lugar en cuestión, haciéndolas diferentes a las pronosticadas por los modelos de predicción. Como consecuencia, estos evolucionan de forma imprevisible haciendo inútil cualquier intento de frenar su avance. 

El incendio de Tenerife está ya estabilizado en un perímetro consolidado, pero todavía quedan 'puntos calientes'

Siempre se han producido grandes incendios, más allá de los provocados por el humano. Estos forman parte de los procesos naturales que cumplen con una función regenerativa del suelo y de la cubierta vegetal. De igual manera, el frío en invierno o calor en verano son factores que tienen lugar en la naturaleza. Sin embargo, cuando entra en juego el calentamiento global, las consecuencias cambian. 

La abundancia o escasez de precipitaciones, los fenómenos de temperaturas extremas y los fenómenos climáticos extremos se están convirtiendo en cada vez más habitual. Como consecuencia, estas circunstancias están llevando a un mayor número de estos incendios de esta sexta generación. 

En el caso de este incendio en Tenerife, su impacto y magnitud podría haber sido diferente si la semana previa no se hubiera producido una ola de calor en Canarias. La irrupción de una masa de aire extremadamente cálido que persistió durante varios días fue el caldo de cultivo para la voracidad del fuego.