Riesgos a los que se enfrentan los huérfanos de violencia machista: "Han crecido con esa violencia y pueden repetirla"

La violencia machista deja 6 menores huérfanos en dos días en España y 39 en lo que va de año
Agentes de la Policía Nacional acompañan a dos menores después de que su madre fuera asesinada esta semana.
EUROPA PRESS
La violencia machista deja 6 menores huérfanos en dos días en España y 39 en lo que va de año

"La violencia de género se aprende. Un niño no nace siendo violento y maltratador, igual que una niña no nace siendo sumisa. Hay que sacarles de ese contexto de maltrato, enseñarles que existe otra manera de relacionarse con sus iguales y potenciar el buen trato porque han crecido con esa violencia y pueden repetirla". Es la dura afirmación que hacen los expertos tras conocer los escalofriantes datos que deja la violencia machista.

Esta semana, en apenas 24 horas, seis menores han quedado huérfanos después de que sus padres asesinaran a sus progenitoras. Lo han hecho, además, mientras algunos estaban en casa en ese momento. En lo que va de año, la violencia machista ha dejado huérfanos a 39 menores en España; una cifra que supera la registrada en todo el 2022, cuando fueron 38, y 416 desde que se empezaron a contabilizar en 2013. "El detonante de la violencia de género es la socialización, la adjudicación de roles", lamentan varios psicólogos.

¿Cuál es el primer paso a dar cuando un menor se queda huérfano tras un asesinato machista? "Lo primero que necesita es sentirse protegido y a salvo", explica Bárbara Zorrilla, psicóloga forense experta en violencia de género y victimología. En este sentido, dice que, en función de su edad, será necesario que reciba una atención psicológica especializada en esa etapa crítica para evaluar el impacto que ha tenido en él lo ocurrido, evitar que se cronifique la sintomatología postraumática (que es muy habitual en esos casos) y valorar cuáles son las opciones que tiene.

A nivel social ocurre lo mismo, añade la experta, que incide en que será necesario realizar una evaluación de la situación para ver si puede quedarse con algún familiar. "Suele ser lo habitual y suelen ser figuras de referencia y seguridad para él, pero primero hay que hacer una valoración por parte de los servicios sociales", recalca.

Zorrilla distingue entre dos escenarios en función de si el menor ha estado en el momento del asesinato o no. "Si han sido testigos, el daño psicológico se va a disparar porque que maten a su madre, y además en su presencia, genera un trauma muy grave. Un trauma es una ruptura de todo su mundo, de sus esquemas mentales previos sobre cómo es él o ella, cómo es el mundo y cómo son los demás", relata. Así, la especialista explica que suelen desarrollar sintomatología postraumática en forma de reexperimentación (con flashbacks, pesadillas y recuerdos intrusivos), evitación (de cualquier estímulo que ellos asocien al suceso violento) e hiperactivación (están siempre alerta, sin bajar la guardia porque se sienten continuamente bajo amenaza).

Antes del asesinato

"Los hijos e hijas de la mujeres que sufren violencia machista son siempre víctimas directas de la misma, incluso muchas veces antes del nacimiento, ya que el embarazo es una etapa especialmente vulnerable para la madre y todos los datos indican que en ese momento es cuando el maltrato se intensifica", detalla Zorrilla. Asimismo, explica que los menores son siempre víctimas de violencia psicológica, aunque no siempre de violencia física. "La violencia psicológica puede ser incluso más dañina que la física; de hecho, ser testigo de la violencia, también es violencia, también genera trauma", insiste la psicóloga forense experta en violencia de género.

En la misma línea se manifiesta Juana M.ª Aguilar, presidenta de la Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas y directora del Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres Maltratadas, que recalca que estos menores, por el hecho de vivir en una familia donde se ejerce violencia sobre su madre, ya son receptores de violencia. "Son víctimas directas igual que su madre", coincide.

Aguilar está al frente de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas que gestiona, desde 1991, el único centro de recuperación integral que hay en España para víctimas de violencia de género. Trabajan con núcleos familiares (madres y sus hijos e hijas) que han sufrido violencia en su familia de origen (física, psicológica, económica, sexual…) y, después, con sus parejas. Lo hacen a través de un programa en el que prima la seguridad de las mujeres y sus hijos e hijas, por lo que está deslocalizado.

Las mujeres que acuden a este recurso lo hacen para realizar un tratamiento, sobre todo psicológico, que dura entre 18 y 22 meses. De los 17 núcleos que tienen en la actualidad, en 13 hay menores a su cargo que han sufrido cómo sus padres ejercían violencia sobre sus madres y, por ende, sobre ellos. "Vienen bastante dañados, pero es cierto que, cuando se les saca del contexto de riesgo y se les lleva a un lugar protegido y normalizado, la recuperación para ellos es muchísimo más rápida que para sus madres", sostiene Aguilar.

La violencia de género tiene efectos negativos en el desarrollo evolutivo de los menores a nivel físico, cognitivo, social y emocional. "Es habitual encontrarnos con alteraciones del apego que influyen negativamente en la construcción que estos menores hacen de sí mismos y en la forma en que establecen sus relaciones futuras. En función del nivel de daño psíquico y de si han recibido o no la atención adecuada de manera temprana, es frecuente que nos encontremos con secuelas que pueden acompañarles el resto de su vida", asegura Zorrilla.

¿Se llega a superar un suceso así?

"Se puede superar", confirma Zorrilla, que dice que para conseguirlo, estos niños y niñas necesitan todo el apoyo familiar, social e institucional del que puedan disponer. "En primer lugar necesitan sentirse seguros y a salvo, por lo que hay que protegerles del maltratador y garantizarles un espacio libre de violencia en el que atender a sus necesidades psicológicas, sociales, educativas… Estos menores necesitan tener modelos de relación interpersonal alternativos a los que han conocido hasta ahora y promover su adaptación en todos los ámbitos", argumenta.

Además, ante la pérdida de la madre, suelen necesitar un acompañamiento en el proceso de duelo para que puedan elaborar la pérdida más importante de su vida, para poder expresar emociones, para las que muchos, depende de la edad, no tienen palabras. "Hay que ayudarles a construir un relato coherente de lo que ha ocurrido", relata la experta.

Aun así, a pesar de la vulnerabilidad de estos niños, recalca que son personas "altamente resilientes, con una gran capacidad de adaptación y de superación de las reacciones adversas". "La resiliencia se puede entrenar fortaleciendo los recursos internos que ya poseen y dotándoles de capacidades, herramientas y estrategias que les ayuden a superar lo ocurrido e incluso a salir fortalecidos de ello", añade.

Relación con el progenitor

¿Es razonable que el menor siga viendo a su padre tras un caso de violencia machista? Los expertos dicen que no, ya que, además, es una forma de evitar que repitan el patrón con el que han crecido.

Zorrilla reitera que "un padre que maltrata a su madre maltrata siempre a su hijo/a porque la violencia no se encapsula, sino que se irradia alrededor y acaba alcanzando a toda la familia". En esta línea, añade que los menores necesitan referentes educativos positivos, afectivos y nutricios, que son la figura opuesta a la de un maltratador, "que enseña que la violencia es una forma legítima de resolver los conflictos, que atemoriza y ofrece un modelo machista de relación".

Esta psicóloga es clara: "Estos asesinos les han robado a sus hijos sus figuras de apego, sus referentes y, en función de la edad que tengan, todo su mundo. Necesitan ser alejados y protegidos de él".

La responsable de Incidencia Política de Save the Children, Carmela del Moral, respalda estas declaraciones haciendo referencia a la normativa. "Un maltratador no puede ser un buen padre. De hecho, en la Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia (LOPIVI) se suspende el régimen de visitas en el caso de que la persona menor de edad haya presenciado hechos de violencia de género, se prohíbe la guarda conjunta en los casos en los que uno de los progenitores esté incurso en un proceso penal iniciado por atentar contra la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o la libertad e indemnidad sexual del otro cónyuge o de los hijos que convivan con ambos, y se prevén también medidas como la limitación de comunicaciones", concluye.

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