Javier Yanes Periodista, escritor, biólogo y doctor en Bioquímica y Biología Molecular
OPINIÓN

Los científicos, cada vez más comprometidos políticamente (en otros países)

  • Revistas y comunidades científicas se movilizan contra líderes y gobiernos que ignoran o niegan la ciencia.
  • Esta tendencia creciente en otros países aún no parece haber llegado a España.
Activistas de Rebelión Científica en la sede de RTVE, concentrados con motivo de la celebración del debate electoral el pasado 19 de julio.
Activistas de Rebelión Científica en la sede de RTVE, concentrados con motivo de la celebración del debate electoral el pasado 19 de julio.
Rebelión Científica
Activistas de Rebelión Científica en la sede de RTVE, concentrados con motivo de la celebración del debate electoral el pasado 19 de julio.

La ciencia es un sistema de conocimiento de la naturaleza. No es una opinión, ni un punto de vista, ni una reflexión, ni una ideología, filosofía, creencia o religión. Es solo una lupa para ver las cosas que no podemos ver a simple vista. El problema es que, al menos desde Galileo, muchos de quienes han ostentado el poder político (y religioso, en los casos en que es lo mismo) no han querido aceptarlo cuando aquello que la ciencia descubre atenta contra los fundamentos que sustentan su poder.

En particular, a los regímenes autoritarios nunca les ha gustado la ciencia, y por ello en la medida de lo posible han tratado de sustituirla por una pseudociencia propia. El Tercer Reich lo hizo con una teoría cosmogónica y racial trufada de biomisticismo y ocultismo, el estalinismo con el lysenkoísmo que negaba la genética y el darwinismo (por cierto, revivido en tiempos recientes en la Rusia de Vladimir Putin, un fenómeno no por muy lamentable menos interesante), y el franquismo con las delirantes ideas de los psiquiatras Antonio Vallejo-Nágera y Juan José López Ibor sobre el “gen rojo” y la higiene racial de la hispanidad.

Pero este rechazo a la ciencia y su sustitución por pseudociencia, defendida como la verdadera ciencia, no es exclusivo de dictaduras, y persiste hoy. El trumpismo y sus versiones europeas, incluyendo las españolas, mantienen cruzadas en varios frentes contra la ciencia de las vacunas, del cambio climático y, en general, de todo aquello que los estudios científicos descubren como las opciones más aptas para conjugar el bienestar humano con la habitabilidad terrestre y la conservación de los recursos; opciones que, sin embargo, suponen cambios que amenazan el statu quo y los intereses económicos actuales.

"Durante mucho tiempo el activismo político en la ciencia se ha considerado tabú"

Los científicos, como profesionales de la ciencia y con independencia de las inclinaciones ideológicas de cada cual, han mantenido una relación complicada con la política. En The Conversation, los sociólogos de la ciencia Scott Frickel y Fernando Tormos-Aponte, respectivamente de las universidades de Brown y Pittsburgh, escriben que “durante mucho tiempo el activismo [político] en la ciencia se ha considerado tabú, ya que muchos en este campo temen que la politización de la ciencia mine su objetividad”, o que, como señalaba un estudio reciente, ciertos sectores contrarios pierdan confianza en la ciencia. Y también la implicación política entraña cierto riesgo para la carrera científica, algo que hemos escuchado muchas veces dentro de los círculos científicos.

De la bomba atómica al 'Black Lives Matter'

Pese a todo, y como repasan Frickel y Tormos-Aponte, la toma de postura política entre los científicos no es algo nuevo. La bomba atómica inspiró todo un movimiento de científicos por la paz y el desarme nuclear, incluyendo al propio Julius Robert Oppenheimer, artífice de la bomba y ahora de moda por la película de Christopher Nolan. Organizaciones como la Union of Concerned Scientists (UCS), fundada en 1969, han llevado desde hace décadas los pronunciamientos individuales de muchos científicos a una acción organizada. Desde entonces han sido múltiples las causas, y no solo en defensa de la realidad de los resultados científicos frente a la fantasía de bulos y conspiranoias, sino también solidarias y humanitarias, como el Black Lives Matter o el #MeToo.

La culminación de esta implicación llegó con el mandato de Donald Trump en EEUU. Por primera vez ocupaba la presidencia de la primera potencia científica mundial un personaje claramente hostil a la ciencia, que se dedicó a minar o vaciar de contenido algunas de las principales instituciones científicas del país. Como respuesta, de cara a las elecciones presidenciales de 2020 hubo un pronunciamiento contrario a la reelección de Trump que incluyó a revistas científicas y médicas de primera línea como Nature, Science, The New England Journal of Medicine (por primera vez en sus 208 años de historia) o The Lancet, publicaciones especializadas como Scientific American (por primera vez en sus 175 años de existencia) y hasta 81 premios Nobel de ciencia de EEUU.

Según 'Nature', "la ciencia y la política son inseparables"

La británica Nature ha sido especialmente explícita en su defensa de que “la ciencia y la política son inseparables”, publicaba la revista en octubre de 2020, antes de las elecciones presidenciales de EEUU; en plena pandemia, cuando algunos líderes políticos estaban utilizando la ciencia para guiar sus decisiones, y otros estaban “malentendiéndola, mal usándola o suprimiéndola”; y con “un número de políticos ignorando o intentando minar la irrefutable evidencia que muestra que los humanos son la causa” del cambio climático.

Frickel y Tormos-Aponte citan varios ejemplos de cómo en diversos países los científicos están organizándose para actuar contra los gobiernos que tratan de desmontar o acallar a la ciencia, o que utilizan falsa ciencia para justificar sus políticas. En una nueva revisión en Science Advances, los dos sociólogos y un grupo de colaboradores repasan estudios que analizan cómo “los científicos se están movilizando para el activismo social y la protesta política”, a través de organizaciones ciudadanas científicas como UCS, March for Science, Scientist Rebellion, Science for the People…

“Nuestros resultados indican que el activismo en la ciencia puede estar ganando legitimidad en la comunidad científica”, escriben los dos sociólogos. Y por lo tanto, este parece ya un fenómeno irreversible que no hará sino crecer, sobre todo cuanto más crezca el movimiento anti-ciencia entre el poder y ciertos partidos políticos.

España es diferente

Pero todo esto se refiere mayoritariamente al mundo anglosajón, dominante en el ecosistema científico. Y mientras tanto, ¿qué ocurre en España? Repasemos lo ocurrido antes de las pasadas elecciones generales del 23 de julio, con la demoscopia vaticinando un próximo gobierno participado por un pujante sector de la oferta política claramente alineado con y alimentando las corrientes anti-ciencia.

Se celebró un debate entre representantes de los principales partidos políticos, auspiciado por la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), sobre las propuestas de sus programas en materia de ciencia; debate que pasó prácticamente desapercibido en los medios, debido a su, llamémoslo, bajo perfil. En cuanto a manifiestos públicos, una carta firmada por unos 500 científicos pidió al próximo gobierno un compromiso por la ciencia. Tal vez lo más llamativo de este manifiesto fuera la falta de compromiso de su petición de compromiso; una aséptica y total equidistancia. Plumas secas como las de un pato.

Nótese que no tiene nada que ver un manifiesto firmado por académicos desde una tribuna con el tipo de activismo científico-ciudadano-social que analizan Frickel, Tormos-Aponte y sus colaboradores en su reciente revisión: “la movilización de la ciencia puede a la vez defender a la ciencia y promover su uso para el bien público incluyendo al mismo tiempo a las comunidades que se benefician de la ciencia”, escriben. Los sociólogos insisten en que “para maximizar su impacto, esas redes y coaliciones deben involucrar a las comunidades como coproductoras de conocimiento y asegurar una más sustantiva representación de la comunidad en los beneficios y presupuestos de la investigación”.

Activistas de Rebelión Científica se congregaron en RTVE con motivo del debate electoral para entregar a los candidatos el último informe sobre cambio climático

Lo más parecido a este fenómeno internacional creciente fue la concentración de 16 activistas de Rebelión Científica, la rama española de Scientist Rebellion, en la sede de RTVE para entregar a los candidatos participantes en el debate electoral el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático y anunciar la creación de la plataforma Democracia por el Clima. Dieciséis. Pueden contarse en la foto. Y no, la policía no les dejó entregar el informe a los políticos.

¿Debe la ciencia española seguir manteniéndose al margen, poniéndose de perfil a lo IBEX-35, simplemente esperando a que llegue la próxima ola, sin importar cuál sea, para tratar de surfear sobre su cresta? Las opiniones, como los huevos, al gusto. Pero parafraseando al arzobispo sudafricano y activista Desmond Tutu, al menos podría decirse que hoy cuesta cada vez más entender qué Nature leen quienes dicen que no deben mezclarse ciencia y política.

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