El encarecimiento de las necesidades básicas obliga a los hogares de renta baja a gastar más que antes de la pandemia

Una mujer hace la compra en la carnicería del Mercado de Pacífico, en Madrid.
Una mujer hace la compra en la carnicería del Mercado de Pacífico, en Madrid.
JESÚS HELLÍN / EP
Una mujer hace la compra en la carnicería del Mercado de Pacífico, en Madrid.

Las familias españolas se gastaron el año pasado más dinero en consumir que en 2019. Sin embargo, la realidad que esconde este dato es muy diferente según cuánto dinero tenga en el bolsillo la persona a quien se pregunte. Si planteamos este interrogante a un hogar de ingresos bajos, la respuesta será que no han tenido más remedio que sacar de donde no hay para afrontar el impacto de las subidas de precios de la luz, el gas y los alimentos. En cambio, una familia acaudalada responderá que, aunque también ha sufrido el golpe de la inflación, todavía gastó menos el año pasado que antes de la pandemia.

Este es el escenario que dibuja la Encuesta de Presupuestos Familiares elaborada por el INE, una estadística que dibuja la radiografía más precisa del consumo de los hogares de cuantas se publican en España. Los datos de esta encuesta señalan que los hogares de rentas más bajas (con ingresos de menos de 1.000 euros mensuales) incrementaron su consumo en 2022 en torno a un 4% en comparación con 2019.

La clase media y media baja (entre 1.000 y 2.500 euros de ingresos al mes) prácticamente ha recuperado ya su gasto anterior a la pandemia, mientras que los hogares de clase media y alta (más de 2.500 euros)  todavía gastan menos que antes de la pandemia. Especialmente los más acaudalados (5.000 euros o más de renta), cuyo consumo está aún un 9,4% por debajo del nivel de 2019. 

En resumidas cuentas, podemos concluir que la recuperación en el consumo ha venido impulsada fundamentalmente por las rentas medias y bajas, frente a las más acaudaladas, que todavía conservaban cierto margen de ahorro respecto a los niveles prepandémicos.

Para entender el porqué de estas diferencias tenemos que sumergirnos en cómo elabora su presupuesto cada familia. En primer lugar, cualquier hogar reserva una parte inamovible de su renta a sus necesidades más básicas. Salvo en situaciones extremas, pagar el alquiler, la factura de la luz o la comida va antes que el resto de las cosas. A partir de ahí, con lo que sobra, se toman el resto de decisiones de consumo.

A los hogares de renta baja, cubrir esas necesidades básicas les supone más de dos tercios de su presupuesto. Casi la mitad del gasto se destina a pagar el alquiler (o la hipoteca), la luz, el gas o el agua y alrededor de otro 20% se invierte en la cesta de la compra. En el otro lado del espectro de renta, los hogares más acaudalados invierten mucho menos: apenas destinan en torno a un 40% de su consumo a vivienda y alimentación.

El problema es que la inflación se ha cebado especialmente con las necesidades básicas. El precio de la electricidad se disparó un 27% de media en 2022, el del gas un 17% y el de los alimentos lo hizo un 12% el año pasado. Como estos gastos son indispensables, los hogares de menos ingresos han tenido que recortar de donde no hay para asumirlos. Y como su margen de ahorro más allá de sus necesidades básicas es muy reducido, no les ha quedado más remedio que aumentar el gasto.

Los hogares de renta media y media baja también se han llevado un buen golpe con la inflación, pero contaban con algo más de espacio para reaccionar. Las familias con ingresos entre 1.000 y 2.000 euros todavía destinan más de la mitad de su presupuesto a sus necesidades básicas, pero empiezan a ampliar el gasto en transporte, restaurantes y hoteles y ocio y cultura. Bienes y servicios que todavía se consumían menos en 2022 que antes de la pandemia, ya sea por el efecto que pueden haber tenido algunas restricciones todavía vigentes en la primera parte del año, o por recortes de gasto voluntarios. A partir de los 2.000 euros de renta, la vivienda y los alimentos bajan del 50% del presupuesto y ganan todavía más peso las partidas anteriores.

Las subidas del SMI reducen los hogares precarios

Otra de las conclusiones más llamativas de la Encuesta de Presupuestos Familiares es que las subidas del salario mínimo interprofesional (SMI) que se han aplicado desde 2018 han reducido considerablemente la proporción de hogares precarios en el país, tal y como adelantó el miércoles Eldiario.es

Entre 2018 y 2022, el SMI pasó de 735 a 1.000 euros mensuales en 14 pagas y eso ha tenido consecuencias. El año pasado, el 13% de los hogares españoles recibían ingresos mensuales de menos de 1.000 euros, frente al 20% que se contabilizaban en 2018. Esta reducción también se traslada al siguiente escalafón de renta, donde la proporción de hogares con ingresos de entre 1.000 y 2.000 euros cae del 35 al 33%. En cambio, las familias con rentas mensuales de entre 2.000 y 3.000 euros pasan del 26 al 30% y las que ingresan más de 3.000 euros del 19 al 24%.

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