Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

Todo lo que ayuda, daña

El presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, en un acto en Badajoz este martes.
El presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, en un acto en Badajoz este martes.
EFE/Jero Morales
El presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, en un acto en Badajoz este martes.

Que todo lo que ayuda a ganar las elecciones se transforma en un inconveniente una vez proclamados los resultados de la victoria es un principio que se cumple sin excepciones. Pueden aducirse ejemplos que afectan a todos los partidos en todas las campañas desde que somos llamados a las urnas conforme preceptúa la Constitución de 1978. 

Los daños causados para ejercer el gobierno por las que se pensaban que eran ayudas que sumaban en las campañas fueron muy visibles en algunos casos como, por ejemplo, en 1982. Recordemos cómo ayudó a la victoria de los socialistas de Felipe González aquel lema de OTAN no, bases fuera o aquel otro de OTAN, de entrada, noCuánta tensión emocional sumaron en los mítines de cierre de campaña en la Ciudad Universitaria de Madrid cuando los coreaban los máximos dirigentes del PSOE que iban turnándose en el atril, qué festín por todo lo alto cuando todavía estábamos en las justas causas de los pueblos oprimidos, según decían las resoluciones de los congresos del partido.

Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. Así que nada más llegar a la Moncloa, al cambiar el punto de observación y sobrevenir el sentido de la responsabilidad, los recién llegados dejaron de creer en pajaritos preñados, en los Reyes Magos y en Popeye. De modo que ya en el primer Consejo de Ministros, celebrado el 3 de diciembre de 1982, cuando se planteó por Miguel Boyer —quién hubiera imaginado que sería él— dejar la silla vacía en el Consejo Atlántico del día 13, hubo de ser el más antiatlantista del Gabinete, Fernando Morán, quien en su condición de ministro de Asuntos Exteriores hiciera prevalecer el principio de que al gobierno que llega le corresponde subrogarse en las decisiones adoptadas por el que le ha precedido y señalar la necesidad de apuntarse a un comportamiento solvente que despejara cualquier duda sobre nuestro país, con independencia de que en su día emprendiera con orden la retirada de la Alianza. 

En aras de ese criterio de solvencia, oteado el panorama internacional y establecidas las prioridades relativas a la adhesión a las Comunidades Europeas, aquella hueste de González se volcó en la campaña de signo contrario en favor del 'sí' a la permanencia de España en la OTAN.

En la campaña de 2019 también hubo promesas radicales del candidato socialista, Pedro Sánchez: líneas rojas frente a una alianza con Unidas Podemos que le dejaría insomne y "nunca jamás acuerdos con Bildu". Incompatibilidades que se reiteraron hasta la misma víspera de las urnas, pero que al día siguiente del escrutinio quedaron volatilizadas a la manera que lo hacía el conde de Romanones, quien aclaraba: cuando digo "nunca jamás, me refiero al momento presente". Así, Podemos quedó incorporado al primer Gobierno de coalición de la democracia y Bildu fue presentado en sociedad como aliado parlamentario de Sánchez y desde entonces las promesas incumplidas siguen destilando sus efectos.

Ahora estamos en otra campaña a niveles municipales y autonómicos y  Juan José Solozábal —catedrático de Derecho Constitucional y tantos años vocal de la Junta Electoral Central— la califica de descentrada en su columna Al paso del diario El Imparcial. Opina que la discusión sobre las listas de Bildu ha sido desgraciada, pues se ha hecho en términos absolutamente impropios, dado que ni el Partido Popular necesita a ETA para hacer política ni el Partido Socialista puede transigir con la justificación de la violencia criminal

Insiste en que un sistema constitucional parlamentario está basado en la lealtad fundamental de los partidos que aceptan las mismas reglas de funcionamiento en la lucha política. Por eso, la descalificación queda para los que están fuera del sistema, o mejor, los antisistema. Dentro, no caben enemigos, todo lo más, adversarios.

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