OPINIÓN

Azúcar a largo plazo

Azúcar
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A largo plazo, indica una nueva directriz de la OMS, los edulcorantes como la estevia o la sacarina aumentan el riesgo de obesidad y de diabetes tipo 2, dos de las enfermedades que intentan evitarse cuando se consumen en lugar de azúcares libres: muchos adictos a la cafeína lo son también al azúcar. En realidad, la preferencia por lo amargo, en sentido literal o figurado, resulta excepcional. Los tiempos duros demandan dulces palabras, dulces promesas, besos dulces, un final dulce que suavice las aristas de una realidad inasumible.

Si no tienen pan, que coman pasteles, quizás dijo alguien, pero no María Antonieta; y algo así debió pasar por la cabeza, aún sobre los hombros, de quienes durante el confinamiento de la pandemia hornearon pan y dulces como una forma de nutrir un tiempo que se escapaba entre los dedos. Días gastados también en series, en libros que contaban historias tan dulces como lo son la evasión histórica, el romance o la satisfactoria sensación de resolver un crimen desde la seguridad de nuestras camas, las manitas bien calientes por una taza de chocolate.

Azúcar, o sucedáneos: píldoras de TikTok de ingestión rápida, memes de un solo uso, noticias descontextualizadas, vídeos de gatitos, campañas de políticos sonrientes, poemas de rima rápida que se convierten en canciones, que se convierten en poemas, datos falseados, falsas declaraciones de indignación que, en realidad, halagan a quienes votan lo mismo, algoritmos que solo nos muestran lo que ya de antemano deseamos ver. Todo cada vez más veloz, menos nutritivo, más palatable, suave, dulce, rosa, brillante, fácil, amable incluso cuando parece crudo. A largo plazo, desde luego, todo eso nos destruirá como sociedad, acabará con el criterio, erosionará el pensamiento. Pero mientras, una cucharada más, unas gotitas, algo que nos haga creer que aún seguimos en Versalles.

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