OPINIÓN

La biblioteca infinita

Biblioteca, libros, librería, aprendizaje
Libros en una biblioteca
JCCM - Archivo
Biblioteca, libros, librería, aprendizaje

Varios de mis amigos han dedicado la Semana Santa a vaciar los pisos de padres y abuelos fallecidos, esa manera de enterrar definitivamente no tanto a una persona como una época, los objetos menudos que la nostalgia desea conservar y que no caben en la vida moderna, esa forma última de reparto de lo que no enumera el testamento. Algunos de ellos eran pisos de escritores; tantos han fallecido en los tres últimos años, desde Luis Sepúlveda, en el abril del confinamiento, a Fernando Sánchez Dragó, hace dos días, de edades e ideologías muy diferentes, con recorridos estables o erráticos.

Imagino lo que fue inventariar la infinita biblioteca de Borges en su momento, la escrita y la leída, y qué ocurrirá ahora con la de María Kodama, muerta el 26 de marzo sin herederos directos. No me canso de decir que el legado de un autor, la forma en la que se le lee, estudia o recuerda veinte o cuarenta años tras su muerte depende más de qué han hecho con su obra sus herederos que de su talento, importancia o ventas en vida, que se escurren con impensable facilidad entre las disputas entre sobrinos, la mala gestión de una fundación o la discusión por una casa.

El legado de un autor depende más de qué han hecho con su obra sus herederos que de su talento, importancia o ventas en vida

Las bibliotecas de los autores caben a duras penas en sus pisos, y a veces no encajan en ningún otro lugar más: se expurgan aquellos libros queridos pero sin valor, los apuntes, que solo sirven para algo a los ojos de quienes saben que una obra no consiste solo en lo rematado. El valor patrimonial resulta más o menos evidente, el cultural puede palparse, el histórico apenas se atisba: hace falta una sensibilidad especial para vaciar el piso de un escritor, un criterio que contemple el afecto, pero desprovisto de la pura avaricia, con una calma que no siempre se posee, con una visión de la que casi siempre se carece. Si no, no se engañen, no viven en sus libros, sino que mueren en ellos.

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