Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Deudas de salud

Una trabajadora sanitaria recibe la vacuna contra la COVID-19 de Moderna en un hospital de Nueva York, EE UU.
Una trabajadora sanitaria recibe la vacuna contra la COVID-19 de Moderna en un hospital de Nueva York, EE UU.
EDUARDO MUÑOZ / EFE
Una trabajadora sanitaria recibe la vacuna contra la COVID-19 de Moderna en un hospital de Nueva York, EE UU.

En los Estados Unidos, el país que casi todos tenemos magnificado por su democracia y prosperidad, sin embargo no existe algo tan crucial para la suerte de nuestras vidas como es la seguridad social que disfrutamos los europeos. Los intentos por crearla iniciados por algunas administraciones federales -como fue la etapa del presidente Obama- siempre fracasaron o se quedaron en el recuerdo de un infeliz intento frenado por los intereses privados.

Existen, por supuesto, buenos hospitales, excelentes especialistas médicos y algunas entidades aseguradoras al alcance, como es fácil imaginarse, de las personas o familias con recursos para permitirse semejante lujo como puede ser operarse con urgencia de una apendicitis. Los restantes ciudadanos que sufren alguna dolencia tienen que recurrir a centros para emergencias o particulares previo anticipo de las costas. Ante una dolencia las diferencias económicas son cruciales.

Claro que el dolor y la desesperación no entiende de cifras de capital y muchos dolientes acuden a la desesperada a los consultorios y hospitales privados incluso sin documentos que les acreditan como miembros. Cuando tropiezan con los burócratas implacables de guardia que les niegan el paso sin consideración a sus males, la única esperanza es encontrase con un médico para ser atendidos. La ortodoxia de los facultativos es la única garantía de socorro.

Claro que en el mejor de los casos, luego vienen las facturas impagables para la inmensa mayor parte de las economías. Las últimas estadísticas que despiertan protestas airadas de los acreedores, actualmente son cien millones los ciudadanos que tienen deudas contraídas por recibir cuidados y que, por más que se les acose, no pueden pagar. Como los norteamericanos son muy dados a matizar, el 25 por ciento de los deudores son negros, el 19 hispanos y apenas el 12 por ciento ciudadanos blancos.

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