Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Guinea Ecuatorial, el país que teme a España

Imagen de archivo del presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang.
Imagen de archivo del presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang.
ARCHIVO
Imagen de archivo del presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang.

El vicepresidente de Guinea Ecuatorial, Teodorín, ha dado la voz de alarma a sus conciudadanos. Quizás basándose en los servicios de información del Estado -que, como es lógico y recalcitrante en el reparto familiar del poder, dirige uno de sus hermanos- dice que queremos invadirles. Vaya por dios, podría pensarse que confunde a Pedro Sánchez con Vladimir Putin, pero no, somos los españoles quienes pretendemos volver a ocupar su territorio, adueñarnos de su petróleo hipotecado a las multinacionales norteamericanas y esclavizar al pueblo, que soporta con mansedumbre ovina las brutales diferencias económicas y el terror de sus prisiones famosas -porque son muchos los que entran y muy pocos los que salen por sus pies. Casi ninguno-.

Solamente les faltaba que el todopoderoso y temido Teodorín les meta miedo con el regreso de los 'grises' franquistas, que harían lo suyo, pero al lado de la policía nacional 'obianista' eran unos ángeles de la guarda. En los últimos tiempos, Guinea Ecuatorial se ha convertido en el país de los récords: de ser uno de los países más pobres de África, en pocos años se ha convertido, a juzgar por el crecimiento de su PIB, en uno de los más ricos, y a la vez también tiene los habitantes más pobres. Las estadísticas internacionales reflejan que el setenta por ciento de las personas son pobres y, entre ellos, el cuarenta por ciento son muy pobres. Estos datos se agravan cuando se trata de los niños, que con el elevado índice de natalidad son porcentualmente muy numerosos, y sufren una alimentación deficiente y una educación pésima. La mayor parte de los jóvenes que obtienen títulos universitarios son los alumnos de la UNED.

El propio Teodoro Obiang padre, que se hizo con el cargo a través de un golpe de Estado contra su tío, Francisco Macías -al que luego hizo fusilar tras una pantomima de juicio público en un teatro-, es ahora el decano mundial de los dictadores. Ahí es nada: cuarenta y tres años al frente de un Gobierno integrado por los hijos que tuvo con sus tres mujeres, sus hermanos, cuñados, yernos y otros miembros de una familia prolífica, además de contados amigos de su entorno más próximo.

Teodorín, famoso por su afición a los coches de alta gama y otras ostentaciones de lujo y derroche, tiene prohibida la entrada en Francia y en otros países. Es el heredero indiscutido cuando su padre se digne, o la muerte le obligue, a abandonar el cargo. Mientras tanto, ya es quien ordena, manda y profundiza en la represión política que encarcela, tortura y lleva ya muchos millares de víctimas. Claro que de sus maneras no se libra ni la propia familia con la que se reparte el poder y los ingresos que proporciona el crudo del que sus costas son generosas. 

Esta semana ordenó ingresar en prisión a su hermano Ruslan por vender un avión de la compañía aérea nacional bajo la disculpa de enviarlo a Canarias para su reparación, a la empresa Binter, y embolsarse el dinero.  Teodorín se cree que con la amenaza de España, de cuya dominación ya pocos se acuerdan, tendrá una salida política contra los descontentos que, aunque silenciosos, eso sí, no son pocos.

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