El giro radical en la vida de Pablo y Sara, los nuevos astronautas españoles que ya miran a las estrellas: "Estamos todavía en pañales"

Los astronautas españoles, Pablo Álvarez y Sara García.
Los astronautas españoles, Pablo Álvarez y Sara García.
EFE / J. Casares
Los astronautas españoles, Pablo Álvarez y Sara García.

Cuando Pablo Álvarez le pidió a su madre, hace más de año y medio, que le tomara una foto para incluirla en su candidatura como astronauta a la Agencia Espacial Europea (ESA), la mujer se negó a hacerlo. Acababa de descubrir las intenciones de su hijo y se asustó ante la perspectiva de que su pequeño acabase volando más allá de los confines de la Tierra. Sin embargo, este ingeniero leonés logró finalmente convencerla y dar, así, uno de los primeros pasos hasta convertirse, junto con su compatriota Sara García, en el primer cosmonauta español en treinta años, después de Pedro Duque.

Bastantes meses más tarde y tras una pruebas tremendamente exigentes, ambos recibieron la llamada que los convertía en astronautas. Tras colgar, ni siquiera soltaron el teléfono. Después de superar el impacto inicial y empezar a procesar que sus vidas cambiarían para siempre, lo primero que hicieron estos dos leoneses fue ponerse en contacto. Habían pasado a engrosar la reducida élite mundial con la posibilidad de volar, como profesionales, al espacio y necesitaban compartirlo con una de las pocas personas del planeta que podía comprenderlo.

"Lo primero que hicimos fue avisarnos porque era un sentimiento con el que podíamos empatizar. En ese momento, nadie en el mundo podía entenderme mejor que Pablo y quizá que yo a él", relata Sara, al tiempo que su compañero reconoce haber experimentado "una sensación extrañísima" al recibir la noticia. "Te acaban de decir que eres uno de los seleccionados y tienes que volver a tu trabajo. Yo estaba con un documento bastante aburrido, por cierto. Me sentía muy contento, pero hasta que no lo compartes con toda tu familia y tus amigos no estás feliz del todo", subraya él.

¿Quiénes son?

Desde el anuncio de su elección, la de Pablo como astronauta titular y la de Sara como suplente, las vidas de ambos han experimentado un giro radical. Ni siquiera las advertencias sobre la avalancha mediática que les esperaba fue suficiente para prepararlos y, aunque inicialmente han podido regresar a sus trabajos, se han tenido que someter a un "maratón de entrevistas" y han visto cómo la gente los reconocía por la calle, hasta el punto de pedirles selfis

Pablo nació en 1988 en León, estudió ingeniería aeronáutica en su ciudad y, con tan solo 22 años, abandonó su localidad natal para cursar un máster aeroespacial en la Politécnica de Varsovia (Polonia). En 2011, se incorporó a la compañía Airbus para trabajar en varios programas de aviación, pero en 2017 se reconvirtió en arquitecto mecánico en el proyecto de exploración 'Rosalind Franklin de la misión ExoMars' de la ESA. Fue en ese momento cuando retomó su sueño infantil de ser cosmonauta, que había descartado por considerarlo "una opción poco realista".

Algo similar pensó Sara, premio extraordinario fin de carrera tras su licenciatura en Biotecnología en la universidad de León, disciplina en la que también posee un máster. Además, se doctoró cum laude en Biología nuclear del cáncer y, desde 2019, trabaja como investigadora posdoctoral en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), donde lidera un proyecto para descubrir nuevos fármacos contra esta enfermedad en el laboratorio de Mariano Barbacid.

En su caso, el cambio de disciplina parece más drástico que en el de Pablo, aunque ella no lo ve tan distinto. "Mi sueño de ser astronauta siempre estuvo ahí, pero quizá era demasiado realista. No me animé a perseguirlo hasta que no vi una oportunidad clara. Al final, me he dado cuenta de que tampoco hay tantas diferencias en mi forma de concebir un trabajo ideal que implica tecnología, descubrimiento científico, avanzar, trabajar en equipo y en ambientes multiculturales... Además, yo soy una persona bastante aventurera a la que le encanta explorar", confiesa.

"Casi ni en el momento final me permití soñar"

Pablo y Sara han sido elegidos entre cerca de 22.500 personas, de las cuales solo el 24% eran mujeres, en un proceso que no ha sido rápido ni sencillo. Se han sometido a pruebas que medían sus capacidades intelectuales y sus conocimientos, pero también su resistencia al estrés, su fortaleza mental y su desempeño bajo presión. "En mi opinión, las pruebas psicológicas son en las que más han insistido y lo que más han evaluado con todo tipo de test y de entrevistas", detalla Sara.

"Casi ni en el momento final me permití soñar un poquito. Numéricamente, las probabilidades son tan bajas que tampoco te autorizas a ilusionarte demasiado"

Entre tantos aspirantes, ambos tardaron en tomar conciencia de sus posibilidades reales. "Casi ni en el momento final me permití soñar un poquito. Numéricamente, las probabilidades son tan bajas que tampoco te autorizas a ilusionarte demasiado. Tienes que manejar las expectativas en todo momento y luego, cada vez que nos presentábamos a una fase, conocíamos a gente tan maravillosa, tan inspiradora, con unos perfiles tan excepcionales... que pensar que vas a ser tú el que llega hasta el final es difícil, porque cualquiera de ellos podría haber sido un grandísimo candidato", apunta.

"Creo que los dos veíamos más las posibilidades del otro que las nuestras propias, porque yo estaba convencido de que iban a coger a Sara y Sara al revés", dice el ingeniero, que admite haber pensado inicialmente que era "una misión imposible". "A medida que vas pasando filtros, va quedando menos gente y llegas a las últimas rondas, te ves con más opciones. Yo tomé conciencia en una de las pruebas médicas, en la que te tomaban medidas para ver si entrabas o no en un cohete. Ahí dije: 'Esto se está poniendo serio'", cuenta.

¿Qué les espera ahora?

Del mismo modo en que el camino hasta aquí no ha sido sencillo para ellos, tampoco la senda que tienen por delante será un camino de rosas. Como astronauta titular, antes de encarar su primera salida espacial, Pablo comenzará en abril de 2023 un entrenamiento de dos años en Colonia (Alemania) y, una vez que tenga asignada una misión, se enfrentará a otro periodo similar de preparación más específica y centrada en las labores que vaya a desempeñar. 

"Estamos todavía en pañales. La primera misión me llevaría a la Estación Espacial Internacional y no ocurriría antes de 2026, pero lo normal sería que fuera más tarde. Mínimo cuatro años y, a partir de ahí, pues lo normal serían seis, siete u ocho", explica cargado de ilusión, ante una experiencia que está "deseando empezar". En el camino, aprenderá a pilotar aviones, hacer submarinismo, paracaidismo y recibirá entrenamiento de supervivencia por si algo sale mal durante el lanzamiento.

Por su parte, Sara podrá mantener su actual puesto de trabajo en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que compaginará con las pruebas para la ESA. Tendrá que pasar revisiones médicas en Colonia y llevará a cabo distintos tipos de misiones para la agencia, que pueden ir desde actividades divulgativas hasta trabajos en el centro de astronautas. No obstante, en el caso de surgir una misión, realizaría el entrenamiento específico para la misma. 

"Viajar a la Luna es una posibilidad real, pero todavía muy lejana. Marte es todavía más difícil, porque falta toda la tecnología y conocimiento"

En cuanto a la posibilidad de volver a la Luna, ahora que está en marcha el programa Artemis, Pablo se muestra ilusionado, aunque prudente. "Ahora que la ESA va a tener asientos en los vuelos que orbitarán el satélite o aterrizarán sobre él, es una posibilidad real, pero todavía muy lejana. Es complicado, pero sería un sueño. Marte es todavía más difícil, porque falta toda la tecnología y conocimiento que vamos a desarrollar en la Luna, como la reacción de nuestros cuerpos a la radiación. A día de hoy, parece una utopía, pero ojalá podamos verlo", desea.

"Invertimos lo que cuesta un café de Starbucks"

En su nuevo rol de cosmonautas, ambos se han pronunciado también sobre la concesión a Sevilla como sede de la Agencia Espacial Española. "A nivel personal, claro que nos habría gustado que estuviera en León, pero, al final, lo importante es que sea un organismo operativo y que, de verdad, nuestro país tenga una única voz para ir a la ESA. Es fundamental que permita crear un programa espacial con sentido y que ayude a desarrollar lo máximo posible la industria y la ciencia españolas", señala Pablo.

En este sentido, reclama dedicar más dinero a nivel continental al espacio. "Si comparas la inversión que se hace en Europa con la de Estados Unidos, nos quedamos muy atrás, y es un dinero que revierte positivamente en la vida de todas las personas, porque permite desarrollar tecnología como el GPS. Toda la inversión que hacemos en esto en Europa nos cuesta más o menos lo mismo que un café del Starbucks por persona al año. Creo que que podríamos ir un pasito más allá", sostiene.

Representación femenina

Otra de las reivindicaciones de estos cosmonautas es la necesidad de incrementar la presencia femenina en el ámbito espacial. Si bien la ESA ha seleccionado a nueve hombres y ocho mujeres para el rol de astronauta, entre titulares y reservas, el porcentaje de aspirantes masculinos es muy superior. En España, las candidaturas de varones fueron 1.043 de un total de 1.341: las de sus compañeras no llegaron a 300.

"Creo que tener ejemplos de mujeres que han conseguido un sueño tan extraordinario como convertirse en astronauta puede ayudar a muchas niñas a pensar que ellas también pueden alcanzarlo"

Por eso, Sara ha alzado la voz: "Por tradición, las mujeres astronautas siempre han sido una minoría. Hay más barreras, además de las que ya nos imponemos nosotras, quizá por falta de referentes, por miedo a ciertos sesgos y, tal vez, por desconocimiento. En realidad, no hay diferencias ni en el entrenamiento ni en el tipo de capacidades que se buscan, y cualquier persona, cualquier hombre, cualquier mujer, que esté capacitado puede desarrollar este trabajo. Además, está cambiando las tendencia, y yo pienso que va a seguir en esa dinámica".

"Creo que el hecho de tener algún ejemplo de mujeres que han conseguido un sueño tan extraordinario como convertirse en astronauta puede ayudar a muchas niñas a pensar que ellas también pueden alcanzarlo. Es bueno que tengamos referentes en España. Si a mí me ha tocado ser la primera mujer que ha llegado hasta aquí, es algo que llevaré con orgullo y humildad, e intentaré abogar siempre por la divulgación, por conseguir nuestros sueños, por el descubrimiento científico y por todas las maravillas que el espacio puede traer", asegura.

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