Los españoles en China, entre el asombro por las protestas y la inquietud por el 'covid cero': "Han llegado a levantar muros entre zonas"

Protestas en China.
Protestas en China.
EFE / Jerome Favre
Protestas en China.
El testimonio de Horacio Ferrándiz, profesor español en China

El Gobierno chino prácticamente había olvidado qué significaba gestionar una manifestación en su contra desde que, hace más de 30 años, el gigante asiático fue escenario de las dramáticas protestas de Tiananmén. Las imágenes de la masacre han regresado a la memoria de muchos, que temen una escalada de las movilizaciones, al contemplar las concentraciones protagonizadas por cientos de jóvenes en las principales ciudades del país en los últimos días. Aunque la situación no es la misma que a finales de los 80, se han congregado para decir "basta" en la calle al Ejecutivo de Xi Jinping y su política cero covid.

En esta China marcada por unas restricciones draconianas para frenar el avance del coronavirus desde hace prácticamente tres años, vive Horacio Ferrándiz, un profesor madrileño que trabaja en un colegio internacional de bachillerato de Shanghái. Llegó en septiembre de 2020, cuando el SARS-CoV-2 llevaba casi un año circulando en todo el mundo y el gigante asiático aplicaba unas medidas férreas para controlarlo. Desde entonces, ha visto cómo el hartazgo ha ido calando entre los más jóvenes hasta el punto de salir a la calle a protestar a causa de las limitaciones.

Aunque hace meses que el certificado covid desapareció en Europa, en Shanghái sigue siendo obligatorio presentar una prueba negativa practicada en las 72 horas anteriores para acceder a los espacios públicos, como los supermercados o el transporte. "En el colegio, hasta hace poco teníamos que realizarnos un test al día para poder entrar. Ahora lo hacemos cada dos", apunta. También los confinamientos siguen vigentes, explica, aunque han dejado de cerrar "tan salvajemente toda la ciudad" -como hicieron durante tres meses a principios de 2022- para ser más "selectivos" y limitar la movilidad por zonas. 

"Unos vecinos de mi edificio fueron a Disneyland [en China] un fin de semana y justo detectaron allí un positivo. Todo el que había estado en el parque en ese momento fue considerado contacto cercano y el inmueble entero se cerró durante tres días", detalla. Ante la rigidez de estas medidas, Ferrándiz ve peligrar incluso sus vacaciones de Navidad: "Quería escaparme a algún sitio, pero, al volver a Shanghái, debes esperar al menos cinco días antes de entrar a un espacio público. Y eso incluye el colegio".

A unos 1.200 kilómetros de Shanghái, en Pekín, vive Tomás Casanueva, que prefiere no revelar su verdadero nombre. Llegó a la ciudad hace tres meses y está encerrado en el campus universitario donde estudia un máster. "No es un confinamiento de iure, pero sí de facto. No han declarado una cuarentena completa de la ciudad, pero en la calle casi no hay coches, no puedes moverte entre distritos, la mayor parte de los zonas son de riesgo, solo puedes salir en caso de emergencia y, si te ve la Policía, te manda a casa. Han levantado hasta muros para separar zonas", señala. Y dice con sorna: "No sabemos cuánto estaremos en esta situación, así que me he comprado un frigorífico con 200 litros de almacenamiento".

"No han declarado una cuarentena completa de la ciudad, pero en la calle casi no hay coches, no puedes moverte entre distritos, la mayor parte de los zonas son de riesgo, solo puedes salir en caso de emergencia y, si te ve la Policía, te manda a casa. Han levantado hasta muros para separar zonas"

En el sur, en la ciudad de Foshan, reside Carlos Miranda, que llegó a China en 2008 y trabaja de gerente de marca de una destilería. En todo este tiempo, ha visto cómo el gigante asiático cambiaba "a peor" y "dejaba atrás su época dorada". El punto de inflexión, lamenta, se produjo en 2020: se extinguió la "libertad" existente hasta entonces y "se instaló un tufillo nacionalista" y un "rechazo al extranjero", que vivió en primera persona. "En tres años el país ha perdido todo el avance que logró en los últimos 30", sostiene desde una localidad en la que, hasta hace dos días, necesitaban "una PCR de 24 o 48 horas para entrar en edificios públicos".

Auge de las protestas

La severidad actual de las medidas en China, mientras el resto del mundo ha eliminado prácticamente todas las restricciones, es lo que ha llevado a los ciudadanos a salir a la calle. El fallecimiento de diez personas en un incendio en un edificio confinado de Urumqi, capital de la provincia de mayoría uigur de Xinjiang, ha sido "la chispa que ha prendido el fuego de las protestas" contra la política cero covid del gigante asiático. "No obstante, para que se prenda la llama, tiene que haber gas. Y ese gas, aquí, es el hartazgo de la población", considera Horacio.

"Las reticencias de la gente comenzaron con la aparición de ómicron, porque era más contagiosa y menos letal, y comenzaron a dudar de la conveniencia de las medidas. Ahora, es obvio que no responden a ningún criterio científico de prevención del virus, son un poco aleatorias", añade. Y resalta que la mayoría de los manifestantes son jóvenes, en muchas ocasiones estudiantes. "Son los que están más informados . No obstante, aunque también las personas mayores han empezado a apoyar estas movilizaciones, lo que me ha sorprendido".

Esta falta de acceso a la información está siendo clave en el desarrollo de las protestas. "En un país de 1.400 millones de personas, la mayoría de la gente ignora lo que sucede en el resto del mundo. Solo los pocos que tienen una VPN, que suelen ser de clase alta, saben lo que ocurre fuera y ven las diferencias", dice Tomás. Tampoco la retransmisión del Mundial de Catar ha ayudado: "En las cadenas extranjeras, ven al público sin mascarillas y sin distancia de seguridad, aunque las televisiones chinas no hacen planos de las gradas y, cuando los hay, están borrosas".

"La mayoría de la gente ignora lo que sucede en el resto del mundo. Solo los pocos que tienen una VPN, que suelen ser de clase alta, saben lo que ocurre fuera y ven las diferencias"

"El lunes después de las protestas, a los ciudadanos chinos les miraban el teléfono en la universidad para ver si contaban con una VPN, con Twitter… y saber, así, si tenían potencial de participar en las manifestaciones. Es como estar en la Unión Soviética en la época de Stalin, pero con móviles. No mueren millones de personas, pero, si lo hicieran por una crisis económica y alimentaria grave, la mitad del país no se enteraría", relata.

A diferencia de Shanghái y Pekín, en Foshan no se han celebrado concentraciones. Sin embargo, sí las ha habido en Cantón o en Hangzhou, a donde acaba de llegar Carlos. En la primera, por ejemplo, "se produjo una protesta multitudinaria, ya que, tras imponer un confinamiento en una zona en concreto de la ciudad, no hubo suficiente comida para todos los vecinos".

¿Irán a más las movilizaciones?

La característica principal de estos movimientos críticos que ha atraído el foco internacional es que van dirigidos contra el Ejecutivo central e incluso han llegado a pedir la dimisión de Xi Jinping, coinciden Tomás y Horacio. "Ha habido manifestaciones anteriores, pero cargaban contra las autoridades regionales o locales o incluso contra las empresas. El partido es muy hábil desviando la culpa a estas instancias", señala el primero.

En cuanto a una posible escalada de las movilizaciones, los tres españoles son escépticos. "Se trata de un pueblo poco acostumbrado a protestar. Ahora han salido porque han visto cómo estas medidas afectaban a gente vulnerable. Ha habido personas que han llegado a suicidarse, pero suelen primar el pragmatismo y el bienestar colectivo. Ya es muy fuerte que hayan protestado gritando contra Xi Jinping, pero, para que esto vaya a más, se tendrían que movilizar muchos millones de chinos y no sé si va a llegar a tanto", reflexiona el profesor.

"Hace falta ser muy valiente para protestar aquí, requiere un coraje que los occidentales no entendemos. Los estudiantes se exponen a que los echen de la universidad, cuando han sacrificado su infancia para acceder. El Gobierno incluso está ofreciendo medios de transporte para regresar a sus ciudades de origen a los alumnos para evitar protestas en las grandes ciudades. Para que las manifestaciones sigan adelante, el Ejecutivo tiene que mantener las cuarentenas hasta el punto de que la gente lo culpe de forma masiva. Además, es difícil que se agarve porque no hay esperanza. Ven que lo ocurrido en Tiananmén no sirvió de nada", dice Tomás.

"Hace falta ser muy valiente para protestar aquí, requiere un coraje que los occidentales no entendemos"

También Carlos, "sorprendido" por la reacción de los manifestantes, duda de un posible aumento de la tensión: "Después de la reelección de Xi Jinping como secretario general del Partido, sabíamos que empezarían a cambiar el discurso para justificar la relajación de medidas  tras el Año Nuevo Chino. Internacionalmente el país va a abrirse. Veremos más vuelos internacionales, más destinos permitidos. Internamente es otra historia. Tenemos más restricciones incluso".

Reacción del Gobierno

Para sofocar estas protestas, el Gobierno central ha anunciado la relajación de las restricciones en la ciudad de Cantón, en el sur de China, con la reapertura de varios distritos de la urbe que permanecían confinados en medio del descontento. Ante esta decisión, tanto Tomás como Horacio tienen reservas. "El Gobierno está llevando a cabo una combinación de represión de las protestas y de aperturas parciales para acabar con el descontento", opina el primero.

"Aquí las políticas cambian rápidamente, así que tampoco hay que echar las campanas al vuelo. Me extrañaría bastante que, con todo lo que han insistido con esta política de cero covid, la cancelaran de la noche a la mañana. Si lo hacen, será progresivo, así que una relajación de las medidas podría ser la luz al final del túnel, el principio del fin. Por otra parte, es difícil saber cuáles son los planes del Gobierno a largo plazo, a lo mejor estas relajaciones de las medidas son solo una forma de apaciguar un poco los ánimos", considera.

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