OPINIÓN

Lo que queda de las primarias

VOTO , VOTACIONES , URNAS , ELECCIONES
Votación en las primarias de un partido.
EUROPA PRESS
VOTO , VOTACIONES , URNAS , ELECCIONES

Hace algunos años, cuando desembarcó en nuestras vidas la conocida como ‘nueva política’, pareció abrirse un esperanzador camino de democracia renovada para las estructuras de los partidos políticos. Por un lado, llegaba a su fin el denostado bipartidismo, para conformarse un nuevo sistema multipartidista que ha llenado las instituciones de más fuerzas políticas de mediano y pequeño tamaño que han añadido pluralidad –la parte positiva–, pero también han añadido inestabilidad a los gobiernos –la parte menos positiva–.

Una segunda aportación de esa oleada de transformación política fue el establecimiento de elecciones primarias para la elección de los candidatos a los cargos públicos. Hasta entonces, la tradición en España era que las listas electorales estaban encabezadas por aquella persona elegida por la dirección del partido. Desde entonces, se nos prometió que esa designación se abriría a un proceso de decisión participativo, al que estarían invitados todos los militantes e, incluso, los votantes que se quisieran inscribir. El tiempo ha pasado, y la nueva política ha envejecido prematuramente.

Meses atrás, el entonces líder del PP, elegido tres años antes en un proceso de primarias en dura competencia con otras dos candidatas, fue defenestrado por una conjura de sus coroneles autonómicos. Y el nuevo líder fue entronizado en el cargo por esos mismos coroneles, mediante una aclamación, sin más. Nadie se atrevió a cuestionar la metodología. Donde manda coronel, no manda soldado.

No se trata de un caso único. En días recientes hemos asistido a un entretenido vodevil en el PSOE sobre quién ha de encabezar la candidatura a la alcaldía de Madrid. Y se ha explicado con sorprendente normalidad que esa decisión ya estaba tomada, que había sido adoptada en la soledad y el secreto de algún despacho de Moncloa, y que el resultado solo lo conocían tres personas, entre ellas la directamente afectada. ¿Habrá primarias? Quizá, pero con el resultado condicionado por quien manda en el partido.

Formaciones políticas como Podemos, que se vanagloriaban de seleccionar a sus dirigentes mediante la formación de círculos de debate en barrios y pueblos, vieron después cómo se seleccionaba a su previsible candidata a la presidencia del Gobierno aplicando el añejo método del dedazo. No solo no se sometió la decisión a las bases, sino que ni siquiera se consultó a los miembros de la dirección. Aquellos polvos, estos lodos.

En Vox, cada vez más voces claman contra la ausencia de democracia interna. Importantes dirigentes abandonan la nave, en medio de serias acusaciones sobre las costumbres dictatoriales de quienes toman las decisiones.

De repente, las primarias están, pero ya no son.

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