Luchar contra el cambio climático desde la alimentación

La COP27, la Cumbre del Clima, se inauguró el pasado domingo en Sharm El-Sheikh (Egipto).
La COP27, la Cumbre del Clima, se inauguró en Sharm El-Sheikh (Egipto).
EP
La COP27, la Cumbre del Clima, se inauguró el pasado domingo en Sharm El-Sheikh (Egipto).

A pesar de que más de 1/3 de emisiones GEI se originan desde la industria alimentaria, este será el primer año en que la COP27 cuente con pabellones relacionados con el cambio del sistema alimentario. Alimentación y agricultura son palancas de cambio claves para enfriar el planeta.

"El cuerpo primero susurra, si no atendemos sus necesidades habla, y si continuamos haciendo oídos sordos chilla". Lo vivo expresa, con mucha claridad, la necesidad y urgencia de cuidados. Y lo vivo atañe a todos los componentes del planeta: la especie humana, el resto de especies y la interacción entre ellas y con el mundo inerte.

Calor, sequías, incendios forestales. La convulsión de nuestros ecosistemas en estos últimos meses ha sido ensordecedora. Los eventos climáticos extremos y su solapamiento con el resto de emergencias globales en marcha nos han recordado la vulnerabilidad de nuestras sociedades y, en concreto, la de los sistemas alimentarios globalizados, a través de una consecuencia muy concreta: el incremento de los precios de los alimentos. ¿Qué factores provocan esta situación y qué alternativas se plantean?

La guerra de Ucrania ha influido de dos maneras diferentes. Pese al acuerdo firmado por Rusia y Ucrania para reabrir a las exportaciones de grano y fertilizantes desde los puertos ucranianos del Mar Negro, desde donde se realiza casi el 75% de sus exportaciones agrícolas, los precios de los cereales han aumentado notablemente. En concreto, trigo y maíz son un 50% más caros que hace 30 meses. 

Además, como bien sabemos, el conflicto bélico ha desatado una fuerte crisis de dependencia energética que ha generado durante este año incrementos históricos en el precio de la energía en toda Europa. Este aumento también ha acabado permeando en el sector agroalimentario, elevando de forma muy sensible el precio de, por ejemplo, los fertilizantes nitrogenados.

La distorsión generada por la guerra sobre los sistemas alimentarios globales está siendo atroz, los efectos sobre el acceso a alimentos y el hambre devastadores, y desconocemos cómo será su evolución.

Lo que ocurre con el clima no es poca cosa. En Europa este verano se han alcanzado las temperaturas más cálidas desde que hay registros y en España se han batido varios récords: hemos sufrido 42 días bajo ola de calor, se ha triplicado la media de los cinco últimos años de muertes atribuidas a las altas temperaturas y se han quemado más de 293.000 hectáreas, lo que además de una tragedia a nivel local, ha contribuido ampliamente al pico alcanzado de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) por parte de este tipo de desastres en los últimos 20 años en Europa.

Fruto de los eventos climáticos extremos estivales han disminuido las cosechas en todo el mundo, contribuyendo al aumento de los precios de los alimentos. En concreto, en nuestro país, la cosecha de cereal ha caído entre un 20 y un 40%, los fertilizantes minerales son un 255% más caros, y alimentos como aceite, cereales, lácteos y huevos y carne se han incrementado en un 56%, 17%, 16% y 10% respectivamente. Y las previsiones meteorológicas para el otoño no son nada alentadoras.

Las emergencias globales coyunturales se conectan entre ellas y, además, con sus problemas estructurales, entender el contexto y los desafíos puede ayudarnos a buscar soluciones duraderas, que planteen estrategias locales frente a riesgos globales, y que ataquen sus causas y mitiguen sus consecuencias, como la subida de los precios de los alimentos.

Los sistemas alimentarios locales mitigan la emergencia climática y garantizan alimentos sanos, sostenibles y justos

Los sistemas alimentarios - que incluyen las actividades que permiten la producción, transformación, distribución y consumo de alimentos - son responsables de más de un tercio de las emisiones mundiales de GEI. Por ello, alimentación y agricultura son palancas de cambio claves para enfriar el planeta.

La apuesta por fomentar sistemas alimentarios locales (de cercanía) desde una perspectiva agroecológica (sostenible, saludable y digna) nos ofrece un camino a seguir, una alternativa, por su elevada capacidad mitigadora del cambio climático y su potencial de adaptación, su refuerzo de la seguridad alimentaria y nutricional, y su papel central en la consecución de los ODS.

Los sistemas alimentarios locales de base agroecológica promueven la recuperación de una relación equilibrada entre naturaleza y economía, como propone el Pacto Verde de la Unión Europea. Además, estos sistemas alimentarios son menos vulnerables a los incrementos de precios de los mercados globales y promueven relaciones directas y justas entre la producción y el consumo, evitando la especulación financiera sobre los alimentos. La alternativa existe y debemos transitar hacia ella con políticas públicas decididas y claras, que envíen señales consistentes a la sociedad.

Aunque los municipios no son el espacio donde se producen los alimentos, consumen el 70% de la producción mundial y a menudo son el lugar donde se marcan las pautas culturales en torno a la alimentación. Los entes locales no albergan competencias significativas en relación a los sistemas alimentarios, pero pueden impulsar políticas alimentarias con efectos relevantes ante la emergencia climática, desde su cercanía a la ciudadanía y su carácter innovador y dinámico. 

Por ejemplo, acciones como promover cambios profundos en nuestra dieta - apostando por alimentos frescos de origen vegetal, producidos localmente de manera sostenible - junto con la reducción del desperdicio alimentario en todas las fases de la cadena alimentaria, pueden reducir las emisiones de GEI del sistema agroalimentario de las ciudades en un 15%. Así, los municipios pueden implementar múltiples medidas que contribuyan a la construcción de sistemas agroalimentarios locales que garanticen el acceso a dietas suficientes, sostenibles, saludables y nutritivas y que eviten la vulnerabilidad alimentaria ante emergencias globales como las que estamos viviendo.

Algunas ciudades ya están en este camino y articulan instrumentos de colaboración internacional como el Reto de Barcelona para la Buena Alimentación y el Clima, impulsado en 2021 por el Ayuntamiento de Barcelona, la Red de Municipios por la Agroecología, el Pacto de Milán sobre Políticas Alimentarias Urbanas y C40, entre otros. Se trata de un llamamiento global para que los municipios y sus habitantes asuman compromisos en torno a la transformación de sus sistemas alimentarios, con el fin de hacer frente a la emergencia climática. 

Hasta ahora lo han suscrito 24 ciudades, que aglutinan a más de 36 millones de personas. Su apuesta es reducir la emisión de GEI hasta 11,17 millones de tCO2eq al año, es decir, el equivalente a las emisiones de 2,40 millones de coches contaminantes, a través del impulso de políticas que hacen más sostenible y saludable su sistema alimentario como la incorporación de menús sostenibles en centros educativos, la publicación de cartografías de puntos de venta de alimentos locales, o la creación de huertos urbanos para personas en situación de vulnerabilidad.

Iniciativas de este tipo muestran las decisiones políticas que se deben y pueden tomar. Muchas ciudades ya están trabajando, de forma coordinada y efectiva, para enfrentar los retos globales construyendo sistemas alimentarios locales, sostenibles, desde la agroecología

Contenido realizado por:

Álvaro Porro, Comisionado de Economía Social, Desarrollo Local y Política Alimentaria del Ayuntamiento de Barcelona

María Carrascosa, responsable de alimentación y clima de Red de Municipios por la Agroecología

Daniel López, Científico Titular del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC

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