Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Javier Sardá y la dificultad de la televisión de hoy para adaptarse a la sociedad actual

Javier Sardá con Boris Izaguirre en 'La gran confusión'
Javier Sardá con Boris Izaguirre en 'La gran confusión'
RTVE
Javier Sardá con Boris Izaguirre en 'La gran confusión'

"Yo venía camino acá y sentí que estaba atravesando el túnel del tiempo". No había hecho nada más que entrar en el plató de 'La gran confusión' y Boris Izaguirre ya estaba enfocando el problema principal del regreso de Javier Sardá a la televisión nacional. "Creo que nada de lo que has dicho me satisface demasiado", contestó con su ironía habitual el presentador.

Es fácil quedarse pegado a la pantalla cuando fluye esa verdad única que aparece al reencontrarse dos grandes maestros de la comunicación, que encima se han curtido juntos en la ebullición de 'Crónicas Marcianas'. Izaguirre y Sardá, de nuevo, jugando en late night. La semana pasada hicieron lo propio otras artistas de la varieté televisiva: Loles León y Bibiana Fernández. 

Sin embargo, el espacio no termina de funcionar y su comienzo ya ha sido retrasado después de una película, 'Aquaman', para intentar que brille más en franjas de menor competencia. Vamos, que el show ha sido relegado a las tantas del sábado noche donde apenas pasa nada en ningún canal.

Una de las causas de los pobres datos de 'La gran confusión' está en que el programa no habla el lenguaje de la sociedad actual. La maestría clásica de Sardá dirigiendo un plató se mantiene vigente. Astuto, mordaz, intrascendente en el buen sentido de la palabra. Así logra entrevistas desenfadadas. Pero el contenido de la tertulia que centra cada capítulo se ejerce con enfoques tan sobreactuados como desfasados. En fondo y en forma. Que si la infidelidad, que si los vecinos, que si el culto al cuerpo... Todo se enfoca sin aspirar a un intercambio generacional de miradas que favorezca argumentos útiles para el espectador desde el espectáculo de entretenimiento. Falta chicha, sobra cuñadismo. Resultado: el programa parece una reposición de chascarrillos de 2001. El túnel del tiempo, que bromeaba Boris con su inteligencia.

Hasta los rótulos sobreimpresionados huelen a tele vintage. Rótulos de la frase hecha congelada, "Kike Jiménez sube la temperatura del plató", o que tiran del morbo del tramposo término del paternalismo lacrimógeno de "historia de superación". Eso sí que hay que superar. Tampoco ayuda la escenografía, sin una premisa creativa (como sí tenía Crónicas Marcianas) y con una pantallas de fondo alimentadas de un grafismo en movimiento anquilosado en técnicas para retener la atención del espectador en 2004. No se crea un ambiente vistoso con pantallas que impulsen el color, fomenten luminosidad y creen hogar atrapando los sentidos del público con diseños sobre aquello de lo que se está divagando.  El plató recuerda a una discoteca cuando va a cerrar y encienden las luces feas.

La audiencia ansía en los sábados noche programas de divertimento con los que desconectar de la rutina y poder celebrar el fin de semana. 'La gran confusión' cumplía requisitos para ello. Sin política, sólo con debate de temas más costumbristas y con un maestro de ceremonias con la experiencia y la travesura de Sardá. Pero para recuperar a una audiencia generalista hay que ir más allá de invitar a manidos clichés como Carmen Lomana y familia. ¿No hay más personas o nos da pereza buscar por la falsa mentira interiorizada de que si el público no reconoce al tertuliano se va? El espectador agradece que le descubran, pues está aburrido de sentir que  siempre se pone en la tele lo mismo con los mismos. Más aún las generaciones menores de 50, que no se sienten representadas.

Sardá, con su autoría, debería aprender más de la listeza de los niños desprejuiciados de 'Juego de Niños' o el espíritu crítico de 'Ahí te quiero ver' y menos del ruido mercenario del debate que condujo en Telecinco, 'Moros y Cristianos'. No estamos ahí. La sociedad tiene discursos más elaborados y menos prejuiciosos sobre los temas sociales (se ve cada semana en otro espacio más pequeño de TVE, 'GenPlayz'). Pero 'La gran confusión', haciendo honor a su nombre, ha elegido lugares comunes en vez de enriquecedores.

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