Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

La reina soy yo

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GTRES
La Reina llevó su bolso hasta el último momento

La reina ha muerto. Viva el chiste. Abajo el silencio y el respeto. Como no tienen una foto con ella para poner en las redes sociales, nos acribillan con sucedáneos, con chistes facilones y con gracietas de tres al cuarto. Ellos quieren ser la reina del momento o, por lo menos, recoger algo de protagonismo. Quieren ver reflejada su pequeñez fractal en el acontecimiento de la muerte de alguien mucho más relevante que ellos.

Los de Jordi Hurtado, los del brandy, los de Toni Cantó, los de los Sex Pistols, los de la lista de sucesos que ha vivido la reina junto a uno que no, los odiadores, los justicieros post mortem y los de Gibraltar español se unen y se retroalimentan en una charca de humor barato, con destellos innegables de inspiración, que no aporta nada más allá de una risa esporádica y un me gusta barato.

Es lícito reír y es sano. Lo preocupante es cuando eso es todo. La fascinación porque una ocurrencia sea viral es enfermiza. No importa nada, no aporta nada. Se esfuma en unas horas, pero ya podemos decir que se hizo viral. ¿Y qué? La realidad es que ha muerto una señora a la que aprecian millones de personas y que esto supone una conmoción importante en su país y también en el mundo. Hay consecuencias, hay movimientos, la historia cambia y avanza.

Cerrar la boca, callarse, no decir nada o, por lo menos, no escribir nada es ya un lujo impensable.

Estamos a muchísima distancia de poder dar una opinión interesante, pero quizá podamos entender algo, observar, aprender, sacar alguna conclusión y escuchar a los que saben. Los chistes tienen su momento. El humor denota inteligencia, pero debería haber algo más. De lo contrario, el vacío que queda asusta. La inteligencia se estanca y huele a cloaca. ¿De verdad nos conformamos con estos balidos recurrentes?

Cerrar la boca, callarse, no decir nada o, por lo menos, no escribir nada es ya un lujo impensable. Podría no escribir este artículo y quizá sería mejor, pero algo me dice que lo termine. El silencio es un lujo y es patrimonio de los sabios que todavía viven en la vida real y no están todo el día mirando pantallas y apretando botones. Descanse en paz. 

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