Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Se hace viral, ¿y qué?

Lo viral es social.
Lo viral es social.
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Lo viral es social.

Andábamos muy entretenidos mirando en nuestro teléfono la tontería diaria que se había puesto de moda. A veces, nos hacía gracia y la compartíamos con otros. Somos parte de la cadena, de la red neuronal. Somos pequeñas antenas receptoras y emisoras. Elegimos lo que miramos y decidimos si le damos continuidad o si lo cortamos. Es un juego divertido. La prensa decía que algunos contenidos se habían hecho virales y con eso ya tenía hecha una noticia.

Después, llegó un virus de verdad y, por supuesto, se hizo viral. La civilización del siglo XXI entendió que la metáfora con la que se refería a los vídeos de gatos, de caídas y de idioteces tenía una parte oscura. Pasado un tiempo, aplicada la vacuna, parece que vamos superando la viralidad biológica. Sin embargo, la viralidad virtual se queda. Es más viral que los virus de verdad. No hay una vacuna conocida para la tontería viral.

¿Es lo viral una pequeña droga para gente que ya no se entretiene con nada?

Parece que la idea de que algo se haga viral viene del concepto de marketing viral enunciado por el profesor de Harvard Jeffrey F. Rayport. El autor Douglas Rushkoff había anticipado alguna idea sobre esto en 1994 en su libro Media Virus. Sin embargo, el inversor Steve Jurvetson en 1997 fue quien hizo popular el término al tratar como virales algunas cadenas de correos electrónicos de servicios como Hotmail.  Han pasado más de veinticinco años y lo viral sigue teniendo un poder de fascinación prácticamente nuevo, aún no nos hemos cansado de ello.

¿Y qué nos queda de esto? ¿Nos enriquece ver un vídeo sorprendente? ¿Nos hace mejores o simplemente nos entretiene? ¿Es lo viral una pequeña droga para gente que ya no se entretiene con nada? ¿Es una comida rápida para mentes con baja capacidad de atención? ¿Somos ratones de algún laboratorio? Jorge Carrión habla en su libro Lo viral sobre el conflicto entre lo clásico y lo viral y la importancia de diferenciar lo cualitativo de lo cuantitativo. En el manejo consciente de ambos factores y en saber elegir correctamente tiene que estar la clave.

Los resortes de lo viral están claros. Sin embargo, forzar que algo entre en la rueda es realmente complejo. Impresión, risa, diversión, empatía, rabia o sorpresa son algunas de las emociones que hacen que este enorme efecto dominó haga caer la primera pieza. Ser protagonista de algo viral no siempre es bueno. En cualquier caso, es algo que pasa rápido, muy rápido y no suele dejar mucho rédito. ¿Nos hemos vuelto todos un poco más idiotas o es el signo de los tiempos? Probablemente, las dos cosas. 

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