Melisa Tuya Redactora jefe de '20minutos'
OPINIÓN

Perros de caza y perros de casa

Una rehala de perros de caza en un transporte, en una imagen de archivo.
Una rehala de perros de caza en un transporte, en una imagen de archivo.
GALGOS DEL SUR
Una rehala de perros de caza en un transporte, en una imagen de archivo.

Con la ley de bienestar animal impulsada por el ministerio de Belarra me siento santo Tomás. Hasta que no toque las llagas, no voy a acabar de creérmela. Me consta desde hace dos décadas lo complicado que resulta sacar adelante una normativa de protección animal de ámbito nacional. Ya lo intentó el PP de Rajoy en 2014. Comercio y tenencia responsable de Perros y Gatos se llamaba, pero acabó en pólvora mojada. La ley que ahora nos ocupa lleva más impulso, pero no me sorprendería demasiado que el viento de popa amainara y no llegara a puerto. O que sí que atraque, más probable, pero astillada.

Al final siempre es y ha sido una cuestión de balanza de votos. De cálculos y caladeros de papeletas. Los votos ganados por parte de aquellos que ven con buenos ojos la protección de los animales y los perdidos de esos otros a los que tanto chip, tanta esterilización y tanto tener al perro o al gato viviendo como un señorito les toca las narices, las aficiones o los bolsillos. Un juego de números, presiones e intuiciones en el que intentar contentar a unos sin enojar a los otros. Tarea compleja en muchos de los variados y controvertidos aspectos que recoge la ley nacional de bienestar animal, pero aparentemente imposible cuando se trata de los perros de caza, que ha dicho Patxi López que quieren excluir de la ley en una nueva pugna con Unidas Podemos, una que aparentemente ya se había librado y se tradujo en una colección de excepciones que deja más obligaciones en el tejado de los propietarios de perros que no se dediquen a la caza, la guarda o el pastoreo. Claramente no ha parecido suficiente según se aproxima la cita con las urnas.      

Que los perros de caza son perros y tienen que estar protegidos es una línea roja para demasiados actores implicados en esta ley. Los perros de caza abarrotan las protectoras, algo fácil de comprobar visitando unas cuantas; también protagonizan muchas de las intervenciones del Seprona. Dejar a los perros de caza sin los derechos que tendrán los perros de casa se traduciría en una ley que nace para ser peleada. Una lucha que ya se está librando: apenas terminó de hablar Patxi López y las asociaciones animalistas y sus simpatizantes ya estaban poniendo el grito en el cielo y gestando una convocatoria de protesta el 24 de septiembre. 

La defensa de los derechos de los animales no es de izquierdas ni de derechas. La brecha entre lo rural y urbano se va recortando cada día. La sensibilidad de la sociedad por el trato que dispensamos a otros seres vivos aumenta en paralelo. Carecer de un mínimo marco legislativo estatal ha alumbrado todo tipo de inseguridades y desigualdades entre territorios. Es lógico que la primera ley nacional de protección animal de España no sea perfecta, pero no debería alumbrarse rota por haber excluido a aquellos perros cuyos propietarios han decidido emplear como instrumento.  

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