Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

“Tienes pechugas”, hablar de comida con el móvil

-Estoy tomando un poleo menta, mamá.
-Estoy tomando un poleo menta, mamá.
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-Estoy tomando un poleo menta, mamá.

Un procesador, cuatro núcleos, cámara, antena, memoria RAM, giroscopio, acelerómetro, motor háptico, batería, escáner dactilar, pantalla y otros prodigios de la tecnología convergen en un pequeño aparato llamado teléfono móvil que nosotros, por lo general, utilizamos para llamar a un familiar y contarle a voz en grito lo que hay para comer.

No sé si por desgracia, pero hace tiempo que hablar de comida ya no se considera una vulgaridad. Se habla de restaurantes, de programas de cocina, de concursos, de experimentos y de grandes gurús que ocupan espacios de fama gracias a sus platos. La comida está siempre en la mente de la gente y es entendible porque se considera una parte de la cultura de un pueblo. Sin embargo, la comida del día a día es la verdadera protagonista en la calle, sobre todo, en el transporte público.

La digitalización no maquilla la vulgaridad, pero la hace más comprensible.

Soy muy dado a echar oreja a las conversaciones ajenas. No lo puedo remediar, sobre todo si una persona se coloca a dos palmos de mi cara mientras mantiene una charla animada con alguien a través de su teléfono móvil. En muchas ocasiones y, si se acerca la hora de comer, el contenido es siempre el mismo: “hace mucho que no comes legumbres”, “tienes pechugas en una bandeja”, “sobró arroz ayer”, “cómete un plátano, anda”, “ábrete un bote de algo” o el desesperado “descongela unos filetes” como último recurso.

También puede escucharse el típico “¿qué has comido?”, que es una frase muy del pueblo con la que, sobre todo, algunas madres tratan de encontrar la tranquilidad después de un día complicado. Dice la Ley de Moore que las prestaciones de los aparatos tecnológicos aumentan progresivamente y que sus precios bajan y los convierten en accesibles en periodos cortos de tiempo. Cuando un aparato tecnológico sirve para hablar de comida ha llegado a su punto de madurez. Ya es parte del pueblo. Somos animales de costumbres. La digitalización no maquilla la vulgaridad, pero la hace más comprensible. 

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