El brusco repunte de contagios de covid anticipa una octava ola sin datos claros y con la incertidumbre de su magnitud

El brusco repunte de contagios de covid anticipan una octava ola sin datos claros y con la incertidumbre de su magnitud.
El brusco repunte de contagios de covid anticipan una octava ola sin datos claros y con la incertidumbre de su magnitud.
Carlos Gámez
El brusco repunte de contagios de covid anticipan una octava ola sin datos claros y con la incertidumbre de su magnitud.
El brusco repunte de contagios de covid anticipan una octava ola sin datos claros y con la incertidumbre de su magnitud.
ATLAS

Apenas habían digerido los españoles la llegada de una séptima ola de coronavirus recién comenzado el verano, cuando los expertos han alertado de que puede tratarse, en realidad, del inicio de la octava. Los contagios disparados por las variantes BA.4 y BA.5, los cuadros más sintomáticos -caracterizados por tos, fiebre y dolor de garganta- y las reinfecciones también al alza perfilan un escenario nada halagüeño que amenaza con poner en jaque las vacaciones de buena parte de la ciudadanía.

Así lo explica el portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Lorenzo Armenteros, que considera que, aunque es difícil encuadrarla con certeza por la opacidad de los datos, la séptima ola comenzó entre el 20 y el 30 de marzo y se prolongó hasta finales de mayo o principios de junio, cuando se estancó. Hace ahora un par de semanas, el coronavirus volvió con fuerza para multiplicar los contagios entre la población y aumentar la presión en los centros de salud e incluso en los hospitales. 

"Desde hace quince o veinte días se ha producido un incremento mayor de lo normal. Hay muchos más casos en Atención Primaria, en los hospitales, así como más ingresos e incluso más enfermos en UCI. Ahora mismo estaríamos en el inicio de una posible octava ola por las características diferenciales respecto a lo que había hace un mes", señala.

Para justificar esta afirmación, Armenteros detalla que las diferencias entre las dos olas, que han terminado por "solaparse", son sustanciales. La séptima, subraya, estaba causada por la variante ómicron original y la sigilosa (BA.2) y producía infecciones asintomáticas en gran parte de los casos. Por su parte, la octava la están provocando los sublinajes BA.4 y BA.5 y produce cuadros con fiebre, tos y dolor de garganta en buena parte de los contagiados. 

"Con la idea que se ha manejado hasta ahora de las olas, sus características diferenciales son suficientes como para considerarlas dos distintas. A fin de cuentas, las desencadena una variante distinta, y la última genera una sintomatología más severa, además de más reinfecciones y más contagios entre los sanitarios. Tienen todos los requisitos para no ser la misma", recalca el portavoz de la SEMG.

"Con la idea que se ha manejado hasta ahora de las olas, sus características diferenciales son suficientes como para considerarlas dos distintas"

Respecto a la magnitud de esta incipiente octava ola, Armenteros reconoce que es difícil prever cómo evolucionará, pero que las perspectivas "no son buenas". "No se usa la mascarilla y tenemos el país lleno de conciertos y aglomeraciones en las playas y en los hoteles, con una variante de cuya infección no previenen las vacunas. Aquel que ha tenido una variante previa tampoco está exento de contagiarse de la BA.4 o la BA.5. Es imprevisible lo que puede ocurrir. Se mezclan diferentes factores que pueden hacer que se incremente el numero de casos", dice.

¿Séptima? ¿Octava? ¿Sexta?

Por su parte, la Comunidad de Madrid aseguró este lunes que la región ya ha superado el pico de la séptima ola y existe una "ralentización de la transmisibilidad". Ante esta afirmación del consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, el portavoz de la SEMG defiende su teoría. "El Gobierno autonómico también habla de que esto ya no se puede llamar covid-19 y la denominación debe convertirse en covid-22, porque es una enfermedad diferente a la que teníamos al principio de la pandemia", responde.

Sin embargo, no termina aquí la confusión sobre el número de la actual ola. Por su parte, el pediatra y epidemiólogo Quique Bassat opina que la séptima pudo ser un pequeño aumento registrado hace unas seis semanas que finalmente "quedó en nada". A su vez, el médico e investigador de la Universidad de Leicester Salvador Macip mantiene que, "con los datos oficiales en la mano", podría incluso tratarse de la sexta.

¿Tiene sentido seguir hablando de olas?

No obstante, Armenteros relativiza la importancia de esta enumeración. "Los epidemiólogos ya no hablan de olas, sino de lo que ocurre con una pandemia que tiene picos y bajadas en función de las características de la variante que esté en ese momento más activa. No vamos a estar toda la vida refiriéndonos a la 10, la 11…", argumenta.

"Llegará un momento en que no sabremos si estamos en la 25 o en la 32. No tendrá sentido ponerles número ni denominarlas de esa manera"

En este sentido se pronuncia también Bassat, que sostiene que "no tiene mucho sentido" seguir empleando este término. "Primero, porque lo que está pasando actualmente es muy diferente de lo que ha ocurrido en las olas anteriores y esta palabra tiene unas connotaciones negativas que nos hace pensar en algo distinto de lo que realmente está sucediendo. Segundo, porque tampoco lo estamos midiendo de forma fina", apunta.

"Yo hablaría de aumentos de transmisión. Nos vamos a tener que ir acostumbrado. Llegará un momento en que no sabremos si estamos en la 25 o en la 32. No tendrá sentido ponerles número ni denominarlas de esa manera", insiste. Con él coincide Macip: "Esto de los números son tecnicismos, no tienen mucha importancia. La realidad es la que es, independientemente de la etiqueta que le pongas".

Medición de los datos

Sobre el origen de esta confusión sobre los números, el portavoz de la SEMG carga contra la forma del Ministerio de Sanidad de facilitar la información sobre los contagios, pues, desde hace semanas, solo refleja las infecciones en mayores de 60 años. Este procedimiento, profundiza, convirtió la séptima en una "ola fantasma". "Cuando los datos se dan así, no tenemos la verdadera dimensión de la enfermedad. No conocemos ni los positivos de los autotest ni los pacientes menores de esa edad diagnosticados en centros de salud, no sabemos la realidad de los contagios", abunda. 

"No dar datos siempre es un error. Además, esta postura va acompañada de liberalizar las medidas de contención. Si se flexibilizaran las restricciones y se registrase una incidencia elevadísima, podría crear una paradoja que desde las autoridades no quieren que exista. La mejor forma es no dar la información para que no exista el problema", agrega.

Con él discrepa Bassat, que valora como acertada esta forma de proporcionar los datos. "Hemos cambiado nuestra manera de convivir con el virus. Antes teníamos una medición muy fina de lo que pasaba, cualquier positivo se reportaba y se incluía en los datos diarios o semanales. Ahora, lo que se pretende con la COVID es tratarla como a la gripe, que se convierta en una enfermedad más y solo nos preocupemos de los casos graves, porque son los que nos interesa prevenir", ahonda.

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