Carmen Mateo Presidenta de Cariotipo, consultora de Lobby y Comunicación
OPINIÓN

Medios de comunicación, información veraz y calidad democrática

  • "El periodismo no solo debe ser independiente, sino también parecerlo a ojos de los ciudadanos".
Fake News
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FUNDACIÓN DESCUBRE
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A pesar de los ríos de tinta que, desde distintas coordenadas, se han empleado en dar por muertos a los medios de comunicación tradicionales –y no me refiero al formato impreso o digital, sino a las cabeceras consolidadas–, lo cierto es que desempeñan un papel nuclear en el engranaje de las democracias liberales y en la preservación de sus estándares democráticos. En este caso, Spain is not different.

Los ciudadanos tienen derecho a la información veraz. Lo recoge el artículo 20 de la Constitución, que consagra el derecho a "comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión". No se trata, por tanto, de cualquier tipo de información. Antes, al contrario, los medios de comunicación tienen el deber constitucional de tratar la realidad con el rigor periodístico mínimamente exigible para nutrir posteriormente a su audiencia de forma adulta y responsable. También el código deontológico de la profesión recoge que "el primer compromiso ético del periodista es el respeto a la verdad".

No debemos confundir línea editorial con connivencia o servilismo

Este deber, íntimamente relacionado con la ética periodística, permite a la sociedad fiscalizar la acción de sus representantes públicos y tener una opinión debidamente (in)formada a la hora de valorar la acción de gobierno y el funcionamiento de las instituciones y, en última instancia, al ejercer su derecho a voto. Y al contrario, sin información veraz, no será posible el correcto control de los gobernantes, el mecanismo de voto se verá corrompido y la relación gobernante-gobernado, seriamente dañada.

El deber de información veraz e independencia respecto del poder político no supone la ausencia de una línea editorial. Los periodistas, cada periodista, tenemos una forma concreta de ver el mundo, y los distintos medios agrupan diferentes sensibilidades de una misma tendencia. Pero no debemos confundir línea editorial con connivencia o servilismo, sea del signo que sea. Nada tienen que ver. La profesión periodística debe ser crítica por naturaleza. No solo por una cuestión de su código deontológico, sino, como hemos visto, porque de su desempeño depende en gran parte la calidad democrática de nuestro país.

El abandono de la información veraz, rigurosa e independiente suele conllevar el abandono de los propios lectores, que tratarán de ejercer su derecho a la información bebiendo de otras fuentes. Es aquí donde emerge el problema en toda su gravedad. La existencia de medios de información hoy por hoy secundarios que pueden tener la tentación de basar su crecimiento en la propagación de información no veraz como palanca para su crecimiento. Y esta generación de información defectuosa tiene dos riesgos principales. Por un lado, favorece la propagación de bulos en asuntos tan relevantes como, por ejemplo, la salud pública, especialmente preocupante en un contexto de pandemia y cuya consecuencia más indeseable sería el surgimiento de un movimiento antivacunas fuerte en nuestro país. Por otro, la naturaleza de esta información podrá profundizar en la polarización de la sociedad, aumentando la fractura entre el nosotros y el ellos y socavando la idea liberal de nación cívica compuesta por ciudadanos libres e iguales.

El periodismo no solo debe ser independiente, sino también parecerlo a ojos de los ciudadanos

Pero no quiero transmitir una sensación derrotista. Como directora del Centro de Estudios de Políticas Públicas y Gobierno de la Universidad de Alcalá, he podido escuchar en primera persona a los magníficos ponentes del recién celebrado foro El derecho a la verdad en el Congreso de los Diputados. Cuando se dan las condiciones necesarias, el consenso en torno a esta cuestión existe. Pero sí quiero hacer un llamamiento a la reflexión y a la autocrítica. La mujer del César no solo debe serlo, sino también parecerlo. El periodismo no solo debe ser independiente, sino también parecerlo a ojos de los ciudadanos.

Como bien saben las direcciones de las redacciones, la relación de confianza entre la audiencia y sus cabeceras de referencia no está escrita en piedra. De la preservación de esa confianza basada en el rigor y ética periodística, y del convencimiento de que es el político quien debe hacer política y el periodista quien debe hacer periodismo, depende en gran medida la neutralización del riesgo democrático que puede acechar a una joven democracia como la española.

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