Del racismo a la violencia estética, la juventud se planta frente a la "normalización" del odio cotidiano: "Son microagresiones"

  • Tres ONG lanzan una iniciativa para intentar erradicar actitudes muy comunes en la sociedad. 
  • Carmen y Loubna se encuentran entre los más de 1.300 chicos de entre 18 y 30 años participantes en el proyecto. 
Un momento del foro 'Jóvenes contra el odio cotidiano'.
Un momento del foro 'Jóvenes contra el odio cotidiano'.
COCO
Un momento del foro 'Jóvenes contra el odio cotidiano'.

"No estamos acostumbrados a alquilarle el piso a extranjeros, pero me has caído bien y hemos decidido darte una oportunidad". Este fue el comentario que tuvo que escuchar Loubna Hamdai al ir a alquilar una vivienda. La joven, de origen marroquí, tiene 29 años, lleva viviendo en España desde los 10 y cuenta con la nacionalidad española. Aquel episodio fue un claro caso de odio cotidiano, un problema social que se ha propuesto combatir.

En aras de ganar esa batalla, Loubna ha participado en el proyecto Coco: contra el odio cotidiano, en cuyos talleres, encuentros y actividades han cooperado durante dos años más de 1.300 chicos de entre 18 y 30 años. Liderada por la ONG murciana Cazalla Intercultural, junto a Jovesólides, de Valencia, y la Fundación Al Fanar, de Madrid, la iniciativa desembocó hace unas semanas en un foro de dos días celebrado en la Casa Árabe de la capital.

"Acudí a charlas en las que nos formaban para ser agentes de cambio. Se nos trasladó información de varios temas, tanto a nivel legal, sobre cómo están contemplados en la ley los discursos de odio, como sobre herramientas y materiales para que sigamos luchando contra esas conductas", explica Loubna. Residente en Murcia, ella es mediadora intercultural y poder ampliar sus conocimientos para seguir trabajando en la línea que lo viene haciendo la motivó para asistir a esa formación.

Coco surgió de la necesidad de combatir una cuestión de "gran magnitud". No se trata del odio que está estipulado como delito, sino de aquel más o menos sutil, desde las bromas de mal gusto, el lenguaje, las miradas e incluso gestos motivados por los prejuicios. El uso de términos como gitano de forma despectiva, el no querer sentarse al lado de una persona extranjera o agarrar fuerte el bolso al pasar a su lado, las burlas sobre el aspecto físico, la marginación de los más mayores... En definitiva, comportamientos que van desde el racismo a gordofobia, pasando por la xenofobia, la islamofobia, la homofobia o el edadismo

Carmen Bello, en una de las charlas que impartió como formadora del Foro Coco.
Carmen Bello, en una de las formaciones que impartió dentro del proyecto Coco.
CEDIDA

"Lo aprendemos. Es algo que forma parte de la sociedad y hay que visibilizarlo porque tiene consecuencias. Lo tenemos tan interiorizado que cuando alguien nos hace ver que está mal tendemos a defendernos diciendo que exagera y que son cosas sin importancia. Pero si vives esa situación todos los días, tiene un efecto muy dañino en la autoestima", denuncia Tea Stanic, coordinadora del proyecto. La también presidenta de Cazalla Intercultural defiende igualmente que cuando el asunto se pone sobre la mesa y los jóvenes escuchan a personas que sufren esas discriminaciones sus comportamientos cambian y son capaces de comenzar a "caminar hacia el buen trato". 

Carmen Bello fue testigo de ese impacto durante las charlas que dio. Esta zaragozana de 20 años formó parte del medio centenar de formadores de toda España que fueron preparados durante una semana para después difundir lo aprendido entres sus iguales. Ella impartió sesiones de trabajo en su propia universidad a las que acudieron un total de 130 compañeros. Encuentros de algo más de hora y media, que sirvieron para que los asistentes fueran conscientes del daño que determinados mensajes pueden provocar.

"Había gente que al final terminaba contando su experiencia y los demás se concienciaban al ver que el afectado era el compañero de al lado. Un chaval confesó que llevaba tiñéndose desde los doce años porque su pelo tiende a ser muy canoso y se reían de él en el colegio. A los demás les caló muy hondo. Los temas de violencia estética fueron los que más impactaron a los jóvenes de mis charlas", apunta y denuncia que "el odio cotidiano es la normalización de las microagresiones". 

Loubna Hamdai, asistente a las charlas de formación del proyecto Coco.
Loubna Hamdai, asistente a las charlas del proyecto Coco.
CEDIDA

"Son actos que cometemos en nuestro día a día, que en principio no van con mala intención, pero que acaban convirtiéndose en algo negativo", remarca Carmen, que se encontró reacciones "muy diversas" entre su auditorio: "En el área de Comunicación había gente más abierta. En otras facultades abundaba más el pensamiento de que estas son cuestiones muy pequeñas, sin relevancia". 

Tras dos años de proyecto, la labor de esta universitaria y del resto de formadores ha finalizado. El broche final que supuso el foro de marzo sirvió para recopilar las aportaciones surgidas en todo este tiempo, con las que se está diseñando un decálogo que verá la luz próximamente. El proyecto llega oficialmente a su fin, pero la idea es que su espíritu perdure y se avance en concienciar sobre los estereotipos para erradicar algo que Loubna tilda de "lacra". 

"Los agentes de cambio que luchamos en la base de la pirámide tenemos que creer en ese cambio y tener datos objetivos y argumentos para poder conseguir, no que las personas cambien de inmediato, pero sí generar en ellas la curiosidad para seguir investigando", indica la joven. Es un trabajo que "no se consigue en un día ni en dos", pero ella está convencida de que "muchas personas en diferentes lugares haciendo cosas pequeñas pueden lograr grandes cambios". 

Tea Stanic: "Este es un problema estructural"

¿De dónde surge la necesidad de hacer este proyecto? Es el resultado de años de trabajo. Cada socio abordamos por separado los discursos de odio. La idea nos surgió a nosotros porque llevamos siete años tratando sobre el racismo invisible más a nivel internacional y local. Somos una entidad que trabaja con jóvenes, tanto en la educación formal y haciendo talleres en las escuelas como a través de nuestro centro juvenil, donde coordinamos actividades que se basan en valores, hábitos, convivencia, campamentos de verano… De ahí nace Coco, porque hemos hecho tantos proyectos internacionales que pensamos que era momento de abordarlo a escala nacional. Así, las tres entidades emprendimos este viaje de dos años.

Este es un problema que abarca a colectivos muy diversos. Sí, muchos colectivos sufren discriminación. Formamos a un grupo de formadores muy diverso porque queríamos tener una representación real de la sociedad. Hablamos de odios cotidianos, pero cada uno tiene un fundamento diferente. Queríamos abrirlo para que todas las personas jóvenes pudieran abordar sus casos y hablarlos. Queríamos sensibilizar de que este es un problema estructural del que todos somos parte. 

Que los formadores sean jóvenes, ¿lleva a los asistentes a sentirse más identificados con ellos? Sí. La experiencia vital y el lenguaje en sí son diferentes. Se llama educación entre iguales. Además funciona muy bien darle confianza a los jóvenes para que sean multiplicadores y parte del proceso transformador de sus compañeros. 

TEA STANIC

  • Tea Stanic trabaja en Cazalla Intercultural desde hace siete años. Experta en el trabajo con jóvenes, voluntariado y violencia de género, fue formadora del Servicio Voluntario Europeo (SVE) para la Agencia Nacional Española. Actualmente dirige la ONG murciana.

¿Cómo se reeduca a la sociedad en algo que tiene tan interiorizado? Es un proceso. Cada semilla que nace de él se quedará para siempre, pero luego toca trabajar porque pecar es muy fácil. Tenemos que estar constantemente educándonos y reconocer los errores que cometemos. Es un proceso en el que es muy fácil recaer. Requiere esfuerzo, un trabajo personal y motivación. Pero si lo trabajamos día a día o preguntamos cómo podemos hacerlo mejor es un proceso que nunca termina.

¿Qué valoración hace del proyecto y del foro final? Me quedo con la motivación y la enorme implicación de los jóvenes que han participado. Se han creado muchas redes, ideas para seguir…  Estamos recogiendo aún el material para redactar un decálogo para la incidencia política y una campaña nacional contra el odio cotidiano, pero estoy convencida de que esas redes no se van a quedar aquí. Los participantes van a hacer muchas más cosas, con o sin nosotros.

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