Marta Codeseda, psicóloga: "El colegio debería enseñar a los niños a gestionar sus emociones"

  • Esta especialista aboga por una educación emocional estructural como vía para prevenir problemas de salud mental.
  • También reclama mayor implicación de la sanidad pública en esta materia: "Las clínicas privadas estamos desbordadas".
  • ESPECIAL | Salud mental y pandemia, las secuelas salen a la luz.
Marta Codeseda, psicóloga.
Marta Codeseda, psicóloga.
Jorge París
Marta Codeseda, psicóloga.

El pasado abril, en el congreso Ciento volando organizado por SM, expertos en educación hicieron mucho hincapié en la importancia de incorporar el bienestar emocional en el currículo escolar. No como una forma de preparar a los niños para "un cuento de hadas" sino para la vida real, aportándoles herramientas para lidiar con las dificultades. "Darse permiso para la infelicidad es la base de la felicidad", afirmaba en aquel encuentro Tal Ben-Shahar, especialista en psicología positiva, quien apuntó que aceptar las situaciones dolorosas evita que se enquisten y que eso se logra hablando de ellas.

Unos meses después, en una entrevista con 20minutos para hablar de las secuelas que la pandemia está dejando en la salud mental de la población, la psicóloga Marta Codeseda ahonda en la idea de que colegios e institutos deberían enseñar a los más jóvenes a gestionar sus emociones. "Necesitamos mucha más educación en cuanto a cómo funcionamos los seres humanos a nivel psicológico", comenta, en referencia a unas enseñanzas que ayudarían a prevenir muchos problemas. 

¿Han visto aumentar a raíz de la pandemia el número de pacientes que llegan a la consulta? Sí, desde el comienzo. Al principio yo esperaba que hubiera un aumento muy grande con relación a la cuarentena pero mi experiencia fue que llegaban pacientes que venían a revisar cosas pasadas, de las que se habían dado cuenta al haberse visto obligados a parar. Parece que en aquel momento todos tuvimos más tiempo de pensar en nuestras vidas. También hubo un boom en las terapias de pareja. Durante el confinamiento se rompieron muchísimas parejas que llevaban mucho tiempo funcionando sin haberse detenido a pensar en la dinámica que había entre ellos.

¿Qué ocurrió con el duelo de quienes que no pudieron despedirse de sus seres queridos? No es fácil de sanar. Los ritos funerarios permiten proyectar un cierre. El coronavirus impidió tanto esos ritos como el contacto humano, que es lo más importante cuando perdemos a alguien. Por esa parte muchos duelos se están complicando y están teniendo que hacerse a partir de técnicas proyectivas: escribir cartas a la persona que hemos perdido, generar nuestros propios rituales... Me ha llamado la atención en duelos hechos durante este periodo que, aunque ahora ya podamos recurrir a otros seres queridos para hablar del tema, no lo hacemos. Nos cuesta volver a conectar emocionalmente con ellos. No es que haya que estar hablando del tema eternamente pero hacerlo cuando no lo hemos hecho antes es una forma de deshacer ese nudo emocional.

una maraña por desenredar

  • Los expertos alertan de que una de las grandes barreras que impide que gran parte de la población vaya a terapia es la idea generalizada de que es una atención solo apta para tratar grandes problemas. "A veces crees que la vida en general te va bien y no entiendes por qué estás mal, pero lo estás. Lo más frecuente es que no haya un detonante muy fuerte para sentirse así. Lo habitual es que venga provocado por una acumulación de cosas, derivada de estilos de crianza, de evidencias que nos ocurren durante el desarrollo y se quedan ahí, de una serie de mecanismos de protección que generamos y que luego no nos protegen sino que nos perjudican…", explica la psicóloga Marta Codeseda. "Cuando vienen aquí lo primero es desenredar toda esa maraña, entender los porqués, de dónde viene cada cosa y colocarla en su sitio. Luego ya nos vamos a las herramientas para gestionarlo", concluye.

¿Qué otros perfiles se están dando después de aquella primera fase? A medida que han pasado los meses, y especialmente cuando se han empezado a flexibilizar las medidas, han explotado problemas que las restricciones tenían a resguardo, como la ansiedad social. El volver a salir y, con el panorama aún no resuelto, está afectando a mucha gente. También se han desbordado los casos de hipocondría.

¿Perduran muchos miedos a socializar? Sí, y es una de las cosas que más me preocupa. Los seres humanos nos regulamos a base de conectar unos con otros y esto nos ha puesto las cosas más difíciles. A aquellos que vivían solos, que no tenían una red social tan definida o que dependían de trabajos presenciales les ha afectado más y les está costando arrancar. Una parte fundamental de todas las terapias es activar una red de apoyos y si no la tenemos, la construimos. Pero eso durante todos estos meses ha sido más complicado. Mucha gente ni siquiera ha querido hacer actividades al aire libre si suponían estar con otras personas. En ese sentido la pandemia ha hecho mucho daño, especialmente a niños y adolescentes.

¿Por qué les afecta especialmente a ellos? La pandemia es una de las pocas cosas que nos afecta absolutamente a todos tengamos la edad que tengamos e independientemente del sexo. Ha sido completamente transversal. Pero en niños y adolescentes se nota más todo lo relacionado con la vinculación y los miedos porque están en pleno desarrollo. Han empezado a aparecer niveles de ansiedad en gente muy joven que no era tan frecuentes y sobre todo una ansiedad relacionada con miedos sociales. También mucha hipocondría. En gente de esa edad solían aparecer problemas relacionados con la presión de los estudios.

¿Tienen los mismos estigmas sobre la salud mental que las generaciones anteriores? Nosotros trabajamos a partir de la adolescencia y me ha sorprendido que nos han venido a terapia muchos chavales de en torno a los 20 años a espaldas de los padres porque piensan que no lo van a entender. En el lado positivo está que es una generación que está valorando la salud mental y tomando cartas en el asunto desde muy temprano, algo que en otras generaciones no era tan frecuente. Pero son gente muy joven ya con problemas.

¿Sigue siendo entonces una cuestión que no quieren reconocer? A sus iguales sí se lo cuentan porque lo tienen más normalizado. Lo que no consideran es que la gente más mayor vaya a entender que ellos necesiten ayuda con la edad y las circunstancias que tienen. En algunas ocasiones la respuesta es positiva y no hay problema. Pero en otros casos es verdad que no ha habido una buena reacción por parte de los padres.

marta codeseda

  • Licenciada en Psicología, máster en Sexología y Terapia de Pareja por la Fundación Sexpol y experta en práctica clínica por el Colegio de Psicólogos de Madrid. En 2016 empezó a trabajar como psicoterapeuta y terapeuta de pareja y sexual en Alhama Psicólogos y a principios de 2021 co-fundó MeDigoSí Psicología, un proyecto multidisciplinar en el que se prestan servicios de coaching, psicoterapia, sexología y terapia de pareja.

¿Qué proceso siguen con los pacientes? Depende de lo que les ocurra. La ansiedad por ejemplo se activa ante una señal de alerta. Hay que ver qué estamos detectando como una amenaza porque a veces no se trata de cosas que realmente lo sean. Sobre todo cuando hay un trauma detrás, que es mucho más frecuente de lo que pensamos, tenemos un poco descolocado el sistema de detección de alertas. Tenemos que detectar qué hay detrás y una vez que lo tenemos, vamos poniendo distintas herramientas, tanto de gestión de la ansiedad para ir rebajando la activación fisiológica, como de toma de decisiones y trabajo de los porqués para poder neutralizar el origen.

¿Se ha encontrado con circunstancias especialmente novedosas? Lo que más me ha impactado es la existencia de mucha ideación suicida, sobre todo en gente muy joven. Además de llevar mucho tiempo sin poder socializar ven el futuro con mucha preocupación e incertidumbre.

Es una generación que está creciendo entre dos crisis. Piensan que el futuro es incierto y además negativo, no lo miran con ilusión. La experiencia que tienen, que es lo que nos hace predecir lo siguiente, es una crisis financiera grande y ahora una crisis sanitaria, social, política, económica… El mundo se les ha reducido mucho y cuando el mundo es muy pequeño es más fácil entrar en un estado de desesperanza y que aparezca la ideación suicida.

¿Cómo se pueden prevenir esas ideas? La manera de prevenir en casi todo es educar. Así como se nos enseñan muchas cosas en el colegio y en el instituto no se nos enseña nada sobre gestión emocional. Las emociones son nuestro sistema de relación con el mundo y necesitamos aprender a gestionarlas. Tenemos a chavales que al final imitan el patrón de sus padres, los cuales tampoco han recibido nunca una educación en esto y aquí cada uno hace lo que puede. Debemos acabar con el tabú que tenemos con la salud mental y con la ideación suicida en concreto, que ahí todavía sí es enorme. Cuesta mucho decirlo pero una de las grandes formas de prevenirlo es hablar de ello. Es la manera en la que se puede prestar a esas personas la ayuda que necesitan.

Parece que se habla cada vez más de introducir la educación emocional en el sistema. Necesitamos que sea estructural y que la información venga de profesionales, que la educación sea mínimamente informada. Eso se está empezando a hacer más por parte de los profesores, que están poniendo empeño y ganas, que del sistema. Necesitamos mucha más educación en cuanto a cómo funcionamos los seres humanos a nivel psicológico. Igual que necesitamos un sistema de salud mental pública. Ahora mismo no funciona y estamos todas las clínicas privadas desbordadas. 

Hay mucha gente que no se puede permitir las consultas privadas. Ojalá la pandemia consiga impulsar la vía pública. El problema es ahora más grave pero esto llevamos necesitándolo desde hace muchos años. Ahora se destina a salud mental un 2% del presupuesto y, así como hay un poco más de fluidez con psiquiatría, en psicología no hay prácticamente recursos. Al final todo eso los absorbemos los centros privados, que cogemos casos gratuitos, o las asociaciones con las que colaboramos.

¿Prevé que haya gente que tarde más en exteriorizar los problemas y que el incremento de pacientes continúe? Los problemas psicológicos que la pandemia nos va a traer van a perdurar años porque, por ejemplo, en los niños todo lo que haya a nivel de vinculación, de apegos y de desarrollo va a empezar a salir cuando sean más mayores y necesitamos una estructura que lo pueda sostener.

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