Las ojeras son una de los elementos principales que hacen que nuestra mirada parezca cansada. Una mala noche puede favorecer la aparición de ojeras, pero su naturaleza trasciende el haber pasado las horas en vela. Sin embargo, acabar con ellas es más complicado que someterse a una buena cura de sueño, sobre todo si tenemos en cuenta que su origen y clasificación es muy diverso. 

Si hemos batallado con ellas, nos habremos dado cuenta de que no hay solo un tipo de ojera, ni todas son iguales a la hora de tratarlas. Aunque las más conocidas son las que salen a causa del estrés o insomnio, pueden salir también por causas genéticas. Estas últimas son las más difíciles de eliminar y un contorno de ojos o aplicar frío no será suficiente.

La piel debajo de los ojos es cinco veces más fina que la del resto de la cara, por eso suele acusar primero las señales visibles del paso del tiempo o el estilo de vida mantenido. El origen de ojeras y bolsas es multifactorial: la herencia genética tiene gran peso, pero también las alteraciones hormonales, la edad, los malos hábitos alimenticios, el exceso de estrés o el tabaquismo.

Desde Clínicas Dorsia, explican que, a grandes rasgos, existen dos grupos en los que el médico estético puede clasificar las ojeras del paciente, ya que determinarlo es muy importante para pautar el tratamiento adecuado.

Ojeras pigmentadas

Estas presentan un aumento de la melanina de la piel de los párpados. Pueden ser de carácter vascular, es decir, por una retención de sangre en la zona de la ojera o de tipo hiperpigmentadas, ocasionadas porque las células de la zona de la ojera generan más melanina, provocando un oscurecimiento. Para tratarlas de forma eficaz, en la clínica recurren al protocolo Beauty Eyes Deluxe, que combina el ácido hialurónico y la carboxiterapia para conseguir una mirada resplandeciente y despierta.

Ojeras estructurales

Estetipo de ojeras están determinadas por presentar un surco desde el ángulo interno del ojo hacia la sien. Dentro de esta clasificación encontramos las ojeras hundidas, donde el volumen inferior del hueco ocular se muestra más deprimido que el del pómulo. Estas mejoran con ácido hialurónico de diferentes densidades que, aplicado sinérgicamente, rellena el hundimiento, devolviendo armonía al rostro. 

También pueden aparecer ojeras en forma de bolsas incentivadas por la flacidez, lo que supone un descolgamiento de las estructuras grasas y el cúmulo de líquido. En este caso, el tratamiento más recomendado es el de la blefaroplastia, una cirugía que extrae el exceso de grasa y piel de manera delicada, retensando la piel y reposicionando los músculos y tendones circundantes. El tratamiento despeja la zona, revitaliza la expresión y llena de luz el rostro. 

Sin embargo, hay que recordar que cada paciente es único, por eso antes de decidir un tratamiento u otro reciben una valoración de un profesional médico-estético que determina qué proceso o tratamiento llevar a cabo para que el resultado sea el mejor esperado.