Descifrando a un caníbal y su falta de "empatía": "Son personas que saben lo que están haciendo, controlan sus actos"

Imágenes de resonancia magnética de un cerebro
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UNIVERSITY OF MISSOURI - Archivo
Imágenes de resonancia magnética de un cerebro

Los casos criminales que implican el canibalismo son de esos que remueven la conciencia del público y que impactan a sociedades enteras. No es de extrañar que copen titulares y noticiarios; para las culturas occidentales contemporáneas, el acto de comerse a un semejante es uno de los mayores tabúes imaginables.

Actualmente, una de estas instancias se está juzgando en la Audiencia Provincial de Madrid y está atrayendo esa misma atención mediática. Se trata del asesinato cometido por Alberto S. G., apodado "el caníbal de Ventas", que en 2019 fue detenido después de, presuntamente, estrangular a su propia madre y trocear su cuerpo para comerse partes de él. Según reportó la policía en su momento (y ha reiterado en el juicio), los agentes encontraron restos de la víctima en numerosos táper en la nevera y en otras partes de la casa. El detenido, además, afirmó haberle dado partes del cadáver también a su perro, llamado Koke.

Los crímenes tan extremos como el canibalismo son, por otra parte, de gran interés para el campo de la psicología forense. Virtualmente todos los sospechosos de esta clase de actos que terminan siendo juzgados aducen, en su defensa, padecer graves trastornos psiquiátricos. Por ello, resulta especialmente interesante explorar el perfil psicológico que puede subyacer en quienes llevan a cabo esta atrocidad.

Tres tipos de canibalismo

Lo primero que es importante aclarar es que existen tres contextos muy diferentes en la práctica del canibalismo, y en cuál de ellos se enmarque un caso concreto cambia completamente su consideración.

Por un lado, está el canibalismo cultural. A pesar de que comer carne humana está visto en las sociedades occidentales contemporáneas como algo aberrante y completamente tabú, no ha sido así siempre ni en todo el mundo. Cuando hablamos de canibalismo cultural, nos referimos a la práctica en el contexto de todas aquellas culturas en las que la antropofagia es, o era, norma, y por tanto socialmente aceptada o incluso fomentada, muchas veces con connotaciones rituales. En estos casos, como pueden ser los de varios antiguos pueblos europeos (una de las primeras evidencias de canibalismo se encontró en Atapuerca), prehispánicos, africanos, del sudeste asiático y polinésicos, no se puede hablar de conducta patológica o criminal.

Por otro, está el canibalismo de supervivencia, que es como nos referimos a aquellas situaciones en las que las personas se han visto obligadas por una necesidad extrema a comer carne humana para mantenerse con vida. No son raros los relatos que sitúan esta variante en el marco de hambrunas especialmente duras, asedios o sitios militares, o accidentes en lugares especialmente remotos, como el del equipo de rugby uruguayo Old Christians Club en los andes o la Expedición Donner en la Sierra Nevada californiana. En todos estos casos, se presupone que los implicados condenan el canibalismo y nunca lo practicarían si no se vieran obligados a ello.

Finalmente, tenemos el canibalismo patológico o criminal; es decir, el que se produce en el seno de una sociedad en la que es un tabú y, por tanto, supone una desviación de la norma social. Esta variedad es a la que pertenece el caso del 'caníbal de Ventas' y es la que preocupa a la psicología forense.

¿Patología... o personalidad?

Sonia Rodríguez Báñez, psicóloga forense de Psicolegalmente, explica a 20minutos que no está claro que, al menos en todos los casos, el canibalismo criminal pueda achacarse a una psicopatología. "Hay que distinguir los rasgos de la personalidad de la psicopatología. En muchos de estos casos, de lo que se puede hablar es de rasgos muy elevados de psicopatía combinados con una serie de factores de riesgo, como son el haber sufrido abusos, malos tratos, o situaciones traumáticas en la infancia".

"La psicopatía consiste en la falta de empatía hacia la víctima. Son personas que saben lo que están haciendo, controlan sus actos, pero no tienen esa empatía que impide llevarlos a cabo", detalla Rodríguez.

De hecho, algunos de los casos más famosos, como los del alemán Armin Meiwes (apodado 'el caníbal de Rotemburgo') o los norteamericanos Albert Fish y Jeffrey Dahmer, en los que los tribunales que los juzgaron declararon cuerdos a los condenados, sorprenden por el grado de planificación y frialdad con las que llevaban a cabo sus crímenes, algo que no parece propio de las psicopatologías tal y como las entendemos sino más bien de alguien que controla sus actos y decide conscientemente llevarlos a cabo.

Fish, por ejemplo, seguía durante algún tiempo a sus víctimas (en todos los casos niños), llegando en un caso a hablar con la familia de una de ellas e incluso ser invitado a la casa, y localizaba previamente lugares convenientemente apartados y solitarios para llevar a cabo sus atrocidades. Además, posteriormente describió en cartas con una mórbida precisión los asesinatos e incluso las recetas que preparó con los cadáveres.

Similarmente, Dahmer tenía un modus operandi bien definido que consistía en invitar a sus víctimas (hombres jóvenes) a ver pornografía, drogarlas, y después estrangularlos, violarlos y documentar fotográficamente el proceso de desmembramiento.

El caso de Meiwes es excepcional, ya que su única víctima consintió tanto al asesinato como al canibalismo. Ambos habían contactado a través de internet y, de hecho, Meiwes había dejado ir a otros cuatro 'voluntarios' que habían manifestado dudas en el último momento. Tras el asesinato, siguió buscando nuevas víctimas, aunque fue detenido antes de llegar a encontrar otra.

Todos ellos tenían en común otra cosa; los tres, al igual que también el caníbal soviético Andréi Chikatilo, dotaban de un componente sexual a sus crímenes. "En muchos casos hay una desviación sexual", aclara Rodríguez, "pero el componente clave sigue siendo la falta de empatía hacia la víctima. Muchas personas pueden sentir la desviación, pero si hay empatía ese deseo se autorregula".

"Oía voces en mi cabeza"

Sin embargo, esta no es la pauta que siguen todos los caníbales. Sin ir más lejos, el 'caníbal de ventas' decía "oir voces en su cabeza" que le ordenaban matar a su madre y ver "mensajes ocultos" en la televisión. Además, Alberto S. G. tiene un historial verificable de psicopatologías e ingresos en hospitales psiquiátricos, y declaró en el juicio que comenzó a oír esas voces y a tener "paranoias" desde los quince años.

"En algunos casos sí que se puede hablar de una psicopatología real. Hay personas que están realmente enfermas, con síntomas y cuadros psicóticos o de esquizofrenia, que les alejan de la realidad en la que vivimos y pueden llevarles a cometer estos actos", señala Rodríguez. "Aunque hay que aclarar que es una mínima parte de esos pacientes. Muy, muy pocos. En muchos casos, además, son víctimas de muchas atrocidades".

"Estas personas pueden llegar a pensar que sus padres, o sus parejas son asesinos, que les quieren hacer daño", añade.

Aún así, puede ser difícil determinar cuando esto ocurre realmente. "Hay abogados que instruyen a sus clientes para que tengan esta estrategia porque no tienen otra", explica la experta. "En algunos casos incluso para que simulen la sintomatología, o puede haberla previamente y exagerarse".

Como el 'caníbal de Ventas', Dorangel Vargas, bautizado por los medios venezolanos como 'el comegente', refería tener alucinaciones auditivas y visuales que lo empujaban a cometer sus asesinatos, compatibles con un cuadro esquizoide. De hecho, de acuerdo con la ley venezolana, no pudo ser juzgado, ya que fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide y, desde entonces, se encuentra recluido en un centro penitenciario (ya que no existía en Venezuela ningún centro psiquiátrico que reuniese las condiciones necesarias para su reclusión).

Las razones del caníbal

Un estudio de 2019 realizado sobre cinco casos de canibalismo publicado en el medio científico Journal of Forensic Sciences, de hecho, divide a los sujetos en estas dos categorías (una con rasgos psicopáticos y un componente de parafilia y otra con esquizofrenia grave). En las dos vertientes, los motivos son distintos.

Así, según la investigación, en los que respondían al primer perfil el desencadenante solían ser sentimientos de humillación que arrastraban desde la infancia y que combatían, de alguna manera, representando una superioridad sobre sus víctimas. En cambio, para los esquizoides, solía derivar de una explosión repentina de violencia. Frecuentemente, además, las víctimas eran sus progenitores, con los que habían tenido una relación difícil.

Rodríguez explica que "el canibalismo puede tener miles de significados para quien lo practica. Pero puede ser un mecanismo de autorregulación emocional, una evitación de ciertas emociones negativas. Puede ser una suerte de venganza, o verse como solucionar un problema, rápido y de raíz".

¿Es posible la prevención?

Una de las cosas que resulta, a nivel social, especialmente perturbadora del canibalismo es que es imprevisible. Siendo un fenómeno tan poco común, y tan sancionado socialmente, es difícil no sorprenderse cuando se descubre y salta a los medios. Sin embargo, como hemos visto, hay factores identificables en su génesis, y cabe preguntarse si, como con tantos otros problemas de salud mental, es posible prevenir que una persona acabe llegando a tales extremos.

"Es muy, muy difícil", reconoce la experta. "Habría que tratar de prevenir los factores de riesgo, pero tratarlos de raíz puede ser muy complicado".

"Por una parte, muchos expertos creen que la psicopatía es innata y no tiene solución. No se sabe como ponerle fin. Incluso en estudios con gemelos se ha visto que tiene un componente genético muy importante". 

"En los niños, se puede identificar en el juego con animales. Cuando es muy violento, es un signo de psicopatía; los niños se comportan así con los animales porque son las víctimas con las que sienten que pueden, a las que se sienten superiores", detalla. Si se detecta este síntoma, por tanto, la prevención pasaría por hacer un seguimiento psicológico.

Rodríguez prosigue: "Por otra parte está el entorno. Casi siempre hay antecedentes de maltrato, violencia o abuso en la familia; o puede haber ausencia de progenitores por fallecimientos o por otros antecedentes de criminalidad. La normalización de la violencia en el círculo social también es habitual y la clase social baja o el abuso de alcohol o drogas pueden contribuir". 

"Es importante que los progenitores aporten seguridad y, a la vez, pongan límites", recomienda la experta. "Sino, el niño vive en un mundo que siente que no es seguro y buscará estrategias para lidiar con él".

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