Consiguen cultivar microtejido cerebral con un chip impreso en 3D

  • Los científicos crearon una diminuta plataforma adaptable y reutilizable con huecos en los que colocaron células vivas.
Imágenes de resonancia magnética de un cerebro
Imágenes de resonancia magnética de un cerebro, en una fotografía de archivo.
UNIVERSITY OF MISSOURI
Imágenes de resonancia magnética de un cerebro

Un grupo de investigadores ha cultivado y desarrollado pequeñas cantidades de tejido cerebral, denominado organoide, a través de un chip impreso en 3D, según un estudio publicado este martes en la revista Biomicrofluidics.

Para esta investigación, científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en inglés) y del Instituto Indio de Tecnología de Madrás emplearon la impresión en tres dimensiones para crear una plataforma adaptable y reutilizable.

Esa estructura dispone de huecos, donde los organoides pueden crecer, y de canales de microfluidos, que sirven para proporcionar los nutrientes y el calor necesarios para favorecer el desarrollo del tejido cerebral.

Para la impresión, los científicos usaron un tipo biocompatible de resina, utilizada para cirugías dentales, para imprimir un chip, que fue tratado con luz ultravioleta y esterilizado.

Acto seguido, colocaron células vivas en los huecos de la diminuta plataforma, que fue sellada con un panel de cristal.

Un método menos costoso

Hasta ahora, para observar el crecimiento de los organoides se utilizaban unas placas de cultivos con muchos huecos, que se colocaban sobre un fondo de vidrio bajo el microscopio.

Sin embargo, dichas placas son caras y no son compatibles con todos los microscopios, además de no permitir la circulación de los nutrientes hacia el tejido.

Uno de los autores del estudio Ikram Khan destacó el bajo coste del uso de la impresión 3D y apuntó que este método ofrece, además, otras ventajas, como la fácil limpieza del chip con agua destilada y el hecho de que sea reutilizable.

Los investigadores probaron su experimento con organoides derivados de células humanas y observaron su crecimiento a través de un microscopio, con el que siguieron su desarrollo durante siete días.

Ese tejido acabó creando una cavidad o ventrículo rodeado de una estructura capaz de autoorganizarse similar a la neocorteza en desarrollo del cerebro.

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