Adolescentes y jóvenes, dos colectivos especialmente vulnerables a los discursos de odio en Internet

Adolescente mirando su teléfono móvil en la habitación.
Adolescente mirando su teléfono móvil en la habitación.
Pedro Armestre / Save the Children
Adolescente mirando su teléfono móvil en la habitación.

Las nuevas generaciones de adolescentes y jóvenes han nacido y crecido en una sociedad tremendamente condicionada por el uso de Internet y las redes sociales. El espacio digital online ha aportado múltiples beneficios -como el acceso ilimitado a la información, la libertad de expresión o la comunicación a cualquier hora y con cualquier punto del planeta- pero, como todo, y quizás por su corta edad, se ha convertido en una "ciudad sin ley" que, en demasiadas ocasiones, puede servir como altavoz para los discursos de odio.

Tan solo hace falta teclear palabras clave en cualquier red social para darse cuenta de los cientos de mensajes que circulan cada minuto; atacando o señalando a colectivos concretos, promoviendo ideologías machistas y racistas o incluso incitando a la violencia y el odio. Si bien un adulto -normalmente- es capaz de identificar aquellos discursos intolerables, los jóvenes y adolescentes carecen de ese criterio (o no tienen la preparación necesaria para asimilarlos) y, por tanto, son usuarios especialmente susceptibles de absorber ese odio o ser víctimas de él.

Precisamente con el objetivo de conocer la percepción y las experiencias de adolescentes y jóvenes de entre 14 y 29 años sobre los discursos de odio en la red, Fad y Maldita.es han presentado una investigación, así como una 'app' educativa para prevenirlos. 'No More Haters' es el nombre que ha recibido la iniciativa para luchar contra esos mensajes y que tiene el fin de llegar a 35.000 jóvenes para que sean conscientes de la importancia y responsabilidad que adquieren al convertirse en un usuario o usuaria de Internet. 

Y es que un 38,1% de esos jóvenes señala haber visto "páginas donde la gente publica mensajes que atacan a ciertos individuos o colectivos", según la investigación, publicada bajo el nombre 'Romper cadenas de odio, tejer redes de apoyo: Los y las jóvenes ante los discursos de odio en la red'. Una cifra preocupante, teniendo en cuenta el elevado uso diario de Internet y redes sociales.

"Vivimos en un contexto en el que lo 'real' y lo 'virtual' se encuentra inevitablemente entrelazado e interconectado, conformando una sola esfera en la que se desarrolla la subjetividad cotidiana, especialmente en el caso de los y las jóvenes", aseveran en el estudio, llevado a cabo por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad.

Ignorancia del concepto 'discurso de odio'

Por el anonimato, por la percepción de irrealidad o distancia que pueden generar las plataformas digitales, por la sensación de pertenencia a un grupo, por cierto complejo de inferioridad, por ignorancia, por deseo de llamar la atención... las razones pueden ser muchas, como también lo pueden ser las consecuencias. Al final, lo que se genera es la llamada "cadena de odio", en referencia al círculo vicioso que se produce con estas conductas; pues un joven que detecta ataques o ciertos mensajes denigrantes en redes sociales es muy vulnerable a convertirse en el que, en un futuro, los normalice, difunda o incluso los escriba.

Según datos del estudio, llevado a cabo en 2018 a partir de una encuesta a 1.400 jóvenes de entre 14 y 24 años, un 34% afirma haber sufrido algún tipo de maltrato por Internet o redes sociales ("bromas personales que no gustan, actos de exclusión, insultos, amenazas, etc.") y un 9,2% reconoce haber sido él o ella la persona que ha ejercido tal tipo de maltrato.

Una de las causas de raíz de esta problemática es la ignorancia del propio término 'discurso de odio'. Según afirmó una experta en el marco de esta investigación, "entrabas a trabajar con los jóvenes y no conocían el concepto". Los adolescentes y jóvenes eran conscientes de otras palabras como ciberbullying, "pero el discurso de odio no lo conocían, ni les había llegado ningún tipo de información". Una vez conscientes de su significado, reconocen que se enfrentan a mensajes con una carga ideológica y política a una edad temprana y en un entorno virtual que califican como "ciudad sin ley".

No obstante, preguntada al respecto, la población joven sí que asume ciertos riesgos a los que se someten por conectarse a la red, aunque su percepción se aleja de lo que son los propios discursos de odio: difusión de fotos o vídeos comprometidos (33,5%), dar demasiada información sobre ellos mismos a gente que no conocen (32,7%), ser acosado/a u hostigado/a con el fin de obtener concesiones sexuales (12,5%), que los datos que suben a la red les perjudiquen en el futuro (10,1%) y ser perseguidos por sus opiniones, actitudes o comportamientos (7,6%). Este último es quizás el riesgo que más podría acercarse a los mensajes de odio que predominan en las redes sociales.

Las víctimas suelen ser colectivos vulnerables

Las dianas de esos ataques suelen ser sectores particularmente vulnerables, como adolescentes migrantes (de origen magrebí, sobre todo, pero también de origen subsahariano y ecuatoriano), mujeres (y en mayor medida las que son abiertamente feministas), colectivos LGTBI e incluso pobres (aporofobia) o personas a las que se les critica por su aspecto físico. Esto, al final lo que hace es perpetuar estereotipos negativos y situar a estos colectivos en una posición de vulnerabilidad.

Las mujeres, además, son sometidas en muchas ocasiones a una doble discriminación, "al acumular la discriminación concreta sufrida en relación con alguna categoría social (por ejemplo, el factor racial), con la propia discriminación que sufre la mujer en el seno de una sociedad aún machista y patriarcal", según destacan en el informe. Hay algo también muy llamativo, y es el hecho de que se produzcan, de forma muy frecuente, ataques entre ellas mismas -entre mujeres-, con el objetivo de juzgar el aspecto físico.

Tras una escucha activa de los discursos de odio en la red, el estudio concluye que hay ciertas palabras que son especialmente repetidas y usadas para denigrar, atacar o desear el mal a una tercera persona. "Gorda" y "obesidad", por ejemplo, son uno de los conceptos protagonistas a la hora de dirigir mensajes de odio. "Tetas", concepto del que se obtuvieron 3.893 resultados en tan solo dos días, se usa para acosar de forma repetitiva, "partiendo de una situación machista y situando a las mujeres como objetos sexualizados". Asimismo, todas las mujeres entrevistadas aseguraron haber recibido el término "feminazi" a modo de insulto en las redes sociales. "Se ha extendido de tal forma que se dirige a cualquier mujer a modo de insulto, muestra o no concordancia con la ideología feminista", aseveran en el estudio, que halló 3.561 mensajes de odio con esta palabra en siete días.

"El mismo universo online en el que se generan los discursos de odio facilita las herramientas que los pueden combatir"

Buena parte de los jóvenes encuestados han asegurado haber tenido alguna mala experiencia en Internet. Rabia, sensación de injusticia, frustración, estrés, angustia, nervios, tristeza, incomprensión... son algunos de los sentimientos que confiesan haber sufrido tras ser objeto de ataques por Internet. Los efectos pueden prolongarse y asentarse definitivamente en la propia personalidad de los adolescentes, pues terminan experimentando sensaciones que afectan a las propias convicciones (inferioridad, pérdida de autoestima o incluso el cuestionamiento de la propia identidad).

Contexto online: "caldo de cultivo" para los mensajes de odio

Entre las causas señaladas por los jóvenes figuran ciertos aspectos estructurales, como el racismo normalizado o el componente cultural ("España es un país de haters"). Pero también hay otros aspectos coyunturales que influyen de forma muy importante, como la creciente e incontrolable exposición informativa que provoca que muchos de ellos se enfrenten a mensajes con carga ideológica y política a una edad muy temprana, y cuando todavía no tienen la capacidad de asimilarlos adecuadamente. En definitiva, todos coinciden en asegurar que el propio contexto online es "caldo de cultivo" para este tipo de discursos, intensificados y multiplicados con mayor facilidad debido a la instantaneidad de la red.

Aun así, igual que apuntan al Internet como foco del problema, también lo destacan como posible solución. "El mismo universo online en el que se generan los discursos de odio facilita las herramientas que los pueden combatir", aseveran. Y es que uno de los mayores peligros es la normalización de esos ataques, la indiferencia o la sensación de que es mejor pasarlos por alto.

Muchas víctimas optan por el silencio en vez de denunciar los casos de odio en la red por "no remover el asunto" o "no entrar al trapo". La solución, por tanto, no reside en realimentar el odio con respuestas que podrían servir de altavoz de esos mensajes, sino en intervenir y denunciar cuando sea necesario o se detecten agresiones verbales de este tipo. Porque, como bien indican los encuestados, "es difícil poner puertas al campo", es decir, controlar todo lo que ocurre en Internet. Por ello, echan en falta mecanismos de control y de denuncia y cierta responsabilidad educativa que les enseñe a gestionar y manipular las redes sociales.

"Otra forma de interferir, pero sin interpelar ni tener en cuenta a las personas culpables, es poniendo toda la atención en la víctima, posicionándose a su lado y mostrando un apoyo público que intente aliviar su situación de vulnerabilidad", destaca el estudio. Algo que, según los jóvenes, se complica cuando la víctima no pertenece al círculo cercano.

La paradoja, señalan, es que "el anonimato y la invisibilidad que tantas veces se señalan como parapeto desde el cual se emite odio, pasa a formar parte del universo de quienes son objeto de ese odio, que optan por no integrarse y quedarse al margen de las dinámicas que les situaron en el disparadero de ese odio, mientras los y las culpables siguen campando por los vastos terrenos virtuales".

Responder con estrategias educativas

Puesto que el discurso de odio en redes "no es otra cosa que la exteriorización y reproducción, en el espacio específico, de los problemas y discriminaciones subyacentes en el mundo social", el informe recopila las propuestas de los distintos jóvenes entrevistados (así como sus conclusiones) para hacer frente a la problemática; todas ellas dirigidas a la educación (emocional, de valores y tecnológica).

Ante un fenómeno cada vez más creciente y al que los jóvenes se ven más expuestos por su acceso al mundo online, desde el centro destacan la necesidad de responder con estrategias educativas y formativas "de largo recorrido". Esto es, con acciones de prevención, sensibilización y aprendizaje para obtener un pensamiento crítico que les permita ya no solo diferenciar lo que está bien de lo que está mal, sino también para que adquieran cierta capacidad de reflexión sobre lo que leen y escriben.

Así, según lo que también demandan los entrevistados, habría que reforzar el trabajo en los valores sociales, educando sobre la diversidad y la tolerancia, incidiendo en la responsabilidad de los propios actos y fomentando la asunción de que uno puede equivocarse y que, por tanto, existe la posibilidad de rectificar.

Educar en el reconocimiento de las emociones también es algo que destacan como arma para combatir y prevenir tales conductas. Así, señalan que es necesario el manejo de la soledad y la frustración, conocerse a uno mismo para reforzar la autoestima, saber manejar la presión grupal y contribuir al desarrollo de la inteligencia emocional.

Esta educación en valores, asimismo, debe promoverse procurando que no se diferencie entre los espacios online y offline, que es lo que al final contribuye a la "despersonalización" de lo que tiene lugar en Internet.

"Todavía hay bastante trabajo por hacer para abordar las múltiples aristas de un asunto que cuenta con la dificultad añadida de tener lugar en un contexto online en constante transformación, en el que los referentes, los hábitos, las expectativas o las propias plataformas y aplicaciones que definen el presente, puede que no valgan mañana, o no de la misma manera", concluye el informe.

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