La moción descabalga a Arrimadas y deja a Ciudadanos a la deriva entre díscolos, tensiones y hundido en las encuestas

Inés Arrimadas, en el Congreso.
Inés Arrimadas, en el Congreso.
EFE
Inés Arrimadas, en el Congreso.

"A mí no me eligieron para traicionar a los murcianos". Isabel Franco, vicepresidenta de la Región de Murcia, es una de los tres diputados que va a votar en contra de la moción de censura y que seguirá en el Gobierno liderado por Fernando López Miras, del PP. Y es que ha sido en Murcia donde se ha desatado todo, en unos movimientos con clara lectura nacional. El tsunami puede arrastrar a una Inés Arrimadas que llegó a la presidencia de Cs con la idea de unir y ahora se encuentra con un partido dividido por la mitad.

La jugada de la moción de censura en Murcia, junto al PSOE, y apoyada en la corrupción en proceso de vacunación que han denunciado desde un sector de Cs no saldrá adelante y con ello cae toda la estrategia como un castillo de naipes. La semana ha sido frenética y deja a la dirección nacional de la formación naranja en una situación muy delicada. A Murcia hay que sumar lo que sucede -y lo que sucederá- en la Comunidad de Madrid, donde presumiblemente se celebrarán elecciones el 4 de mayo.

Las noticas en Murcia desencadenaron que Isabel Díaz Ayuso disolviera la Asamblea madrileña para sorpresa de su vicepresidente, Ignacio Aguado, y de todo Ciudadanos. Para Arrimadas Murcia y Madrid no estaban conectadas...pero sí lo han acabado estando. El terremoto, por lo tanto, pilla a Ciudadanos casi sin identidad y sin una deriva clara. Es más, ya han aparecido las primeras voces que piden una reunión de la Ejecutiva lo antes posible para analizar la situación. Ese encuentro tendrá lugar el lunes, pero sin saber muy bien cómo puede acabar.

El partido mantiene dos almas, las cuales se evidenciaron en las primarias para sustituir a Rivera: Inés Arrimadas, cercana al anterior líder y hegemónica en Cataluña, se enfrentó a Francisco Igea, partidario de que la formación tuviera más transversalidad. A pesar de esos bloques, Cs ha mantenido los pactos autonómicos que firmó con el PP, siguiendo la línea marcada por Rivera...hasta ahora.

La reacción en cadena que se ha dado durante esta semana ha ido siempre en contra de los intereses de un partido que lleva dos años encadenando además malos resultados electorales: desde la caída hasta los 10 escaños el 10 de noviembre, Cs ha visto cómo se ha quedado sin representación en Galicia, no salió bien la coalición con el PP en el País Vasco y en Cataluña pasaron de ser la primera fuerza a un declive absoluto hasta quedar solo con 6 diputados frente a los 36 que logró en 2017.

Inés Arrimadas ha querido que el giro pareciera tranquilo y de hecho a pesar de la autocrítica -también tímida- no hizo cambios tras el 14-F. A nivel nacional se ha mostrado más transversal. Apoyó las prórrogas de los estados de alarma en plena pandemia y negoció hasta el final los PGE con Pedro Sánchez y el PSOE, tratando precisamente de "retratar" al Gobierno si finalmente escogía la vía de los independentistas para aprobar las cuentas. Así sucedió.

Esa deriva de Ciudadanos coincide además con una idea que gusta más en Génova que en Alcalá: el PP quiere sumar fuerzas y fusionarse con Cs, pero Arrimadas siempre ha descartado esta opción que, en cambio, no ven con malos ojos otros cargos o excargos del partido. De momento, los movimientos de Ciudadanos van en contra de estos planteamientos. La ruptura con el PP, de hecho, parece total e irreversible. Pero quizás la caída naranja también lo sea.

¿Por qué? Porque las encuestas siguen siendo malas para el partido, a pesar de que parece haberse estancado en el 9% a nivel nacional. Eso sí, en el caso de la Comunidad de Madrid las esperanzas no son muchas en caso de elecciones. Ignacio Aguado no está claro que vaya a ser el candidato y solo un golpe de efecto, con un nombre potente, puede hacer que la formación recupere algo de fuerza. Pero, de momento, el partido se le escurre a Inés Arrimadas entre las manos.

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